Capítulo 7.2

1677 Words
- Gracias, me he reído como hace mucho no lo hacía –dijo Ann y el recuerdo de la última noche al lado de Bryan llegó a su mente porque en esa oportunidad rio muchísimo por las ocurrencias que su esposo decía mientras compartían un delicioso baño de espuma juntos. La tristeza quería opacar la alegría que había estado gozando, pero Ryusei no lo permitiría al darse cuenta del repentino cambio. - Cuando guste, Houston san. Sería bueno poder reunirnos seguido, así no tiene que pasar tanto tiempo entre los momentos de mucha risa que puede disfrutar –la sonrisa sincera y jovial de Ryusei la hizo sonreír y olvidarse de la tristeza que llegó con el recuerdo de su difunto esposo. - Para mí será un placer poder gozar de tu compañía, Ryusei. Y, por favor, si yo te llamo por tu nombre, haz lo mismo conmigo –pidió Ann con mucha honestidad. - De acuerdo, Ann chan –dijo el japonés y al no recibir la pregunta de la periodista sobre qué significa el “chan” que anexó a su nombre, este le preguntó si no le daba curiosidad el significado de ese término. - Lo sé, es una expresión de cariño y respeto que se le ofrece a las mujeres, niños pequeños o ancianos, como a los abuelitos –Ryusei sonrió complacido de que ella supiera algo de su cultura. - ¿Y dónde aprendió sobre la particular forma que tenemos de llamar a quienes apreciamos en j***n? ¿No me digas que tuviste un novio japonés? –los ojos de Ryusei estaban abiertos de par en par, lucía expectante a la respuesta de Ann. - No exactamente. Los padres de mi difunto esposo forman parte de la comunidad nikkei al ser hijos de japoneses nacidos en los Estados Unidos. Ellos educaron a mi esposo en sus costumbres y él me las enseñó. La cultura de la que provienes fue parte de mi hogar, y por amor a mis suegros la he mantenido en mi vida. Algún día le pediré a Emma que te invite a cenar con nosotras en el apartamento que residimos en New York para que veas cómo está decorado, detalle que exigí para pagar con gusto la escandalosa suma que me pedían –Ann volvía a sonreír y estaba vez ya no había de excusa una terapia de trabajo en grupo. Ella disfrutaba de la compañía de Ryusei, y eso observó Emma, quien se mantenía atenta, pero a lo lejos, a las reacciones de su tía, ya que en la joven actriz había nacido una idea que pondría en ejecución muy pronto. Dos serían los meses de ensayo para una temporada que duraría seis. El siguiente lunes, tras regresar a La Gran Manzana, iniciarían los trabajos para tener la producción lista para el estreno. Ann dejaba a Emma en el teatro donde ensayaba por la mañana y parte de la tarde, y después se dirigía a las instilaciones del canal para avanzar con la grabación de los espacios de espectáculos de los noticieros y a preparar el material para el programa de los sábados. Ya por la noche, Ann recogía a su sobrina, quien siempre se quedaba en el teatro hasta terminar la presentación de la obra que estaba en cartelera. La primera semana solo fueron tía y sobrina cenando en casa o en un reconocido restaurante que le recomendaban a la Houston. Sin embargo, en el inicio de la segunda semana, Emma llamaría a su tía mientras ambas seguían ocupadas en sus asuntos de trabajo para preguntarle si podía invitar a cenar a Ryusei Miura. - ¡Por supuesto que sí, cariño! –soltó Ann emocionada de que su sobrina llevara un amigo al apartamento, y más porque era ese joven actor japonés que le caía tan bien. - ¿Te parece si compramos algo para cenar? Quizás algo de comida italiana –sugirió Emma. - No, nada de eso, prepararé la cena que le ofreceremos al amigo Ryusei. Yo ya he terminado de hacer todo lo que me compete en el trabajo, así que no me quedaré a hacer tiempo hasta que llegue la hora de recogerte. Tengo todo lo necesario en el apartamento para una deliciosa lasagna, una ensalada César y pan al ajo –decía Ann mientras sonreía emocionada porque ya se imaginaba a Emma en una relación formal con Ryusei, algo que le daba mucha alegría al recordar los inicios de su relación con Bryan. - Dice Ryusei, que para evitar que estés en apuros por venirme a recoger, que él me lleva al apartamento, y que contribuirá con una botella de buen vino tinto para acompañar la cena –Emma le dio el mensaje del actor japonés a su tía. Ryusei estaba muy cerca de la joven actriz inglesa, tratando de escuchar lo que decía Emma. - ¡Pero qué detalle! Todo un caballero resultó ser nuestro amigo Ryusei –soltó Ann en un tono más elevado de voz al estar sola en su oficina en el canal que el japonés pudo escuchar su comentario, el cual le hizo sonreír-. De camino al apartamento compraré helado. Un cassata napolitana caería bien para nuestra noche italiana –Ann rio porque serían un japonés, una inglesa y una estadounidense cenando comida italiana casera. Ann había aprendido a cocinar desde que era una niña de diez años, ya que al principio de su vida se pensaba que en el futuro sería una tradicional ama de casa, como lo fueron las mujeres de su familia, incluida Alice, que la única labor fuera de las tareas del hogar era la de ser agente de sus hijas. Como lo había ofrecido, antes de llegar al apartamento pasó por una reconocida gelatería italiana y compró el delicioso cassata napolitana, al cual pidió que le colocaran cerezas marrasquino de más, ya que a su sobrina le encantaba comer esa fruta en almíbar junto con crema batida. Al llegar a casa cambió su calzado, ya que mantenía el estilo japonés al cual se acostumbró cuando se casó con Bryan, y se dirigió a la cocina para iniciar con los preparativos de la cena. Ryusei pidió a su agente que comprara el vino tinto que llevaría a la cena con Emma y Ann, por lo que, cuando se dirigían al apartamento, no debieron hacer ninguna parada para adquirir ese líquido detalle que vio a bien ofrecer para la cena. Al subir al piso del apartamento, Ryusei pudo darse cuenta que debían tener una bonita vista de la ciudad de New York, algo que comprobó al ingresar y notar el hermoso ventanal que iba por toda la sala y comedor de la propiedad. Sin embargo, lo que sorprendió al japonés fue la decoración del apartamento, una que le recordó al suyo donde vivía en Los Ángeles, que fue un obsequio de su tío Kenji por el éxito de la primera película en la que participó siendo el protagonista. - ¡Bienvenidos! –se escuchó la voz de Ann saludándolos. - Hola, tía. Mmmm, esa cena debe estar deliciosa. ¡Huele riquísimo! –soltó Emma mientras se retiraba el abrigo y se disponía a hacer lo mismo con sus zapatos. - Ann chan, ¡este apartamento es tan japonés! –soltó Ryusei sonriendo mientras observaba cada detalle que encontraba. - Bueno, solo en las áreas comunes de la propiedad porque cada alcoba cuenta con su baño propio, algo que no sucede en las casas japonesas, donde solo hay una bañera para toda la familia –mencionó Ann algo apenada porque el espacio que consiguió no imita al 100 % la estructura de una vivienda en j***n. - ¿Ah? Pero en la mansión donde crecí cada alcoba tiene su propia bañera –la cara de no entender lo que comentó Ann fue tan graciosa que la periodista empezó a reír como lo hiciera durante el fin de semana. - Supongo que así debe de ser en el hogar de una familia multimillonaria como la tuya. Mis suegros provienen de familias de clase media-baja, así que para ellos tener una bañera para toda la familia ya era opulencia –Ryusei sonreía con una expresión un poco boba en la mirada. Al japonés le impactaba mucho la expresión alegre de la periodista, cosa que Emma advirtió desde el fin de semana del taller. La cena ya estaba servida en el comedor, así que no demoraron en tomar asiento y disfrutarla. Los tres comensales conversaban y reían al ser entre ellos una buena compañía. A la hora de tomar el postre Ryusei parecía un niño que era engreído por Ann, algo que le pareció muy tierno y romántico a Emma. Al japonés le encantaban también las cerezas con crema, algo que Ann hizo resaltar con notoria insinuación de un posible romance entre el actor y su sobrina al tener algo más en común, cosa que hizo que Ryusei se entristeciera por un breve momento, pero que le bastó a Emma para entender que su idea no era tan descabellada, que al menos uno de esos dos ya empezaba a sentir cosas por el otro. Sí, la idea de Emma era que su tía Ann y su amigo Ryusei se enamoren e inicien una relación formal. Ambos eran tan aburridos y sosos al estar por separado, pero cuando se juntaban la alegría y el buen humor llenaban el espacio donde se encontraban, por lo que la joven inglesa determinó que esos dos eran el uno para el otro. Ella había tramado ir metiendo de a poco a Ryusei en la vida de su tía. Las cenas en casa eran ideales porque la complicidad del calor de hogar aportaba a sus pretensiones de que esos dos se conozcan mejor, y como su tía Ann cocinaba riquísimo, de seguro era un motivo más para que Ryusei se interesara en ella, aunque Emma ya estaba segura que el japonés pensaba en su tía no como su amiga periodista, sino como una mujer bella y muy interesante a la que le gustaría cortejar.
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