Capítulo 3.3

1701 Words
- Buenas tardes –se escuchó decir a Ann y los tres que conversaban callaron de improviso. El silencio incomodó a la periodista, quien sonrió, algo que no era muy común que se le viera hacer, y continuó con su saludo-. Me alegra verlos muy contentos, compartiendo un agradable momento. ¿Cómo estás, Ryusei? Desde que te entrevisté, hace dos años atrás, no he tenido la oportunidad de saludarte otra vez –Ann sonreía sinceramente al actor japonés, y este hizo una reverencia de 90° grados, de esas que solo se ofrecen a aquellas personas que son muy honorables, admirables, dignas de todo respeto. - Buenas tardes, Señora Ann Houston. Es para mí un enorme placer volverla a ver –Ryusei sonaba muy formal para Phelps, pero Emma se percató que estaba nervioso, algo que no entendió porque su tía sí era intimidante, pero había sido amable y hasta dulce con él, así que su nerviosismo no tenía justificación. - Me alegra que hayas conocido a mi sobrina Emma. Ella, al igual que tú, empezó muy joven en el arte de la actuación en su natal Londres. Ahora que trabajarán juntos espero que entre ustedes se puedan apoyar y que nazca una linda y fuerte amistad –sin consultarlo con su sobrina, Ann ya había iniciado su plan para acercar a Emma a Ryusei. - No lo dude, estimada Ann Houston. Seré el soporte de Emma en lo que ella necesite, la cuidaré y protegeré, de eso no tenga duda –la promesa que Ryusei le hizo a Ann alegró mucho a la periodista, sonrojó a Emma y animó mucho a Phelps porque si el amor nacía entre sus protagonistas, se aseguraba un rotundo éxito en la temporada. Ninguno entendió lo que en realidad motivaba a Ryusei a ofrecer tal promesa. - ¿Les parece si compartimos la mesa para almorzar juntos? – propuso Phelps y Ann lo apoyó. Para que Ryusei camine al lado de Emma, la Houston no dudó en tomar el brazo que el director de teatro le ofreció, movimiento que lo sorprendió gratamente. Ann le pidió a Ryusei que ofreciera el brazo a su sobrina para acercarse a la mesa, cosa que el actor hizo mirando fijamente el brazo que la periodista entrelazó con el del director de teatro. Los cuatro degustaban de los alimentos con muy buen ánimo y reían de las ocurrencias de Phelps, quien resultó ser un hombre muy carismático y divertido. Ann reía como hace mucho no lo había hecho, algo que agradecía Emma, ya que, si Ann se preocupaba porque su sobrina no tenía amigos ni vida social, en la joven actriz crecía la misma emoción al ver que su tía no hacía otra cosa que trabajar, ocuparse de su carrera de actriz, leer y escribir en ese cuaderno que guardaba bajo llave en su habitación. Por unos buenos minutos Phelps y Houston se perdieron en una conversación referente al trabajo que el último actor ganador del Oscar había realizado en Broadway, lo que permitió que Emma preguntara a Ryusei sobre algo que le había llamado la atención. - ¿Por qué hiciste esa reverencia tan marcada y por tanto tiempo cuando saludaste a mi tía? –para Emma era la primera vez que veía un saludo japonés, así que se esperaba que llamara su atención. - En mi cultura, el respeto es una virtud que las personas se ganan por las acciones que realizan, por su posición jerárquica dentro de la familia o sociedad y por la edad a la que han llegado. - Entonces, ¿la hiciste por respeto a mi tía porque es mayor que tú? –Ryusei negaba moviendo suavemente la cabeza. - Tu tía no solo se merece mi respeto porque es mayor que yo, sino porque es una mujer de admirable honor. Ella ha aportado valiosa información para la desarticulación de grupos delictivos que dañaban a los más inocentes en la sociedad y de paso desprestigiaban la labor de aquellos que trabajamos en el mundo del espectáculo dignamente. Ann Houston, es una mujer de muy alto honor, por lo que se merece todo mi respeto –los ojos de Ryusei brillaban más a cada segundo que su discurso continuaba, algo que llamó la atención de Emma porque nunca había notado eso en una persona. - Tus ojos brillan –soltó Emma sin pensar. - ¿Qué? –preguntó Ryusei algo confundido. - Tus ojos, hablas de mi tía y brillan –Ryusei empezó sentir que sus nervios lo podían traicionar. - Te debe haber parecido. - No, estoy segura que brillaron no por la acción de la luz, ya que es de día y no hay ninguna luz directa que llegue a tu rostro. Es como si algo en tu interior los hubiera hecho brillar –Emma observaba fijamente a Ryusei porque, de tantas novelas románticas que había leído, llegó a una conclusión que al principio le pareció una locura, pero al mirar a su tía y encontrarla bella y llena de vida, entendió que no era tan difícil que eso sucediera. - Tu tía es una persona muy importante para mí –dijo Ryusei y su mirada nuevamente se llenó de ese resplandeciente brillo-. Ella fue muy amable conmigo cuando me entrevistó. Con ella me sentí cómodo y me permitió mostrarme como soy ante el público, algo que ningún periodista o presentador de televisión había logrado. Tu tía es mágica y muy especial para mí –con esas palabras, Emma comprobó lo que empezaba a sospechar, pero no insistió en el tema. Ryusei y Emma dejaron de conversar cuando escucharon un fuerte «no» que provenía de Ann. Phelps había cambiado drásticamente el tema de la conversación que sostenía con ella para empezar a cortejarla, pero la periodista intentó en varias oportunidades mantener el asunto de la charla que había iniciado con el director de Broadway, pero este comenzó a insistir con mayor intensidad, algo que incomodó a la Houston, y por ello elevó la voz buscando hacer que Phelps se detenga. Emma quedó atenta a la expresión de Ryusei, quien había cambiado su mirada llena de amabilidad por una que mostraba indignación y sus ganas por hacer que Phelps deje de molestar a Ann. Al haber terminado el almuerzo y ser imposible continuar con la sobremesa ante el insistente pedido de Phelps a la Houston de que acepte cenar con él esa noche, o al menos que lo favorezca cediendo tomar una copa en el bar después de la cena, esta dejó su asiento para retirarse del comedor. Cuando el director de Broadway quiso hacer lo mismo para seguirla, la fuerte mano de Ryusei lo detuvo. Phelps iba a gritarle al actor japonés por estar impidiendo que vaya tras la mujer que le interesaba, pero la expresión seria, ruda y nada amigable de Ryusei hizo que este se calmara al darse cuenta que estaba cometiendo un error al comportarse de esa manera. Emma dejó la mesa para ir detrás de su tía sin antes pedirle a Ryusei que no pierda la calma con Phelps, algo que sorprendió al japonés, pero que prometió que no pasaría a mayores el que retuviera al enamorado admirador de Ann Houston en el comedor. Cuando llegó a la cabaña que compartía con su tía, la joven actriz abrazó a la periodista, quien estaba sentada sobre el borde de la cama con el rosto escondido entre sus manos. Tras darse cuenta que Ann ya había dejado atrás el mal momento, Emma le preguntó por qué se le hacía tan difícil aceptar de vez en cuando la invitación que algún hombre que se sentía atraído a ella. - No es tan fácil cuando el único hombre al que amé ha dejado la vara demasiado alta para el resto –soltó Ann mientras dejaba escapar un profundo suspiro. - Tía, ¿tan especial fue el tío Bryan? –Emma no sabía mucho sobre aquel hombre que fue el esposo de su tía Ann. - Mucho. Él me enseñó a amarme a mí misma; a que, si quería que los demás me respeten, debía primero respetarme, y que la única forma era siendo leal conmigo, con mis ideas, sueños y valores. Él era seis años mayor que yo, y cuando lo conocí apenas llegaba a los veintidós años, pero era un hombre muy culto, inteligente y maduro. Bryan fue el amor de mi vida –Emma quedó muy conmovida al ver que su tía Ann derramaba unas cuantas lágrimas, aunque lucía tranquila. El recuerdo del amor que sostuvo con su amado esposo era bonito, alegre, pero el haberlo perdido tan pronto, sin haber hecho realidad tantos sueños que ambos idealizaban, causaba que la cicatriz que se había formado en su corazón roto a veces doliera. - No fue mi intención que te sintieras triste, tía Ann –confesó Emma con la mirada perdida en el suelo de la habitación. - Mis emociones y sentimientos no son generados por ti, mi bella Emma. Soy yo la que recuerda a tu tío y siento un poco de tristeza por todo lo que pude tener a su lado y no conseguí porque partió muy pronto de este mundo. Si él no hubiera fallecido, ahora tendríamos cinco hijos o más –Ann reía, aunque las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas-. Hubiéramos sido tan felices. - Aún puedes ser feliz, tía Ann. Creo que al tío Bryan no le molestaría verte al lado de un buen hombre que te ame incondicionalmente. Quizás no tendrías cinco hijos o más, pero al menos podrías tener un par –Ann sonrió ante el comentario de su sobrina. - El problema es que ese buen hombre no existe. Tendría que ser tan bueno como lo fue tu tío, y hasta ahora no he encontrado a alguien como él. Bryan me demostró que la vida en matrimonio estaba llena de alegría; que los problemas que se presentaban se enfrentaban en equipo, y cuando llegaba la tristeza no había que sufrir porque nos teníamos el uno al otro para consolarnos y empezar de cero. Simplemente me negué a rehacer mi vida porque si no es con un hombre como Bryan, no quiero nada.
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