Luris y Luigi se abrazaban con una intensidad que al viejo detective Mendoza Paz le incomodaba, pero a la hora del té la chica se había calmado y no había sido otro que su medio hermano el que lo causó. O su novio. O su amigo. Lo que mierda fuese. Mendoza miró su reloj de muñeca y en su cabeza bailó una Malía sonriente y burlona. Esta era otra desgraciada traída por esa chica, de eso estaba seguro, porque si realmente Malía estaba involucrada como la principal sospechosa en tantas desapariciones, era por ella que toda esta mierda de vida de ese par ocurría, ¿No? Pero Mendoza Paz se equivocaba, como la mayoría de las veces hacía debido a su soberbia y falsa grandeza que le jugaba la mala broma de pintarle un falso positivo ante sus ojos. Porque si hubiese pensado más a fondo en que los ch
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