Capítulo 4

2231 Words
Al punto de las tres de la tarde, los empleados comienza a abandonar el lugar para ir a casa, incluso la embajadora. Las únicas oficinas que aún permanecen abiertas son las que emiten algún tipo de documentación. Cuando la embajadora Alicia sale de su oficina, sigo sus pasos no más de dos metros de distancia, pero de nuevo, su asistente, quién tiene un escritorio afuera de la oficina, se aproxima a ella con varias cosas sobre las manos, tantas que termina tirando una carpeta con varios documentos. —Perdón— expresa, pero no sé exactamente a quien se dirige, si a la embajadora quien la mira con aires de superioridad o a mí, ya que sus papeles cayeron sobre mis pies. Para que podamos irnos me inclino y le ayudo a levantar todo lo que tiro, entre los documentos veo algo escrito que me llama la atención, se trata del nombre de aquel centro comercial que fue atacado "Baverly Center" Le entrego los documentos y ella en vez de agradecerme, me mira con cierta molestia, así que deduzco que en realidad se debe a la importancia de esos documentos, pero no ha sido mi culpa. —¿Confirmaste la cita con el senador Wallas?— cuestiona la embajadora, ignorando su torpeza mientras todos esperamos la llegada del ascensor. —Llame, pero la secretaria cancelo la cita esta mañana—expresa su asistente y me parece que lo hace con un tono de satisfacción en su tono de voz. —¿Y cuando ibas a decírmelo?— cuestiona la embajadora ahora un tanto molesta. —Estaba esperando el momento adecuado— responde la asistente y entonces la embajadora se vuelve hacia ella y, ya que no puedo verle bien el rostro, intuyo que le dirige una mirada de reproche. El ascensor llega y mi jefa entra en el interior, pero cuando su asistente intenta hacerlo, ella la detiene. —Agenda otra cita lo más pronto posible— le ordena con el dedo apuntando hacia ella, como reproche por no haberle informado, cuando han pasado varias horas desde que cancelaron. Entro al ascensor junto a la embajadora Alicia, por supuesto ella apenas me dirige la mirada, pero parece que con ella detiene a su asistente de acompañarnos abajo hasta que corrija su error. La asistente de nombre Adele, la mira desconcertada y mientras las puertas se cierran, me parece que esa mirada de borrego inocente desaparece ante una expresión de ira y rencor que la embajadora no logra ver al estar distraída con su teléfono móvil. Volvemos a la planta baja y tal y como llegamos, la embajadora camina hasta afuera donde su auto y su equipo de seguridad ya la esperan, supongo que solo siguen su rutina habitual, pero no me parece correcta, son muy predecibles. La agente Fernández abre la puerta para su jefa y cuando ella entra, yo subo al asiento de enfrente. El chofer enciende el motor del auto y nuestro trayecto comienza. Detrás de mí escucho que la embajadora marca un número y debido al silencio logro escuchar un poco de la conversación. —Consulado mexicano. ¿En que puedo ayudarle?—dice un hombre de voz gruesa. —Soy la embajadora Alicia García. Podría decirle al funcionario consular que nos vemos esta tarde a la misma hora y en el mismo lugar, el senador Wallas volvió a cancelar la cita— expresa la embajadora dando un mensaje. —Por supuesto—le responden y entonces cuelga la llamada. Al no escuchar nada más, centro mi atención en el camino, seguimos el mismo por el que transitamos esta mañana y su rutina continúa molestándome. —Cruza el puente y toma el circuito sur— le expreso al chofer, quien se vuelve a mí y me mira con desconcierto. —Santiago ha trabajado para mí desde que llegue al país, creo que sabe muy bien que camino tomar para llegar a casa— expresa la embajadora con seriedad. La miro por el espejo retrovisor, ni siquiera se toma la molestia de mirarme, así que suelto un suspiro y me dispongo a dar mis razones para desviarnos. —Hice una evaluación de riesgo, señora. No deberíamos seguir tomando la misma ruta, es peligroso ser predecible— me digno a decir. —¿Cuánto tiempo nos tomará?— cuestiona ella, aun manteniendo ese mismo tono de voz, no parece importarle mi opinión, pero le molesta que haga cambios a su ruta. —No lo sé con certeza, señora— expresó con firmeza. — En ese caso continuemos por el mismo camino, no tengo tiempo para dar vueltas innecesarias por la ciudad— dice con evidente molestia y, ya que desgraciadamente es mi jefa, no me queda más remedio que dejar escapar un suspiro inaudible para calmar mi frustración, ella sabe como sacarme de quicio fácilmente. He tenido jefes aún más estrictos y malditos que ella, pero al menos ellos solían escuchar mis opiniones si algo me parecía riesgoso, ella solo ordena. —Siga la ruta que acabo de darle— le digo al chofer, Santiago. Él me mira asombrado de ir en contra de nuestra jefa y por un momento me parece que ahora duda de seguir sus órdenes— mi trabajo es salvarla, yo no le digo como hacer el suyo. —No— le escucho decir— pero puede complicármelo. Se crea un silencio extraño, incómodo, así que al menos por el día de hoy permito que Santiago siga el camino habitual a casa. Luego de veinte minutos llegamos al mismo edificio de esta mañana, pero en esta ocasión hay personas caminando por la acera, a pesar de que es una zona privada. El equipo de la embajadora, realiza el mismo seguimiento de seguridad cuando ella sale del auto y se dirige a la casa. Tal y como lo dicta el manual de protocolos, sigo a la embajadora al interior del edificio, el cual es bastante elegante y pulcro, hay pocas puertas, por lo que deduzco que los departamentos debes ser bastante grandes. —¿Es necesario que me sigas aquí también?— pregunta con evidente molestia, incluso se detiene y se vuelve hacia mí. —Como le dije es mi trabajo— repito y ella rueda los ojos, no nos queda más que soportarnos mutuamente Subimos al último nivel y lo que me sorprende es que en este lugar no dispongan de un ascensor, solamente escaleras. Cuando ella comienza a sacar las llaves de su bolso, encorvo un poco el ceño. —De ser posible— expreso rompiendo el silencio— me gustaría tener copia de las llaves de su casa. —¿Para qué?— pregunta molesta y frunce el ceño. Por supuesto, esto no es algo que yo quiera o guste de hacer, pero es el protocolo que yo tenga acceso a todo sitio donde la embajadora pase bastante tiempo. —Es mi deber revisar que no exista algún tipo de peligro en su hogar— respondo, pero ella niega con la cabeza. —¿Eso también?— se queja. —Si le molesta el protocolo, puede hablar con la comisionada— le sugiero y en respuesta ella siente. —Si hablare con ella— dice como si fuera una amenaza, cosa que me causa cierta gracia y solo para molestarla le extiendo la mano. —¿Me permite?— cuestiono, pero ella solo mira la palma de mi mano, sin entender que es lo que pretendo— abriré la puerta para usted. —Esta bien— dice y las coloca de mal modo sobre mi palma. Vuelvo a respirar lentamente para después sacar el aire de mis pulmones con el fin de tranquilizarme, no debería perder los estribos el primer día. Abro la puerta y cuando esta sede, me percato que el interior esta en penumbras, el ambiente ideal para ser atacada, así que no me queda más que revisar el sitio de pies a cabeza. —Haga el favor de esperar aquí—le informo a la embajadora, ella enciende la luz de un vestíbulo de buen tamaño y debido al pequeño choque de opiniones que hemos tenido, únicamente suspira frustrada. Comienzo a recorrer la casa, en primer lugar me encuentro con una sala de estar grande, aunque bastante austera, no hay nada. Sigo hasta llegar a la cocina, es bastante elegante, el tipo de cocina que una persona como ella elegiría tener, aquí tampoco hay nada. Continuo hasta llegar a un pasillo, aquí hay más habitaciones, una oficina con muchos libros sobre un estante que cubre todo el muro, el baño y dos habitaciones, una tiene una decoración sencilla, a penas lo esencial, así que supongo que es la habitación de invitados, aquí tampoco hay nada. Por último llego a una habitación grande, el cubrecama es color carmesí, con almohadones grandes de color n***o, el lugar esta limpio y bien ordenado y justamente creo que la decoración va con su personalidad. Arrogante y al mismo tiempo sencilla. —¿Quiere decirme que diablos esta haciendo?— cuestiona la embajadora haciendo caso omiso de mi orden, salgo de su habitación al no encontrar nada y vuelvo a la estancia donde ella, ha dejado su bolso y la chaqueta que llevaba puesta— tendré una visita dentro de poco y necesito que se largue... Expresa y luego de decir aquella palabra, me parece que se arrepiente. —Sin ofender— dice para intentar solucionar su desprecio. —Enseguida termino— me digno a decir, siento como mi mandíbula se tensa, ni siquiera Julie me ha despreciado tanto como lo hace esta mujer. Creo que me odia. Me alejo para revisar las ventanas y lo que hay al exterior de estas, en total son ocho ventanas bastantes grandes, por las que se puede ver distintas partes de la zona. En la ventana de la oficina observo un edificio no muy lejos de aquí y tan solo con subir a la azotea, creo que se puede ver lo que hay en la oficina de la embajadora. Solo se necesitaría un rifle y una mira sencilla para poder darle un tiro en la cabeza sin que ella se dé cuenta siquiera de que le están apuntando y aunque probablemente esté exagerando, desgraciadamente es mi trabajo pensar en todas las cosas malas que podrían pasarle por ser tan despreocupada. Una vez que termino de inspeccionar el lugar, pienso en hablar con la agente Fernández para hablar de la seguridad de la embajadora, pero al volver la descubro sentada sobre la mesa del comedor, leyendo algunos informes, pero al pasar a su lado con la intención de irme tal y como lo solicito escucho su voz, asi que me vuelvo hacia ella. —Perdón por ser tan grosera el día de hoy— dice de pronto y eso me desconcierta— ha sido un día difícil, quizás eso no justifica mi actitud, pero realmente agradezco que usted este aqui. Se levanta de su sitio y en ese breve instante veo el documento que estaba leyendo, es acerca del ataque al centro comercial e incluso alcanzo a leer la palabra "Racism*" y la palabra "Latinos" ¿Será que el ataque estaba dirigido hacia migrantes latinos? ¿Estará mi nombre en ese informe y por esa razon pide disculpas? Me extiende la mano y yo la miro por un instante. No me agrada que quiera reparar su altaneria solo porque estuve en ese lugar, pero supongo que arreglarme con ella haria mi trabajpo más facil. —Lo que usted diga, señora— me limito a decir, solo entonces estrecho su mano y cuando nuestras manos se unen, me parece que su mano es muy pequeña y delicada. —En verdad fui una idiota— repite y en eso supongo que tiene razon. Lo fue. —No se preocupe por ello— asiento con la cabeza y acepto sus disculpas. Enseguida se escucha el timbre del apartamento, asi que es mi deber revisar quien se dispone a ver a la embajadora y al abrir, veo a una hombre de almenos unos cuarenta años de edad, alto y aunque dudo mucho que sea un hombre fornido, creo que el traje azul que lleva puesto le ayuda a mostrarse imponente. —Hola— dice mostrando una sonrisa nerviosa, me mira con cierta duda y entonces la embajadora aparece detrás de mi. —Que tal, señor—digo al ver que continua viendo de forma extraña. —Consul— expresa la embajadora extrechandole la mano— por favor pasa, el agente Douglas terminara pronto. —Ya he terminado señora—expreso, entonces aquel hombre entra. En la mano lleva una bolsa azul, me parece que son las tipicas que venden en las tiendas de conveniencia para regalar algun tipo de vino. —Muy bien, entonces puedes irte—expresa desde la sala de estar y desde donde me enecuentro veo que ambos se sientan en el comedor, aunque me parece que aquel hombre se acerca a ella de una forma que no me gusta en lo absoluto. —Que tenga buena tarde— digo para darme tan solo otro instante ahi. El hombre se toma la libertad de ir a la cocina por un par de copas y ya que las consigue rapidamente supongo que ha estado en el sitio con anterioridad, eso claramente no me tranquiliza, pero ya que he terminado mi trabajo, me voy.
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