Las lágrimas recorren mis mejillas mientras lo único que se escucha en el penthouse es mi llanto.
—No por favor, te lo suplico, lo hagas —insistí una y otra vez con desesperación, pero Héctor no quería soltarme.
—Eres muy hermosa —susurró con un ronquido en su voz mientras me miraba con intensidad— Me muero por hacerte mía, Scarlet —confesó y besó mis mejillas llenas de lágrimas; yo solté un quejido asqueada, al mismo tiempo que empuñaba mis ojos esperando lo peor, y de repente sentí a Héctor quitarse de encima de mi— Pero no voy forzarte, eso sería demasiado agotador e innecesario, es mas fácil llamar a tu padre, y me imagino que sabes lo que él hará si yo decido cancelar el trato, tu madre sería la más afectada ¿No? —espetó fríamente.
Mi cuerpo empieza a temblar con más fuerza ante sus amenazas, él no se había dado por vencido, sabía exactamente qué me tenía en sus manos y que tomarme a la fuerza no era necesario, ya que podría hacer que me entregase a él por voluntad propia.
—Mi mamá no por favor —susurré atormentada.
—Entonces te espero en 15 minutos en la habitación —dijo, caminó por el corredor de enfrente y entro a la habitación del fondo.
Respiré profundo buscando dejar de llorar, miré la puerta principal y por un momento pensé en escapar e irme lejos para olvidarme de este infierno, pero...
«No puedo abandonarte mamá» me dije a mí mis en mi mente, y de repente los recuerdos de mi niñez invadieron mi cabeza, y entonces lo recordé.
Fue cuando cumplí 10 años que papá comenzó con sus apuesta, una noche antes él y mamá estaban discutiendo muy fuerte, yo estaba en la casa de la vecina jugando con su hija y aún así podía escucharlos, después de eso empezó con sus vicios y maltratos. Mamá trataba de defenderme dejando que él la golpeara a ella en vez de a mí, era tan doloroso verla así vulnerable. Después cuando crecí y abandoné mi beca en la universidad, solo lo hice para trabajar y ayudar con los gastos de la casa; ahorrar e irme lejos con mi madre, pero ella no quiso irse. Y si, sé que si ella hubiese aceptado no estaríamos en esta situación, pero es ¡Mi madre! Y aunque no tuvo la valentía para defenderse de un hombre como Gonzalo, siempre me protegió y siempre me demostró cuánto me amaba; ahora no puedo solo irme y dejar a su suerte para que la maten.
—No dejaré que te hagan daño, mami —susurré, sequé mis lágrimas y llenando de valentía y determinación entre a esa habitación.
La luz tenue de una lámpara iluminaba a duras penas el lugar, así que la mayor parte de este se veía oscura y sombrío.
Podía ver a Héctor recostado en la cama mientras me miraba fijamente haciéndome sentir desnuda.
Héctor dió una palmada al lado vacía de la cama, la cual tenía un diseño de la realeza; así me indicó que me acercara y sin decir pronunciar palabra, lo hice.
En cuanto me siento en el borde de la cama dándole la espalda a él, Héctor me toma del brazo, me jala y al caer encima de él, me besa.
Pero sentir sus labios en los míos me produce tanto desprecio que aparto mi rostro con una expresión llena de desagrado, sin embargo Héctor agarra mi barbilla con fuerza y me besa nuevamente; sus brazos rodean mi cintura, me sube sobre la cama y empieza a besar mi cuello. Siento náuseas en mi estómago, al mismo tiempo que las lágrimas salen nuevamente de mis ojos.
Héctor me mira y sus ojos son tan fríos que hacen mi cuerpo temblar.
—Te deseó tanto, Scarlett, que haría cualquier cosa por hacerte mía, pero aunque no lo creas, yo no quiero verte sufrir, cuando seas mía en cuerpo y alma, quiero que sea un momento especial para ti también, así que no te voy a forzar, ese no es mi estilo —expresó mientras yo permanecía en silencio rezando porque sus palabras significaran que me deja en paz— Descansa mi amor —agregó y luego se dió vuelta dándome la espalda y en menos de dos minutos escuché un leve ronquido que indicaba que Héctor se ha quedado dormido.
Suelto un largo suspiro y en mi mente agradezco a dios que no haya pasado nada; aunque esto solo sea un prefacio antes de que pase lo inevitable.
—————Al día siguiente—————
El momento de la boda llegó, ningún m*embro de la familia de Héctor estaba presente, solo habían dos personas como testigos, las cuales no conocía, el juez, Héctor y yo.
Alguna vez en mi vida había pensado en casarme, pero no podría decirse que ese era el sueño de mi vida, por eso firme esos papeles sin dudar, ya que en ese momento imaginé que ese papel era la garantía de que mi madre seguiría con vida. Ahora oficialmente soy la esposa de Héctor Thompson, y mi apellido a sido reemplazado por el suyo.
Después de ello salimos directo a la verdadera casa de Héctor en dónde vive con su familia.
ahora íbamos en la limusina de Héctor camino a la mansión donde vive con su familia.
—Bueno mi amor, escucha, tengo 4 hijos, el mayor tiene 27...
Dejo de mirar el exageradamente lujoso interior de la limusina y suelto una burlona risita interrumpiendo a Héctor.
—¿Qué te causa gracia? —preguntó con el ceño fruncido.
—¿En serio no te das cuenta?
—¿De qué?
—De que tu hijo es mayor que su madrastra —dije con una sonrisa burlona y llena de amargura.
—Eso es irrelevante, así que volvamos a lo que te decía, mi hijo mayor se llama Gael, tiene 27 años, se encarga de la administración de las empresas y los negocios de la familia, y esta comprometido; luego sigue mi hija Leticia que tiene 23 años y se encarga de las relaciones públicas; le sigue mi hijo de 20 años Román, él es estudiante universitario, y por último mi hija de 6 años, Megan. Mi ex esposa, Gabriela, murió hace 5 años, cuando ella solo tenía un año así que para ella fue mucho más difícil que para los demás —explicó.
«Pobrecita» pensé, y traté de ocultar mi conmoción; miré hacia otro lado evitando la mirada de Héctor y él continuó.
—En la mansión también viven mi padre que esta en sillas de ruedas, se llama Armando, luego está la hermana de mi ex esposa, se llama Noemí, la cual es divorciada y tiene un hijo de 26 años que se llama Erick, él es abogado. Por último están los empleados, pero en los que mas confió es en el mayordomo Ramón y la Nana de toda la vida de mis hijos, Flor —informó.
«Una familia numerosa» dije para mis adentros, continuando así con mi silencio mientras escucho a Héctor hablar.
—Como debes suponer, ellos no están de acuerdo con mi matrimonio contigo y más que todo es por tu edad; pero yo soy la cabeza de la familia y mis decisiones se respetan. Sobra decir que nadie debe saber absolutamente nada de los motivos por los cuales te casaste conmigo, ¿Entendiste? —preguntó esperando mi consentimiento, pero solo lo miré con recelo y continúe mirando el trayecto por la ventanilla.
La limusina se detuvo, Héctor se bajó y antes de hacer lo mismo, solté un gran suspiro.
—Solo espero salir viva de aquí.