Respiro profundo mientras miro los espejos y posterior a eso, miro el reloj en el autoestéreo del auto. Son las seis y media de la mañana, muy temprano para un político extranjero o al menos eso es lo que pienso, no sé con exactitud que es lo que sucede en una embajada y mucho menos en una extranjera.
—Pareces nervioso— escucho una voz a mi lado, así que vuelvo un instante la mirada hacia el asiento del conductor. Se trata del chofer de la embajadora Alicia García.
En el informe que la comisionada me dio, explica que este hombre es uno de los pocos empleados de la embajadora trajo desde la ciudad de México así que intuyo que se siente con la libertad de hablarme, y aunque claramente no hay nada de malo en ello, no suelo permitirme distraerme mientras trabajo.
—Para nada— me limito a decir mientras observo de reojo los espejos. No conozco la zona y mucho menos la ruta que el chofer suele usar para ir y traer a la embajadora de vuelta a casa, así que, aunque estoy un poco ansioso, mi primer objetivo es hacer un reconocimiento de vunerabilidades.
—Escuche que fuiste tú quien evito el ataque en el centro comercial— expresa impresionado, así que ni siquiera abro los labios para confirmar, pero por cortesía asiento con la cabeza— supongo que cuidar de la embajadora será más que sencillo.
—No evite el ataque— le corrijo— y no, no puedo asegurar que sea fácil.
El chofer suelta una pequeña risa, aunque a mí me parece algo incómoda. Algunos dirían que no sé como relacionarme con la gente, pero en realidad no me gusta hablar, es más fácil hacer mi trabajo en el silencio. En cierto momento la velocidad del auto va deteniéndose hasta quedar frente a un edificio de departamentos de a penas cuatro pisos, por lo que se ve, el sitio es una zona exclusiva, con bastante seguridad.
Al salir del auto logro contar por lo menos cinco cámaras de seguridad en las construcciones aledañas, lo cual es bueno en cierta medida, pero de igual forma es malo si las cámaras están conectadas a una red domestica que puede ser fácilmente vulnerada, aunque puede que esté exagerando al pensar en ello.
No muy lejos de nosotros se encuentra una camioneta negra marca Ford blindada. Al caminar hacia ella, una mujer baja del asiento del conductor, lleva puesto un traje oscuro similar al mío, ademas de que lleva su cabello castaño bien peinado y un comunicador que indica que también es una escolta de la embajadora.
—¿Mark Douglas?— cuestiona mientras me extiende la mano, así que la tomo y asiento mientras trato de recordar el nombre que venía escrito en el informe.
—¿Natalia Fernández?—cuestiono y ella asiente. Por su acento intuyo que ella pertenece al equipo de seguridad que el gobierno mexicano le otorgo a su embajadora estando aquí.
Ambos comenzamos a caminar hacia la entrada del edificio, pero al llegar a la puerta no entramos, sino que nos formamos para esperar a la embajadora, desde ahí puedo ver la rutina de protección de su equipo. En la camioneta blindada, el conductor permanece adentro, el copiloto se queda justo sobre su puerta para observar el camino de enfrente y su lado izquierdo, aquella es una buena posición en caso de ser atacados, por el otro lado de la calle.
Otro más se sitúa detrás de la camioneta para observar la otra calle y uno más avanza hasta el auto que transportara a la embajadora, me parece que esa área es más vulnerable y no son los escoltas suficientes para preservar la vida de la embajadora. Me gustaría mencionar aquella falta que he visto en su escudo de protección, pero ya que aun hay muchas cosas por ver me limito a quedarme callado y esperar a que el dia termine, aunque en ese momento, la puerta de la entrada se abre y de ella aparece una joven mujer entre sus treinta años de edad o quizás menos, se ve muy joven.
Lleva puesto un traje de color beige, un abrigo del mismo color y una camisa blanca que hace juego con sus zapatos y el cual, parece amoldarse bien a sus glúteos bien torneados viste más casual de lo que pensé que lo haría, ademas de su aspecto. Su maquillaje no es ostentoso, pero es llamativo al menos para mí, parece que va a una pasarela de modas, pero no es vulgar, sino más bien tenue de alguna forma que no logro comprender.
Cuando pasa junto a nosotros, su escolta, Natalia Fernández, va detrás de ella mientras la embajadora va leyendo lo que parece ser algún tipo de informe. Sigo sus pasos hasta el auto de la embajadora, pero cuando la agente Fernández abre la puerta, ella no entra enseguida, sino que se vuelve hacia mí.
—¿Él es el nuevo escolta?— cuestiona, pero me parece que hace la pregunta con cierta molestia, como si le molestara que, precisamente yo este a cargo de su seguridad. Puede ser porque no soy de su plena confianza y me ha enviado las autoridades de mi gobierno a protegerla, aunque no sé exactamente de quien o porque.
—Es Mark Douglas—expresa la agente a mi lado y al escucharlo, la embajadora relaja sus facciones, ademas de que alza una ceja. Me mira de arriba abajo con cierto aire de superioridad y me es imposible no hacer lo mismo aunque, claro, con sutileza.
Puede que no esté en servicio, pero la disciplina y el orden es mi forma de vivir, sin embargo, en su presencia, todo lo que he aprendido sobre la obediencia parece desaparecer en mi mente ante tal arrogancia, pero supongo que yo me metí en esto, nadie me obligo así que debo soportarla como pueda.
—Eres el que abatió a cuatro tiradores en el centro comercial ¿Verdad?—cuestiona y eso en cierto modo me incomoda. Le di al capitán Wilson mi currículum para que lo enviara a la oficina de la embajadora con todas las misiones y trabajos a los que he sido asignado durante toda mi carrera, pero a pesar de toda mi experiencia lo único que recuerda es aquella osadía de mi parte y la cual pude salir bien librado gracias a que los noticieros, de alguna forma consigieron exponer de actos que algunos llamaron heroicos.
—Si, señora— me veo obligado a decir y en respuesta lo único que recibo es que asienta con la cabeza. No esta impresionada por nada y aunque no necesito que se me reconozca, me molesta su actitud.
—Bien—dice, asiente y entonces vuelve a lo suyo. Agacha la mirada hacia sus documentos y entra al auto, supongo que ya pase el examen más difícil, así que cuando su agente cierra la puerta, yo rodeo el auto y me situó en el asiento del copiloto mientras sus agentes vuelven a la camioneta para protegernos por detrás.
Durante el trayecto, estudio el camino que el chofer utiliza para dirigirse a la embajada mexicana en Washington y aunque es el camino más rápido, no me parece el más seguro, pero lo que más me alarma, es el hecho de que el equipo de seguridad de la embajadora no toma las precauciones necesarias al estacionarse al frente y no por la parte trasera.
Ya que ahora estoy al mando del equipo, supongo que tendré que hablar con ellos para modificar la zona de llegada y otros asuntos que me causan conflicto, pero cuando la agente Fernández le abre la puerta a la embajadora, no me queda más que salir del auto y seguirle los pasos, pero a diferencia de mí, ninguno de sus agentes hace lo mismo.
Voy detrás de ella, a no más de dos metros de distancia. La embajada esta llena de personas que podría representar un riesgo para ella, hay un control en la puerta, pero a mi parecer no es suficiente y aunque puede que esté exagerando, ese es mi trabajo, pensar en todo.
La embajadora entra a un ascensor, así que la sigo al interior y cuando las puertas se cierran ella se muestra incómoda y hasta podría decir, molesta.
—No es necesario que me siga—expresa y de algún modo su voz tiene un extraño efecto en mí, su voz es muy sensual.
—Es mi trabajo—justifico y me coloco a su lado mientras el ascensor sube. La embajadora entonces vuelve a ignorarme cuando las puertas se abren en el quinto y último piso, aquí la flujo de gente es mínima, aunque por lo que logro ver, hay por lo menos seis oficinas y una sala de reuniones y, ya que la embajadora se dirige hacia ese lugar, permanezco afuera de la sala para evitar ser un estorbo.
Me dedico a observar mi entorno, el trabajo de la secretarias y cuan eficientes son. La seguridad que hay en el sitio y más observaciones para hacer mi trabajo y así evitar aburrirme, pero de pronto una chica, pasa corriendo a mi lado y por poco se cae en el proceso hacia la sala de reuniones. Observó el carnet de identidad que lleva colgado del cuello, tiene escrito el nombre de Adele Taylor, ademas tiene escrito que es la asistente de la embajadora, así que, ya que tiene prisa no me atrevo a impedirle el paso porque la reunión ya empezó.
Lo único que separa el salón de reuniones y el pasillo es un muro de vidrio que poco sirve para cancelar el ruido que se escucha en el interior, por lo que no solo puedo escuchar, sino también ver lo que sucede adentro y al mirar por el rabillo del ojo, observo que las únicas personas que faltan por presentarse eran la embajadora y sus asistente, la cual deduzco que llego tarde y por ello, su excesiva torpeza y la falta de maquillaje.
Me limitó hacer mi trabajo, observar y mantener a la embajadora a salvo y a pesar de estar de pie durante bastante tiempo, no me molesta en lo absoluto, solo después de dos horas, la embajadora y todos empleados del sitio salen con expresiones variadas, entre molestas y cansadas y es que tener una reunión a las ocho de la mañana para ellos, seguramente es la muerte ¡Cuanta hipocresía!
La embajadora se traslada a su oficina, la cual a penas esta a un par de metros y a diferencia de la sala de reuniones, esta tiene bastante privacidad, ademas de que es aprueba de ruido, se escucha bastante silenciosa, pero mientras camina hacia su escritorio me percato de que no hay eco a pesar de ser enorme.
—Te dije que no es necesario estar detrás de mí todo el tiempo— insiste sin mirarme, solo se dedica a sentarse y leer aquel informe de varias páginas de largo.
—Disculpe si la incomodo, pero esta es la forma en como sé proteger a una persona— le explico y al dirigir la mirada hacia ella, observo que suelta un suspiro, quizás en forma de molestia o protesta.
—Si eso quieres, entonces por favor no me estorbes— indica y eso me molesta, parece que no le gusta para nada que el gobierno de mi nacion se meta en su propia seguridad.
Mantengo silencio mientras observo la oficina, la cual tiene bastantes libros de politica, algunos en ingles y otros mas en español. Hay una pequeña sala de estar de cuero al frente de su escritorio, una chimenea electronica y una alfombra roja que aporta bastante en el silencio que se puede sentir en este sitio.
—Puedes ir a almozar— dice, pero no me parece que sea una orden asi que decido ignorarla.
—Oye— alza un poco la voz— ¿Escuchaste lo que dije?
Asiento, pero esta mujer testaruda insiste una vez mas.
—La escuche— admito e ignoro su peticion, porque dejarla desprotegida no es precisamente algo que yo hare.
—¿Y que estas esperando?—continua e incluso tamborilea los dedos por encima de su escritorio, ansiosa o quizas nerviosa.
—Lo siento, pero no puedo— respondo con la mirada al frente, situandome al lado de la puerta, para no estorbar.
—¿Porque no?— cuestiona y la expresion dudosa de la embajadora se convierte en enfado o al menos eso es lo que puedo ver en su expresion.
—Fui contratado para protegerla y eso es lo que hare. Asi que mientras no tenga otro relevo, no puedo simplemente irme y dejarla sola.
La embajadora suelta una pequeña risa, tal vez burlandose de mi forma de pensar, le veo una sonrisa burlona en los labios, pero yo me mantengo firme, aunque esa mujer sea odiosa, debo protegerla, esa es mi misión.