CARTA XX

652 Words
CARTA XX LA MARQUESA DE MERTEUIL AL VIZCONDE DE VALMONT ¡Ah, picarillo! Me lisonjea temiendo que me burle de usted. Vamos, le hago a usted gracia. Me escribe tantas locuras, que debo perdonarle el juicio que le hace tener su presidenta. No creo que mi caballero sería tan indulgente como yo; sería capaz de no aprobar nuestro nuevo arrendamiento y de no hallar nada de gracioso en la idea loca de usted, a pesar de que a mí me ha hecho mucha gracia y que verdaderamente sentía tener que reír sola. Si usted hubiese estado allí no sé hasta donde podría conducirme mi alegría. Pero he reflexionado y me he armado de severidad. No es decir que renuncio para siempre; pero que doy largas y tengo razón; porque podría poner algo de vanidad y el que se pica al juego no sé dónde parará. Fuera capaz de cautivarle de nuevo y hacerle olvidar su presidenta; y si lograse yo, indigna, disgustar a usted de la virtud, ¡qué escándalo! Para evitar este peligro vea usted mis condiciones. Luego que haya logrado a su bella devota y pueda probármelo venga y soy suya. Pero sabe bien que en los negocios importante no se admiten pruebas sino por escrito. Con este arreglo, por una parte yo seré una recompensa y no un consuelo, idea que me agrada más. Y por otra parte el logro de usted será más picante, sirviendo de medio para una infidelidad. Venga, pues, venga lo más pronto posible a hacerme el testimonio de su triunfo, al modo que venían nuestros antiguos y valientes caballeros a poner a los pies de sus damas los frutos brillantes de su victoria. Seriamente, estoy curiosa de saber lo que puede escribir una devota después de un momento semejante, y qué velo pone a sus pensamientos después de no haber dejado ninguno a su persona. Usted puede ver si me rindo a un precio muy alto, pero advierto que no haré ninguna rebaja. Hasta entonces, mi querido vizconde me permitirá que permanezca fiel a mi caballero y me divierta en hacerlo feliz a pesar de la pequeña pena que su dicha causa a usted. Sin embargo, si yo fuese una libertina, creo que en este momento tendría él un rival peligroso: la joven Volanges. Estoy loca por esta criatura. Es una verdadera pasión; o me engaño o llegará a ser un de nuestras mujeres más de moda. Ver desenvolverse su tierno corazón es un espectáculo delicioso. Ama ya con furor a su joven Danceny, pero no lo conoce ella todavía. Él mismo, aunque está muy enamorado, tiene todavía la timidez propia de su edad y no se atreve a demostrárselo. Ambos están en admiración delante de mí. La niña, sobre todo, tiene grandes deseos de decirme su secreto particularmente de algunos días a esta parte la veo verdaderamente sofocada y le hubiese hecho un gran servicio ayudándola un poco, pero no olvido que es una niña y no quiero comprometerme. Danceny me ha hablado un poco más claro, pero en cuanto a él he tomado mi partido y no quiero escucharlo. En lo que mira a ella estoy tentada muchas veces en hacerla mi discípula. Es un favor que tengo ganas de hacer a Gercourt. Me deja el tiempo necesario pues está en Córcega hasta el mes de octubre. Tengo idea de que aprovecharé este tiempo y que le daremos una mujer ya formada en vez de una inocente colegiala. ¿Cuál es, en efecto, la insolente seguridad de aquel hombre que se atreve a dormir tranquilo mientras alguna mujer a quien ha ofendido no se ha vengado de él aún? Mire usted, si la niña estuviese aquí en este momento, no sé qué no le diría. Adiós, vizconde, buenas noches, y buen acierto. Pero, por Dios, adelante. Piense que si no logra a esa mujer las otras se avergonzarán de haberlo tenido a usted. En…, a 20 de agosto de 17…
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