Capítulo XXVI Estado de ánimo de nadie Si Arthur Clennam no hubiera tomado la firme y sabia decisión de no enamorarse de Tesoro, se habría sumido en un gran azoramiento y se habría enfrentado a penosas pugnas con su corazón. No habría sido la menor de ellas la que siempre se libraba entre su tendencia a encontrar antipático a Henry Gowan, cuando no a verlo con abierta repugnancia, y un susurro que le decía que tal tendencia era indigna. Una naturaleza generosa no suele albergar fuertes aversiones y le cuesta reconocerlas de forma imparcial; sin embargo, cuando se da cuenta de que la animadversión sale victoriosa, y además de que el origen de ésta no es ecuánime, la congoja se apodera de ella. Por tanto, Henry Gowan habría enturbiado el ánimo de Clennam, y habría estado mucho más present