Capítulo XXIX La señora Flintwinch sigue soñando La casa de la ciudad no había perdido ni un ápice de su densa oscuridad mientras se desarrollaban todos estos acontecimientos, y la inválida que vivía en ella continuaba sujeta al mismo círculo invariable. Mañana, tarde y noche; mañana, tarde y noche, se repetían con mecánica monotonía, siempre la misma reaparición desganada de los mismos engranajes, como la pieza renqueante de un reloj. Cabe suponer que la silla de ruedas llevaba asociados ciertos recuerdos y ensoñaciones, como todos los sitios en los que se asienta un ser humano. Imágenes de calles destruidas y casas cambiadas, tal como eran cuando la ocupante de la silla las frecuentaba; imágenes de personas tal como eran, sin excusarse por el tiempo transcurrido desde la última vez qu