Capítulo 10.1

1528 Words
Emma llegó a primera hora de la mañana al apartamento esperando que todo haya resultado como esperaba. Al abrir la puerta de entrada y toparse con la escena del actor y la periodista durmiendo abrazados sobre el sofá de la sala, supo que su plan había sido un éxito. Al verlos dormir plácidamente, la joven actriz se dirigió a su habitación para tomar un baño y cambiar su vestimenta. Luego salió hacia la cocina para preparar el desayuno, ya que debían celebrar que su tía Ann y su amigo Ryusei habían confesado su amor e iniciado una relación. El olor a huevos fritos y tocino hicieron que los enamorados despertaran con hambre. El temporizador del horno avisó que el pan de maíz ya estaba listo y el ruido de la licuadora que el delicioso y fresco jugo de frutas estaba en camino. Ann se levantó del sofá después de dejar un beso en la frente de Ryusei, quien se tomaba su tiempo para desperezar su cuerpo, y caminó hacia la cocina, encontrando a Emma atareada picando la fruta que acompañaría los panqueques que aún faltaban cocer. - Veo que te hace falta la ayuda de un par de manos –soltó Ann caminando hacia su sobrina. - ¡Tía Ann! –exclamó Emma soltando el cuchillo que tenía en la mano para abrazar a la periodista. La actriz no podía cerrar apropiadamente ese gesto de cariño porque llevaba las manos manchadas por restos de fresas, pero su tía lo hizo, por lo que pudieron brindarse un acogedor abrazo. - ¿Hace mucho que llegaste? –preguntó Ann por hacer conversación. - Hace tres horas –respondió la joven White volviendo a su labor de trocear las frutas. - ¿Y por qué no nos despertaste? - No me atreví. Se veían tan lindos durmiendo abrazados que no quise romper ese bello momento –la alegría y sinceridad de Emma eran notorias, por lo que Ann sonrió a la vez que se sintió un poco apenada por haber pensado que su sobrina estaba enamorada del actor japonés. - ¿Y todo este banquete? - Para celebrar. Imagino que tú y el amigo Ryusei ya son pareja –la voz cantarina que utilizó Emma hizo reír a Ann. - Sí, lo somos. Hasta hemos fijado tres acuerdos para que desde el inicio de nuestra historia no haya malos entendidos –dijo Ann con alegría y añoranza, ya que lo que estaba viviendo con Ryusei ya lo había vivido con Bryan. - ¡Iiiiiiii! ¡Qué emoción! Me siento toda una celestina –soltó Emma dando saltitos de felicidad. - Ryusei me contó lo de tu plan –comentó Ann a su sobrina, quien se puso seria para explicarse con su tía. - Te extrañaba, por lo que no quería continuar alejada de ti. Y el pobre de Ryusei parecía un fantasma que penaba en el teatro. Solo cuando salía al escenario se le veía vivo. Ese es el “Efecto Houston” –bromeó Emma y Ann sonrió-. Se te hacía difícil aceptar que él te gustaba. - Tenía demasiadas dudas. Pensaba que mi interés por él te quitaría la oportunidad de vivir una bonita historia de amor con alguien maravilloso, alguien como Bryan. Yo ya tuve un buen hombre en mi vida y quiero que tú también lo tengas. A tu edad yo ya era una joven viuda, y tú ni tu primer beso, que no sea actuado, has tenido –Emma abrazó a su tía sin que esta se lo esperara. - Gracias por preocuparte por mí, tía Ann –soltó la joven sin dejar el abrazo-, pero todo llega en el momento preciso. No te preocupes si a mis veintiséis años aún no sé lo que es el amor de pareja, confío en que hay alguien para mí andando por algún lugar. Y si no lo hay, pues, me dedicaré a entregarle mi amor a quien lo necesite. Hay tantos gatitos y perritos solos –Ann empezó a reír a carcajadas. - Por un segundo pensé que ibas a decir: «hay tantos niños solos y abandonados», pero tú me sales con los gatos y perros –Emma reía al escuchar la explicación de su tía. - Bueno, también le daría mi amor a niños que no tienen a su mamá ni a su papá con ellos –corrigió Emma su comentario-. Desde que comparto la vida contigo nunca te vi irradiar tanta alegría como lo haces al divertirte con Ryusei, y me alegra mucho que tu vida en soledad se haya acabado. - ¿Así lo crees? - Sí. Estoy completamente segura que tú y Ryusei saldrán victoriosos ante cualquier dilema que se les presente. - ¡Y así será! –se escuchó la voz alegre de Ryusei. Emma notó cómo iba vestido y empezó a soltar fuertes carcajadas. - ¡Por Dios! ¿Qué es eso? –preguntó la joven actriz tratando de calmarse. - Es que después que te fuiste del apartamento, Ann chan logró escapar y fui detrás de ella. La lluvia nos empapó y como mi ropa la puse a secar, improvisé con una sábana mi atuendo. Que, ¿acaso no te gusta? –el japonés empezó a modelar su vestimenta, arrancando risas a tía y sobrina. - Tu ropa ya está seca. Puedes tomar un baño y cambiarte –señaló Ann caminando hacia Ryusei, quien la abrazó y dejó varios besos sobre los rubios cabellos de su amada. La Houston estaba un poco apenada por la expresión de cariño que el japonés le daba, ya que Emma los miraba. - ¡Ay, tía! ¡Pero si somos familia! No te preocupes, yo no los critico si son o no melosos entre ustedes, así que no se cohíban enfrente de mí –precisó Emma al notar la incomodidad de Ann. - Hay algo que debemos conversar contigo, Emma chan –soltó Ryusei y Ann confirmó que así era moviendo la cabeza. - Está bien. Ustedes tomen un baño, obviamente en distintos tocadores –ese comentario de la joven White hizo sonrojar a la pareja-, cambien sus ropas y los espero con el desayuno listo. Tienen media hora, así que corran. Tras compartir el desayuno, Ann y Ryusei le comentaron sobre los tres acuerdos que habían pactado. Emma estuvo de acuerdo con los dos primeros, ya que la diferencia de edad podría ser un problema para todos alrededor de la pareja, menos para ellos que son quienes viven la relación, y porque Los Tanaka se han portado tan bien con Ann, tratándola como si fuera su propia hija, que sería triste perder contacto con ellos solo porque la Houston está rehaciendo su vida al lado de otro hombre. Lo que no le pareció es que mantuvieran en secreto la relación. - Eres un hombre de treinta años, Ryusei. No tendrías por qué darle explicaciones a tu familia sobre tus decisiones –Emma estaba cruzada de brazos y con una expresión facial muy dura mientras le hablaba a su amigo japonés. - Podría tener ochenta años y aun así le debo respeto a mis padres y abuelos. Las relaciones familiares son más formales en j***n que en otras partes del mundo –indicó Ryusei, pero igual Emma insistiría en su postura. - Como sea, no estoy de acuerdo. Todo el mundo debería saber que el amor nació y está creciendo entre ustedes. ¿Acaso vas a dejar de ver a mi tía solo para mantener la relación en secreto? - Ahí entra tu ayuda a tallar –mencionó Ryusei sonriéndole encantadoramente a Emma. - No te esfuerces, solo mi tía Ann cae ante tu linda sonrisa –soltó la joven White y Ann no pudo evitar la risa. - Entonces seré directo. Debemos hacerles pensar a la prensa y público que entre tú y yo se está dando algo –Emma empezó a toser porque se atragantó con su propia saliva después de escuchar el comentario de Ryusei. - Es una broma, ¿no? –Ryusei y Ann negaron con la cabeza-. Voy a requerir que me paguen un sueldo. Voy a tener que actuar todo el día, así que mínimo me merezco una recompensa –soltó Emma aún con el ceño fruncido. - Te prepararé la tarta de arándanos que tanto te gusta cuando tú quieras–soltó Ann mirando con ternura a su sobrina. - ¿Con crema pastelera para que no sea tan ácido el relleno? –Emma empezaba a negociar. - Con crema pastelera será –respondió Ann con una dulce sonrisa al parecerle que estaba hablando con una Emma pequeña, a la que le gustaba ver a su tía preparar su tarta favorita cada vez que la Houston visitaba a su familia en Londres. - Y quiero una cada fin de semana durante el tiempo que tenga que esforzarme en aparentar que Ryusei me gusta –el japonés la miró con asombro, ya que el comentario le sonó como si fuera un sacrificio el aparentar ser su novia. - Gracias, por lo que me toca –soltó Ryusei y las dos mujeres rieron. Tras calmar las risas, la conversación continuó
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