Arthur estaba a punto de decir lo poco que era capaz de decir sobre semejante asunto cuando empezó a sonar una campana y unos pasos se acercaron a la puerta. Una linda muchacha de mejor figura y mucho más desarrollada que la pequeña Dorrit, aunque de aspecto mucho más juvenil, se paró en el umbral al ver a un desconocido; y el joven que estaba con ella también se detuvo. —Señor Clennam, mi hija Fanny. Mi hija mayor y mi hijo, señor Clennam. La campana es la señal para que los visitantes se retiren y por eso vienen a darme las buenas noches; pero queda mucho tiempo, mucho tiempo. Hijas, el señor Clennam disculpará los trabajos que tengáis que hacer juntas. Me parece que sabe que aquí sólo tengo una habitación. —Sólo quiero que Amy me dé mi vestido limpio, padre —dijo la segunda muchacha.