PLAN DE HUÍDA

2032 Words
Rápidamente busqué un bolso pequeño, empaqué mi identificación, un conjunto de ropa y lo guardé bajo la cama. —Esta misma noche me largo de aquí —susurré con determinación. Las horas parecían pasar en cámara lenta, pero cuando por fin llego la noche, desafortunadamente Héctor, llegó con ella. Ahora estoy en la habitación con él. —¿Cómo estuvo tu día? —preguntó. —Ningún día contigo podría estar bien, así que ahorrate esa pregunta —espeté fríamente. Luego me dí medía vuelta para ir al baño, y de repente Héctor, me agarró del brazo derecho, tiró de mí y en cuanto me tuvo de frente, me tomó de los hombros de una forma bastante brusca. —¡Te dije que dejaras esa actitud conmigo, porque ya me estoy cansando de tus berrinches y desplantes! —exclamó con furia. —¡Suéltame, Héctor! —¡Entiende de una buena vez por todas que eres mía, y que eres mi esposa y así será para siempre! Mis ojos se cristalizan mientras lo miro llena de odio. —¡Dije que me sueltes Héctor, me estas lastimando! —insistí tratando de hacer que me soltara. Antes de que Héctor, dijera algo más, nuestra discusión es interrumpida por un toque en la puerta. —¡QUIEN! —gritó Héctor. —Disculpe señor, solo vengo avisarle que la cena está servida —informó Ramón, —¡Ya bajamos! —contestó con enfado y al volver su mirada a mi, apretó aún más su agarre y sin importarle mi gesto de dolor, me acercó más a él— Espero que esta sea la última vez que te lo diga. ¡Eres mi esposa y me obedeceras sin protestar! —¡Te odio, no sabes cuánto te odio! —exclamé y empecé a forcejear con todas mis fuerzas hasta que por fin logré soltarme de su agarre; corrí al baño lo más rápido que pude y cerré la puerta en la cara de Héctor. —¡Cámbiate, ponte hermosa para mi y bajaremos juntos a cenar, es una orden! —gritó mientras golpeaba la puerta y yo me deslizaba en esta hasta llegar al suelo. Las lágrimas y el dolor en mi pecho me ahogaban; esto era el infierno y yo no entendía que había hecho para merecerlo. «Solo tienes que aguantar un poco más, pronto te irás de aquí» me recordó mi conciencia, y con eso tuve el valor de levantarme, bañarme, cambiarme y salir del baño. Héctor, me mira de arriba a bajo, se toma el último trago de licor del vaso de vidrio en su mano y lo veo sacar del primer cajón de su buró, una pequeña caja de color gris, con la cual se acerca a mí. —Esto es para ti —pronunció abriendo la caja, y en esta había un brillante brazalete— Son diamantes auténticos —agregó. —No lo quiero —dije de forma contundente, pero antes de que cruzará mis brazos, Héctor, me agarró fuerte de la muñeca y empezó a ponermelo a la fuerza; con mi mano izquierda libre agarré el brazalete y lo tiré al suelo. —¡DIJE QUE NO LO QUIERO! —grité desesperada. Héctor, me mira con furia y agarra mi barbilla con fuerza. —¡Estoy arto de tus pataletas, me estas haciendo perder la paciencia, Scarlett, y aún no sabes lo que soy capaz de hacer! —me amenazó. En sus ojos veo tanta furia y frialdad que me hace estremecer, pero estoy cansada de que me siga intimidando, así que agarro su mano y la quito. —Por mas joyas que me des, jamás, ¡Escúchame bien! ¡Jamás, podrás comprar mi amor! Y no creas que el hecho de que esté aquí, significa que compraste mi compañía, porque no es así, yo estoy aquí porque eso pondría a mi madre en peligro; yo jamás me vendí a tí —aclaré firmemente, y la expresión de Héctor, cambió a una que no puedo descifrar. —Esto es lo que pasará mi hermosa esposa, te vas a poner ese brazalete, bajaremos juntos a cenar y le mostraremos a todos que somos la pareja más feliz y más amorosa que pueda existir —pronunció con un tono serio y cortante— Si no lo haces, ya no voy a llamar a tu padre, yo mismo daré la orden para que maten a tu madre. Mi cuerpo se paraliza al escuchar a Héctor, y mientras miro a la distancia llena de pánico, él coloca su mano en mi mejilla y besa mis labios. —Termina de arreglarte mi amor, te espero afuera —dijo y salió de la habitación sin decir nada más. Coloco mi mano derecha en mi boca mientras trato de no llorar y de controlar mi respiración. «No puedo dejarme intimidar, ¡Tengo que salir de aquí lo más pronto posible!» pensé y después de secar rápidamente las dos lágrimas que estaban por salir, recogí el brazalete del piso y me lo puse. Luego me maquillé y al salir de la habitación Héctor estaba frente a la puerta esperándome. No tardó en acercarse a mi y mientras su mirada lujuriosa recorría mi cuerpo, tomó mi mano y bajamos al comedor. Todos los que están sentados a la mesa voltean a vernos, pero sin querer mi mirada se desvía hacia Gael, y es imposible no notar a la chica linda y elegante que está a su lado. —Los estábamos esperando —mencionó Noemi. —Muchas gracias a todos, lamentamos haberlos hecho esperar —dijo Héctor. Caminamos unos cuantos pasos hacia el extremo derecho de la mesa, Héctor, aparta un poco la silla para que yo me siente y luego él se sienta diagonal a mi; de esa manera Gael y la chica a su lado, quedan frente a mi. —Un gusto verte Cintia —dijo Héctor mirando a la chica que está al lado de Gael. —Lo mismo digo señor Héctor —contestó con un tono de voz tenue. —Mi amor, Cintia es la prometida de Gael —informó mirándome. —Un placer conocerte, Cintia Fouler —se presentó después de levantarse y con una sonrisa en su rostro extendió su mano hacia mi. También me levanté y tomé su mano. —Scarlett Patell y lo mismo digo —pronuncié educadamente y luego solté su mano. —¡Oh, Scarlett! Es un lindo nombre y tú eres muy hermosa —expresó. —Gracias, tu también lo eres —contesté pero a pesar de ese pequeño preámbulo de cordialidad, podía sentirse la tensión en el ambiente. Hubo un breve pero incómodo silencio por no menos de un minuto, hasta que Noemí habló. —¡Qué hermoso brazalete, Scarlett! —pronunció Noemi, observando mi muñeca derecha, la cual está sobre la mesa— Se ve que mi cuñado te consciente muchísimo. —Consentir no es lo mismo que comprar tía —espetó Leticia haciendo que él ambiente empeorara. Héctor la miró a enojado mientras yo sentía que con esto ya llegaba a mi límite. Ya había tenido suficiente por esta noche ¿¡Y ahora se suponía que tenía que aguantar que Leticia, me humillara!? ¡Porsupuesto que no! Rápidamente me quito el brazalete y lo extiendo hacia Leticia. —Si te afecta tanto, tómalo, ¡Te lo regalo! —le dije con enojo. Todos me miran sorprendidos incluyendo a Leticia, me levanto de la mesa y dejo caer el brazalete en la sopa que tengo servida en mi plato. —Puedes tomarlo de ahí cuando quieras, ¡Con permiso! —dije. Rápidamente subí las escaleras y al entrar a la habitación cerré la puerta dando un portazo. ————Narración del autor———— Mientras tanto en el comedor el silencio incómodo que hubo por varios minutos fue interrumpido por la risa del señor Armando. —No se puede negar que la muchacha tiene agallas —mencionó entre risas. —Concuerdo contigo abuelo —agregó Román. —Es grosera y prepotente —replicó Leticia. —Es mi esposa de la que hablan y exijo que la respeten —reclamó Héctor. —Pues a tu esposa se le nota que no es felíz en esta casa. A decir verdad la muchacha no parece mala persona y me encantaría saber que la orilló a casarse con un vejestorio como tu hijito; Porque con su reacción de hoy, tal parece que por dinero no lo hizo y por amor, lo dudo mucho, dime hijito ¿Qué fue lo que hiciste para convertirla en tu esposa? —preguntó el señor Armando, con la intención de sacar de quicio a su hijo. Héctor mientras tanto miraba a su padre enojado y sin saber como responder. El señor Armando siempre se a distinguido por ser un hombre correcto y directo, y más cuando de poner en su lugar a su hijo se trata. —¡Por dios, abuelo! Es obvio que mi papá no hizo nada, esa mujer a leguas se ve que es una oportunista y todos aquí piensan lo mismo, hasta Gael —dijo Leticia, mirando a su hermano mayor, quien completamente distraído meneaba con su cuchara la sopa. Él se mantenía completamente al margen de la conversación y ni siquiera percibía lo que estaba pasando en su entorno; ya en ese momento había una persona que ocupaba su mente. Desde que Gael, conoció a Scarlett, no podía sacarla de su cabeza y no sabía porqué, pero solo no podia dejar de pensar en ella ni siquiera porque su padre y su prometida estaban presentes. "Ella era una cazafortunas", eso era lo que él pensaba pero en su interior no estaba convencido de eso; aquello era un sentimiento extraño y contradictorio. —¡Bueno ya basta! Nadie tiene derecho a meterse en mi vida, y les guste o no, Scarlett, es mi esposa y así va ser hasta que yo esté tres metros bajo tierra —soltó con enojo— Y con permiso iré con ¡Mi esposa! —agregó levantándose del comedor y subió a su habitación para estar con una mujer que su más grande desdicha era estar con él. ————NARRA SCARLETT———— Después de colocarme una pijama, tomé un libro y me dispuse a leer, pero en este pequeño ínterin de tranquilidad Héctor, entro a la habitación, se acercó a mi y empezó a besar mi cuello. —Me excitó demasiado lo que hiciste en el comedor, me encanta lo fuerte e impulsiva que eres. ¡Me vuelves loco Scarlett! —dijo sin dejar de besarme. Rápidamente me alejo de él y lo miro con desdén. —Comprenderás que no estoy de humor para acostarme contigo. —¡Nunca lo estás! Dime ¿¡Cuándo será el día que cumplas con tus deberes de esposa!? He sido muy paciente y he esperado que tu des el primer paso Scarlett, pero no haces ¡Nada! —exclamó con enojo. —¿¡Cómo me pides que me acueste contigo voluntariamente!? ¡Me obligaste a casarme contigo! —le recordé. —Pero deberías hacer un esfuerzo y —Héctor deja la frase en el aire y suspira— Si pones un poco de tu parte se que me amaras tanto como yo a ti. Solo promete que por lo menos intentarás que nos llevemos bien y sé que poco a poco te irás enamorando de mi —me pidió. La mirada de Héctor, es tranquila pero de alguna manera me produce escalofríos. Siento que hay algo más allá, una profunda y retorcida obsesión. —Está bien te lo prometo —dije en voz baja mientras pensaba en que hoy tenía que irme de aquí pasara lo que pasara. —Espero que cumplas mi amor —expresó con una sonrisa y luego besó mis labios— Estaré en el estudio trabajando, no me esperes despierta pues tengo mucho que hacer, te amo —agregó y salió de la habitación. Esperé que pasaran dos horas y media, luego me puse ropa ligera, saqué el bolso que guarde bajo la cama y salí con cuidado de la habitación, completamente dispuesta a irme.
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