—Recuerde lo que he dicho, señorita Dorrit: vivirá para verlo. El rostro de la pequeña Dorrit manifestó su sorpresa, aunque sólo fuera por lo mucho que Pancks sabía de ella. —¡No, eso no! —exclamó Pancks, señalándola—. Señorita Dorrit eso no, nunca. Más sorprendida que antes y un poco más asustada, lo miró en busca de una explicación. —Eso no —insistió Pancks, imitando, muy serio, la expresión y los gestos de sorpresa de Amy de forma grotesca aunque bienintencionada—. No ponga esa cara cuando me vea, cuando sea, donde sea. No soy nadie. No se fije en mí. No hable de mí, haga como si no me viera, ¿de acuerdo, señorita Dorrit? —No sé qué decirle —contestó la pequeña Dorrit, atónita—. ¿Por qué? —Porque soy adivino. Pancks el gitano. Todavía no le he dicho todo lo que le depara la suerte