Capítulo 4.2

1600 Words
Arthur Clark tenía veintiséis años cuando se encontró a una bella e inocente Ann Houston de dieciséis andando por los pasillos del supermercado del pueblo de Sisters. Era el único hijo varón de Peter y Madison Clark, por lo que se sabía que sería el heredero universal de la fortuna de esa familia. Muy pocos eran los que recordaban al joven Clark, ya que este dejó Sisters a la edad de diez años, cuando sus padres decidieron que sería mejor para él estudiar en una gran ciudad y no en un pequeño pueblo. Después de tantos años alejado de su familia, Arthur volvió para aprender junto a su padre el manejo de los negocios que tenían, además que ya había acabado sus estudios de post grado, por lo que había completado su educación y estaba listo para ocuparse de los asuntos comerciales y financieros de Los Clark. En Alfred llegó a manifestarse dos emociones muy distintas ante el pedido y la proyección a futuro que hiciera Arthur Clark. Primero llegó la alegría por lo orgulloso que se sentía al saber que un Clark había puestos los ojos en una de sus hijas, pero no demoró mucho en llegar el miedo, ya que ese hombre era diez años mayor que Ann y un completo desconocido porque al irse del pueblo no pudo verlo crecer, por lo que no sabía si sus intenciones eran buenas o todo lo contrario. «Él ha hablado de matrimonio, eso es bueno, ¿no?», se cuestionaba a sí mismo Alfred sin saber qué respuesta darle a Arthur quien empezaba a mirarlo con fastidio. - He traído estas flores para la bella Ann y esta canasta con los más finos y deliciosos bocadillos que mi familia importa para abastecer las tiendas de delicatessen que tenemos en Portland. ¿Podría llamarla, así como al resto de la familia, para entregar los regalos con los que he venido a su hogar? –ante el pedido de Arthur, Alfred solo atinó a dejar su asiento y dirigirse al comedor para pedirle a la familia, incluido Harold como el esposo de Alice, a que lo acompañen a la sala. - Familia, les presento a Arthur Clark, el hijo del Señor Peter y la Señora Madison –los otros miembros de la familia de Alfred no podían creer que un joven con tanto dinero estuviera en la sala de su casa, sentado sobre ese viejo y feo sillón. - Joven Arthur, ¡cómo ha crecido! –dijo Abigail acercándose a él para saludarlo-. Lo recuerdo bien porque en varias oportunidades su madre me pidió arreglar alguno que otro atuendo de los tanto que tenía y lucía muy bien. Me alegra ver que se ha convertido en un buenmozo joven –Ann quiso reír por el comentario de su madre, ya que le pareció tonto, pero calló por el codazo que oportunamente Alice atinó entre las costillas de la jovencita. - La recuerdo bien, Señora Abigail. Por favor, reciba este detalle que he traído para que degusten en familia –dijo Arthur y la madre Houston tomó la canasta llena de diferentes tipos de embutidos, quesos y encurtidos. - ¿Y esas bonitas flores? –preguntó Abigail con una voz muy alegre. - Son para la bella Ann –la jovencita empezó a toser al atragantarse con su propia saliva, ya que la tomó por sorpresa que ese apuesto, pero misterioso hombre haya pensado en llevarle flores. - ¿Para mí? –preguntó Ann cuando se recuperó de la tos y pudo hablar. Arthur asintió con la cabeza, dejó su asiento y caminó hacia Ann para entregarle el regalo que adquirió para ella-. Gracias, son muy bonitas, pero no es mi cumpleaños –el ocurrente comentario de la jovencita hizo que Arthur sonriera. - No tendría que serlo para tener la intención de regalarte flores, bella Ann –soltó Arthur antes de que Alfred pudiera decir algo-. Este es el primer detalle que te entrego para expresarte mi interés por ti –Abigail, Alice y Harold miraron a Alfred, pidiéndole que explique lo que acaba de decir Arthur Clark. - El joven Clark ha venido hasta nuestro hogar para pedir mi consentimiento al cortejo que quiere iniciar con Ann –la joven dejó de mirar las flores para fijar la vista en su padre, cuya expresión facial no supo leer. Luego miró a Arthur, quien le sonreía de esa manera que le pareció provocativa, pero que a más tiempo la observaba, encontraba rastros de burla. - ¿Qué dices Ann? ¿Aceptas que frecuente tu casa para conocerte y ver si podemos ser novios? –la joven no sabía qué contestar ante las preguntas de Arthur, pero recordó la clase de hombre con la que quería desposarse por el anhelo de poder viajar a Londres y ver a su hermana todos los años. - Sí, acepto. Quiero conocerlo y saber si podemos ser novios y luego esposos –la seguridad con la que pronunció esas palabras convenció a Alfred de permitir que Arthur visite cuando quiera a su hija, pero el miedo que sintió no se desvaneció por más entusiasmada que contemplara a su querida Ann. Durante un mes Arthur Clark estuvo frecuentando a Ann en su casa para conocerla. El joven siempre era muy educado, sin mostrar fastidio en la falta de opulencia en los ambientes de la casa de Los Houston ni en las ropas de Ann, ya que él siempre llegaba bien vestido, con atuendos que se veían eran de marcas caras. Asimismo, en cada visita llevaba consigo algún detalle para la familia, además de un regalo para Ann. Poco a poco Arthur se metió al bolsillo a todos Los Houston, incluido Harold, por lo que veían a bien que inicie una relación formal y exclusiva con la menor de la casa. Una noche que llegara para visitarla como hacía casi a diario, Arthur le dijo a Ann que después de ese tiempo que se tomó para conocerla, se había percatado que ella era la mujer que quería para compartir su vida. Hincando una rodilla en el suelo de la sala de la casa de Los Houston y tomando las manos de Ann entre las suyas, Arthur le pedía a la adolescente que sea su novia, que esperaba que el amor creciera entre ellos y que llegaran al matrimonio. Ann no estaba enamorada, pero sí deslumbrada por los regalos de Arthur, así que no dudó en aceptar su propuesta, y fue ahí que recibió su primer beso, uno que no sintió especial ni mágico como se había imaginado que sería, pero no le dio mucha importancia porque su ahora novio le dijo que al día siguiente la llevaría a comprar ropa de mejor calidad, ya que empezarían a salir juntos, y al estar ante los ojos de todo el pueblo, ella debía lucir a la altura de un Clark. Los primeros tres meses de relación con Arthur fueron buenos, mas en Ann no despertaba lo que el verdadero amor hacía que apareciera en los jóvenes: el deseo de intimar con el ser amado. Los besos de Arthur le parecían muy fríos, como si a él le costara muchísimo unir sus labios a los de ella, pero esa idea la alejaba de su mente cuando repasaba las palabras que una vez le dijo su novio: «Para mí es un poco difícil ser apasionado contigo cuando sé que aún eres una menor de edad. Estoy dando todo de mí para respetarte hasta el día en que cumplas dieciocho años y pueda convertirte en mi esposa, ahí sí me dejaré llevar». El retorno de Arthur a Sisters había causado que el pueblo tomara renombre entre las grandes ciudades del estado de Oregon, como Portland, ya que el joven Clark había llegado con un plan de negocio que interesó a su padre y puso en ejecución de inmediato: la creación de un resort con campo de golf. Los turistas empezaron a llegar en grandes grupos, haciendo que la ciudad se viera más transitada y los negocios de hotelería de otras familias también crecieran, así como el de restaurantes. Arthur no había llegado solo, lo hizo con un joven a quien presentó como su mejor amigo, David Jones, a quien conoció en la universidad, y cuya experiencia en el sector hotelero benefició al proyecto de Los Clark. Cuando Arthur se topó con Ann en el supermercado, ya había transcurrido casi un año desde su retorno, pero al estar pendiente de los nuevos negocios no había convivido con la gente del pueblo, por lo que solo algunos empleados que trabajaban desde hace varios años atrás con su padre lo habían visto y podido saludar, uno de ellos fue Alfred, por lo que pudo identificarlo cuando lo vio parado en el pórtico de su vivienda. Durante los tres primeros meses de relación con Ann, Arthur hizo que su joven novia lo acompañara muy seguido a cenar con sus padres en la gran casa que Los Clark tenían en Sisters. A Peter y Madison les hubiera gustado que su hijo les presentara a alguna joven de familia acaudalada, que hubiera conocido durante sus años universitarios, como su novia, pero aceptaron a Ann como la pareja de Arthur porque este se empecinó con que respetaran su elección, ya que si no lo hacían él dejaría Sisters y no lo volverían a ver. Al considerar que siempre había sido un hijo modelo, los esposos Clark decidieron concederle a su único hijo varón la libertad de elegir a la mujer que quisiera como su compañera, por lo que eran amables con Ann
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD