Capítulo 6.3

1806 Words
Inosuke y Aiko Tanaka eran los hijos de inmigrantes japoneses que llegaron a los Estados Unidos en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias. Ambos habían nacido en territorio estadounidense, en la ciudad de Portland, en donde se asentaron sus familias cuando llegaron en la década de los años 20 del siglo pasado. A base de mucho esfuerzo y dedicación, la pareja pudo hacer crecer el negocio que Inosuke heredara de su padre, una bodega, convirtiéndola en un autoservicio, luego un supermercado y de ahí saltando hacia la cadena de tiendas de abasto, hasta que llegaron a tener un centro comercial. La pareja había sido bendecida con la prosperidad económica y con mucho amor entre ellos, pero para ser felices solo les era necesario cumplir con un sueño: tener un hijo. Por problemas en su útero, Aiko abortaba a las pocas semanas de haber quedado embarazada al feto concebido, por lo que recurrieron a varios especialistas, quienes les daban muchas esperanzas, pero ninguno conseguía que uno de los bebés permaneciera en el vientre de la madre, creciera sano y naciera sin inconvenientes. Ya tenían diez años intentando ser padres cuando Aiko cumplió los treinta y seis años e Inosuke los treinta y nueve. En la cultura japonesa normalmente se espera tener hijos antes de los treinta para dedicarse al cuidado de estos cuando aún se es joven y se tienen las fuerzas suficientes para cubrir todas las necesidades de la prole, pero ellos ya habían pasado varios años de esa edad ideal y a cada nuevo intento les empezaba a parecer que nunca lograrían obtener lo que tanto deseaban. Por recomendaciones de unas amistades habían llegado a un hospital en la ciudad de Salem buscando a un especialista en fertilidad. Hicieron todo el tratamiento y nuevamente fue un fracaso. Aiko lloraba una vez más e Inosuke ya no sabía cómo consolar a su esposa y a sí mismo ante la nueva pérdida. Abrazados uno al otro estaban consolándose en uno de los pasadizos del gran hospital cuando escucharon a unas enfermeras comentar que un recién nacido que padecía de una cardiopatía había sido abandonado en el nosocomio, ya que la madre, una adolescente de quince años, se había dado a la fuga sin reclamar a su hijo. Como si fuera un mensaje de Dios, la pareja se acercó a las enfermeras y pidió que le indicaran en dónde estaba ese pequeño que había sido abandonado por su madre para conocerlo y ofrecer al hospital cubrir todos los gastos que requiera el cuidado del menor. Al mirar el área de neonatal desde la ventana exhibidora, una de las enfermeras cargó al pequeño en sus brazos y se acercó para que la pareja lo viera. Eso fue amor a primera vista. Ambos esposos empezaron a llorar por la alegría que sentían de haber conocido a ese pequeño, que al no saber qué nombre le hubiera puesta la desnaturalizada madre que lo dejó ahí, solo y a su suerte, el personal médico y de enfermería lo llamó Bryan. Los Tanaka se quedaron a vivir en Salem para ir todos los días al hospital para visitar al pequeño Bryan y llevar todo lo que necesitaba para su cuidado, desde la fórmula especial para que sea alimentado hasta la ropa que usaba. La pareja de esposos pagó la cirugía a la que se tenía que someter al bebé para reparar su corazón, así como los meses que debió permanecer hospitalizado para hacerle un seguimiento exhaustivo a su condición. Al tener que comunicar a la asistencia social sobre el caso del menor, el hospital también reportó sobre la pareja que desde el primer día que el menor necesitó ayuda estuvo ahí con él para que pudieran ver la opción de una posible adopción, ya que Los Tanaka mostraban mucho interés por el pequeño. Cuando llegó el momento de que Bryan dejara el hospital, ya era el hijo legalmente adoptado por Inosuke y Aiko Tanaka. La pareja no quiso cambiarle el nombre que los profesionales que trabajaban en el hospital habían utilizado para llamarlo con cariño, por lo que ese sería el que apareciera en su acta de nacimiento. Al ser rubio, de ojos verdes, de una piel blanca que se teñía de rojo ante el calor y de azul ante el frío, era obvio que ese bebé no era un hijo que compartiera la genética de Los Tanaka, pero ellos compartían con él algo más valioso: el corazón. Por libre decisión, ese par de tristes descendientes de inmigrantes japoneses entregaron su corazón para reparar el de ese pequeño, que no solo había nacido enfermo, sino que había sido quebrado por el abandono del ser que más debió amarlo, su madre. Para Bryan fue obvio que sus padres no lo eran cuando un compañero de escuela se lo hizo ver. Apenas había cumplido los siete años y durante todo ese tiempo nunca cuestionó el que sus ojos fueran de un color diferente al de sus padres, o que su cabello fuera más claro, o que sus ojos lucieran aún grandes cuando sonreía. Inosuke y Aiko le confesaron que no habían hablado del tema porque para ellos él era su hijo y no había nada que discutir ni explicar, que desde que nació cuidaron de él, lo protegieron y que seguirán haciéndolo hasta que la vida se los permita. Al crecer y llegar a la adolescencia, porque lo vieron importante y necesario, le entregaron la información sobre sus padres biológicos. Bryan leyó los documentos y después de ello rompió los folios. El amor de sus padres de crianza más su fe en Dios, una que fue inculcada por la pareja, le hicieron ver que solo debía conocer la verdad para agradecer la oportunidad que se le dio al encontrar a quienes lo amaron desde el primer vistazo que le dieron, por lo que no se interesó en buscar a quienes lo abandonaron para pedir explicaciones que estaban de más. - Por eso lo de hacer misión para agradecer todo lo que Dios te ha dado desde que naciste hasta que terminaste la universidad –pensó Ann en voz alta. Bryan la miraba completamente embelesado por su belleza, inocencia y bondad-. Entonces, ¿fuiste tú quién me consiguió el abogado y le ha dado un empleo a mi papá? –preguntó expresando agradecimiento en su mirada. - Sí y no. Al contarle a mis padres por lo que estabas pasando, ellos le pidieron al Dr. Hansen que viera el caso y me asesorara para presentar la denuncia ante la policía. El abogado tiene un contacto de alto rango en la Policía Estatal, por lo que pudo comentarle sobre lo que ocurría en Sisters antes de presentar formalmente la denuncia. Este contacto fue quien recomendó que se haga una denuncia anónima, que él la recibiría y dispondría averiguar lo que estaba sucediendo. Al confirmar la muerte del menor atropellado en circunstancias desconocidas, supo que no era una broma y ya todo lo demás lo sabes. No solo yo participé en tu ayuda, también lo hicieron mis padres, el Dr. Hansen y su contacto. Sobre lo de tu padre, era obvio que no duraría en su empleo por mucho tiempo, así que el Dr. Hansen aprovechó en recabar información sobre Alfred Houston para ver cómo podríamos ayudarle a conseguir uno nuevo. Que Los Clark decidieran venderlo todo e irse del pueblo fue preciso para encontrar algo mejor para tu padre y familia. Mis padres no tuvieron que pensar mucho para decidir aplicar a la compra porque en sí era un buen trato, así que se efectuó. - ¿Tú serás el gerente del centro comercial? –Ann preguntó muy curiosa. - No. Se requiere a alguien con experiencia para que el negocio marche bien y la gente de Sisters pueda mantener sus empleos. Yo solo estaré aquí como un misionero, ayudando al reverendo y a la gente del pueblo en lo que necesiten. El tiempo transcurrió, pasó un año de lo sucedido con Arthur Clark, un año que Bryan servía como misionero sin dar muestras de cuándo acabaría con su misión. A Ann no le disgustaba tener en Sisters a quien consideraba su mejor amigo, pero le preocupaba que él no se desarrollara en la profesión que eligió y estudió. Una tarde, mientras tomaban un helado en la nueva heladería del centro comercial, Ann le preguntó a Bryan sobre su futuro, por qué no partía hacia Salem para hacerse un importante hombre de negocios al trabajar al lado de sus padres. - No quiero irme de Sisters –dijo él mirando fijamente a Ann. - ¿Por qué? Por más que haya un centro comercial y muchos más visitantes al haber repotenciado el turismo vivencial en las granjas y el de deportes al aire libre aún somos un poblado pequeño –ella no se percataba de lo que Bryan estaba diciéndole con la mirada. Por más que haya pasado por tanto horror, se mantenía inocente. - Porque hay alguien que me importa mucho y no quiero perder la oportunidad de poderla enamorar –tras escuchar lo que dijo Bryan, Ann dejó de comer su helado porque empezaba a entender lo que él quería decirle. La única muchacha con la que conversaba en el pueblo era ella, a las demás solo las saludaba y era muy cortante, así que la joven Houston se imaginó que se refería a ella-. Ann, tú me gustas mucho –dijo el misionero y ella de inmediato sintió como el corazón se le aceleraba, empezaba a faltarle el aire y a sentirse un poco mareada. - ¿Y por qué no me has pedido ser tu novia? –con esa pregunta Ann hizo manifiesto de que el interés de Bryan por ella era correspondido. - Porque estoy esperando que seas mayor de edad –ella sonrió al escucharlo decir que la condición para que le declare su amor es que cumpla los dieciocho años-. No es broma. Te quiero bien, y por ello quiero comenzar una historia contigo cuando seas una mujer con la capacidad de ser juzgada por tus actos. Espero que hayas aprendido que cuando alguien quiere dañarte, ese abuso no solo te perjudica a ti, sino que también puede lastimar a otros, por lo que tendrás que luchar para no ser víctima de nadie sin evadir a la ley ni la justicia –Ann lo miraba maravillada porque él no desistía de empujarla a ser una mejor versión de ella misma. - Entonces te espero enfrente de la puerta de mi casa, a las 6 am, dentro de tres meses y ocho días –dijo Ann y él sabía muy bien que lo estaba citando a primera hora en el día de su cumpleaños número dieciocho para que le pidiera ser su novia y ella lo aceptara.
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