Kane Mi corazón seguía golpeando con fuerza contra mi pecho, cada latido resonando con el eco de lo que podría haber sido si no hubiera llegado a tiempo. Maeve se acurrucó contra mí, su calor y el sutil aroma de su shampoo actuaban como un bálsamo contra la necesidad que tenía de perseguir a ese maldito y cobrarme todo lo que había hecho. Sentí cómo su cuerpo temblaba ligeramente; el miedo aún reverberaba a través de ella, y eso me clavaba más profundo de lo que cualquier arma de cazador podría. —Lo siento, no debería haber dejado que llegara tan lejos, —murmuró, su voz un susurro que apenas cortaba el silencio. La sostuve más cerca, mis manos recorriendo su espalda en un intento de calmarla, de asegurarle, a ella y a mí, que estaba a salvo. Pero dentro de mí, la ira seguía hirviendo