Primeros encuentros.

3583 Words
Aparto mi mirada de él y a la lejanía escucho cómo sigue dando su discurso tan bien ensayado. No sé por qué su mirada me capturó, lo único que sé es que no podía dejar de mirarlo, pero eso no significa nada. Es como cuando algo llama mucho tu atención y lo miras simplemente por ser curiosa, sólo eso. — ¿Me estas escuchando, pequeña idiota? Levanto mi ceja izquierda y veo a Charlie quien me mira un poco molesto. —No me estas poniendo atención -—me dice, sonrío—. ¿Sabes? Estoy aquí por tu culpa y ahora ignoras mi preciada presencia. No sabes cuántas chicas matarían por estar en tu lugar. —A veces eres demasiado pretencioso. Y no te estaba ignorando —antes de que me pregunte qué me estaba diciendo muevo la cabeza en dirección a nuestros padres que caminan hacia nosotros enfrascados en risas y pláticas. Llegan a nuestro lado y mi padre nos pregunta a Charlie y a mí: — ¿Qué tal se la están pasando? —De maravilla, es una hermosa fiesta —digo tratando que no se note mi sarcasmo. Mi padre me da una sonrisa de complicidad y Charlie se ríe. — ¿Ves, Charlie? Kira si valora el estar aquí —dice Carol Cooper. —Déjalo ya, Carol —comenta el padre de Charlie. Mi papá y yo nos miramos incómodos. —Deberías dejar de beber, Harry —le contesta su esposa. —Basta, mamá, déjalo —interviene Charlie. Tomo su mano y entrelazo nuestros dedos pidiéndole que se tranquilice. —No me hables así. Dile algo, Harry. —No le hables así a tu madre. Tosen a espaldas de mi padre y cuando se hace a un lado deja ver a Hamilton Johnson parado justo frente a mí con su gran sonrisa. —Buenas noches. Miro a Charlie con la pregunta en mis ojos: ¿Es hora del plan? En mi mente ya estoy pensando en una forma de irme y esperarlo, pero creo que ahora parece mucho más lógico quedarme aquí. —Señor Johnson, un verdadero placer conocerlo. Quisiera desearle un muy feliz cumpleaños —empieza la doctora Cooper. —Muchas gracias, doctores Cooper ¿Cierto? —pregunta y ellos asiente. Se dirige a mi padre y dice: — Juez Mitchell, he oído algunas cosas de usted. —Espero que sean buenas —le contesta mi padre. —Estoy seguro que algunos diferimos en opinión, pero para mí lo son —voltea a ver a la doctora y le dice señalando a mi mejor amigo—. Este debe ser su hijo... y su novia —termina mirando nuestras manos unidas. Suelto su mano inmediatamente. Niego rápidamente con la cabeza, Charlie casi escupe su bebida, mientras que mi padre y el señor Cooper parecen de lo más divertidos. Por su lado, Carol tiene una sonrisa maravillada. —Desgraciadamente no, señor Johnson. Ella es Kira Mitchell —le informa. —Oh, es su hija, señor juez —dice y mi padre verifica la información—. Kira. Dice esa única palabra como si fuera la mejor que ha oído. Siempre ha de hacer eso y me enoja bastante que use esos trucos conmigo como si yo fuera una de las chicas que va a correr detrás de él. Ya no me interesa el plan, no quiero buscar una forma de estar a solas con él, sólo me importa dejar muy en claro que no soy parte de su juego. — ¿Me harías el honor de bailar conmigo? —me pregunta. Y si no lo conociera, diría que un poco cohibido. Oh no, conmigo no va a funcionar. —Lo lamento, pero no sé bailar —digo con una enorme sonrisa falsa. Me estudia un momento y en sus ojos puedo ver un brillo que antes no había notado, sonríe de lado y se le hace un hoyuelo en la mejilla derecha. Le sostengo la mirada porque no le tengo miedo. —Bueno, es una lástima. Pero sabes caminar, así me podrías acompañar a dar un paseo. Abro mi boca, pero no sé qué decir, ni cómo salirme de esta. Mi padre me ve con las cejas alzadas y veo que Charlie sólo aguanta las ganas de reír. Bien podría rechazarlo de nuevo, pero no me serviría de nada. Quizá yo no soy parte de su juego, pero sí quiero que él sea parte del mío y esta es una partida que pienso ganar. —Me encantaría —contesto con los dientes apretados simulando una sonrisa. Me extiende su brazo derecho, pero yo sigo mi camino como si no me hubiera dado cuenta, me voy no sin antes pisar a Charlie con mis enormes tacones y sonriendo antes su cara de dolor y reproche. —Por aquí —me dice Hamilton Johnson. Caminamos fuera del salón y noto que varias miradas se posan en nosotros. Seguimos nuestro camino por los solitarios pasillos de la mansión; todo es enorme, limpio y hermoso, no hay nadie que nos vea por dónde vamos y que sea así de tranquilo sólo me molesta un poco más porque nada de esto es real. No tengo idea de qué decir, me esfuerzo por encontrar un gran tema de conversación que me haga ser su súper amiga, pero no lo logro. Él y yo no tenemos nada en común. Unos minutos después es Hamilton quien decide romper el silencio. —Kira, cuéntame de ti. Recuerda porque estás aquí. Al objetivo. Tienes que ser linda y ganártelo. —No creo que mi vida sea tan interesante como la tuya —digo con una voz tan dulce como puedo, que me dan ganas de vomitar—. Mejor háblame de ti. Me ve y levanta una ceja divertido, no entiendo qué es lo gracioso. —Te sorprendería saber cuán aburrida es mi vida. Pongo los ojos en blanco ante su descaro. Él vuelve a sonreír. —Por favor, apuesto a que tienes muchas historias que contar —digo tratando que mi voz suene seductora y acercándome a él. Ahora si suelta una carcajada y me siento profundamente ofendida. Se burla de mí y no lo permitiré. Mi mano derecha impacta en su mejilla izquierda lo que provoca que se calle. Recojo mi vestido y me doy media vuelta con la dignidad que me queda. Bruno me las va a pagar. Hamilton toma mi muñeca izquierda y me detiene. —Espera. Lo siento mucho. Es que eres una pésima actriz —dice avergonzado. Si las miradas mataran, él ya estaría en el piso agonizando. — ¿A qué te refieres? —pregunto más enojada aún. Suelto mi vestido y con mucha fuerza retiro mi mano de su agarre. Nos quedamos parados en medio del pasillo, él no parece enojado, pero yo sí lo estoy. —Quizá no te conozco —empieza—, pero sé que no estás siendo honesta. Tú no eres así —se acerca a mí con las manos en los bolsillos y se agacha para decirme en el oído—. Soy un profesional en esto. Además, he conocido muchas personas falsas en mi vida y no quiero que seas una de ellas. Se aleja de mí y me relajo. — ¿Y cómo sabrás si soy honesta? —le pregunto medio en reto. —Lo veo en tus ojos. En esos ojos azules como el hielo, veo gran cantidad de calor. Dicen que los ojos son las ventanas del alma y los tuyos son... fascinantes. Aparto la mirada enojada porque me haya dicho un cumplido y lo peor es que me ruborizo. Sé que está sonriendo. —Los humanos somos vulnerables ante nosotros, Kira. Son nuestros defectos y errores los que nos hacen amarnos, más que nuestros aciertos y virtudes. Todos queremos a alguien que se quede con nosotros aún después de ver lo horribles que somos. Me quedo pensando en las palabras que dijo y creo que son totalmente ciertas, pero lo que más me sorprende es que hayan salido de alguien como él. Cuando Karla dijo que cambiaría por Will de inmediato creí que era una tontería, porque el amor no era condicionado y tendríamos que aceptarnos con todo y defectos. Justo como dijo Hamilton. —Lamento la cachetada —digo casi honestamente. Se encoge de hombros y sigue caminando, yo lo sigo. —Siempre he admirado a las personas que hacen lo que quieren, que se dejan llevar —me dice. — ¿Tú no haces eso, Hamilton? Me voltea a ver y niega con la cabeza. —No soy tan valiente —afirma y continúa sin darme tiempo de preguntar a qué se refiere—. Pero creo que hoy vale la pena hacerlo. Se quita su saco y su corbata negra, desabotona los primeros dos botones de su camisa y se ve más casual, más relajado. Deja sus cosas en una pequeña silla que está más adelante y dice: —Odio las corbatas. ¿Hay algo que quieras hacer? Lo estudio divertida y asombrada. Sin pensarlo me quito los zapatos y los dejo junto a sus cosas. Él sonríe y de nuevo ahí está su hoyuelo. Seguimos caminando y en unas enormes puertas de cristal hay dos guardias, éstos nos abren las puertas y soy recibida por la hermosa noche y un jardín espectacular. Todo está lleno de flores de todos los colores, olores de todo tipo, iluminado por pequeños foquitos blancos y azules. En el centro hay una enorme fuente de ángel donde sale agua por su boca, los pasillos los forman grandes setos de moras o alguna fruta y el camino está hecho de azulejos grises con algún patrón hermoso. —Bienvenida a mi lugar favorito —dice con los brazos abiertos y mirando al cielo. —Es hermoso. —De niño solía esconderme entre los setos durante horas. En realidad, todavía lo hago, aunque ya no quepo muy bien. Nos sentamos en la fuente y admiro toda la belleza a mí alrededor. Trato de que mis pies queden colgando pues tampoco quiero enfermarme. La música del gran salón llega hasta nosotros como un leve zumbido, pero fuera de eso, no hay nada más que nos interrumpa. — ¿Te puedo pedir algo? — Si es alguna clase de favor de niño rico, olvídalo —le aviso. Él sólo se ríe. —No es eso —asegura—. No me llames Hamilton. —Lo lamento, señor Johnson —digo, algo confusa y cabreada. —Mucho menos así. Odio Hamilton. Tengo un segundo nombre —alzo mis cejas sorprendida y él continua—. Christopher. —Chris. Él sonríe y me doy cuenta que no lo pensé, sino lo dije en voz alta. Mierda. Sinceramente me gusta más Chris y pronunciarlo sabe mucho mejor. ¿Pero qué demonios estoy diciendo? — ¿Por qué no te gusta Hamilton? —le pregunto por curiosidad. —Todos me dicen así porque mi padre lo hace. Él escogió el nombre y no me gusta —dice y pienso en que si el presidente Johnson hubiera elegido mi nombre también lo odiaría—. Kira. ¿Sabes que significa tu nombre? —me pregunta. Pienso un momento si contarle o no, pero por otro lado él me ha contado cosas y necesito ganarme su confianza, me repito. —Kira es luz. Mi madre lo escogió, ella quería que fuera... la luz en medio de la oscuridad. Busco en su rostro alguna señal de burla, pero sólo lo encuentro mirándome fijamente a los ojos, tanto que me es incómodo, pero no bajaré la mirada ni con él ni con nadie. Después me dice: —Te queda perfecto. Trato de suprimir una sonrisa. Me recuerdo que no me dejaré encantar como todas las demás, pero está tarea me parece mucho más difícil de lo que pensé y no tengo una explicación lógica para esto que me pasa. — ¿Eso es lo que le dices a todas? —le pregunto. Sí, dejar en claro desde el principio mi posición. —No —me dice y levanto una ceja incrédula—. De verdad que no. Todas esperan que les diga cosas así y es por eso que no lo hago. Una cosa es ser amable y otra es ilusionarlas. —Dios. Crees que todas quedarán destrozadas si no les haces caso —digo burlándome. —Tal vez a las chicas normales como tú no les suceda eso, pero las que encuentro por aquí, sí son así. —Ah, soy simplemente normal. Lo que pasa es que eres como todos —suelto. Me arrepiento cuando oigo la voz de mi padre en mi cabeza: se linda—. A lo que me refiero es... —Ni intentes disculparte —me interrumpe-. Eso es lo que crees y está bien. Pero te voy a demostrar que no es así. — ¿Y cómo lo harás? —Me vas a conocer. — ¿Es una amenaza? —pregunto cruzándome de brazos. —Es una advertencia. Resoplo divertida e inconscientemente se me escapa una sonrisa. Esto no está yendo como pensaba, pero está siendo fácil hablar con Christopher y dejar que diga todas esas cosas tontas, lo dejaré si es lo que me conviene. —Empecemos con un juego de preguntas —sugiere—. Yo te pregunto primero y luego tú a mí, así hasta que queramos. —Eso suena a mucho tiempo, te daré cuatro preguntas. —No me convence, pero lo tomaré. Tú empieza —sonríe y se gira hacia mí. De verdad me cuesta trabajo encontrar algo que preguntarle, sobre todo algo que me sirva para seguir con lo planeado. Así que le pregunto cosas que no pensé que me importaran. —Tú casa se incendia y sólo puedes tomar una cosa ¿Qué tomas? — ¿Mi familia logró salir? —pregunta de inmediato y yo asiento—. Entonces no me llevaría nada. No hay nada en esta casa que me importe tanto, no al menos algo material —parte de mí duda con su respuesta porque parece ser demasiado amarga para alguien como él, alguien que lo tiene todo no puede dejarlo ir así de fácil. Pero otra parte mí, en el fondo de mi cabeza, está segura de que su respuesta es genuina—. Mi turno. ¿Estudias, trabajas o simplemente vives la vida? —Estudio. En la escuela de leyes, como mi papá. —No pareces muy emocionada con eso. Sólo me encojo de hombros porque no podría contarle todo lo que pienso sobre la escuela. — ¿Has salido alguna vez de esta mansión? Alguna vez sin que sea por un compromiso. —Claro que sí —responde, casi ofendido con mi pregunta y yo no le creo—. No me tienen encerrado, aunque parezca. Conozco varios puntos de la Nación, hasta podría mostrártelos algún día. —Estoy segura de que yo los conozco mejor que tú. Te toca. — ¿Tu lugar favorito? —El basurero. Se ríe pensando que es una broma, pero yo no lo hago y le muestro una expresión seria porque no bromeo en este momento. Se da cuenta de ello y sus cejas se juntan con confusión. — ¿De verdad? Nunca hubiera imaginado que ese fuera tu lugar favorito —me dice. — ¿Qué? ¿No es lugar para una mujer? —No es eso —asegura riendo—. Sino que no veo por qué es tan maravilloso. —Bueno, no hay nadie, puedes hacer lo que quieras, eres libre —contesto. Asiente y se queda pensativo. Lo observo y le pregunto: — ¿Qué te apasiona? Ni siquiera lo piensa. —Las artes marciales y la psicología. — ¿Dar golpes y charlar con personas locas te apasiona? —pregunto sorprendida. Se ríe. Su risa es... ¡Sácate estas ideas, Kira! —No sólo son golpes, me ayuda a sacar todo lo que siento. Lo practico desde que tenía cinco años, fue lo primero que yo quise hacer —dice con énfasis en el "yo"—. Y la psicología, creo que es maravillosa, estudiar por qué las personas actuamos como lo hacemos ha de ser increíble. Me encantaría estudiarlo. Abro la boca para hablar, pero continua. —Mi turno. ¿Quién es con el que estabas hace un rato? Frunzo el ceño ante su pregunta, pero la contesto vagamente. —Ya lo sabes, el hijo de los doctores Cooper. —No me refería a eso —dice—. ¿Me refería a qué son tú y él? —No veo cómo eso podría importar —contesto a la defensiva. De alguna manera siento que me cuestiona y eso no me gusta. —Bueno, era mi turno de preguntar y esa es mi pregunta —contesta con sonrisa triunfadora. —Es mi mejor amigo —respondo. Asiente y no dice nada más. Lo noto serio y de alguna manera tenso. —Última pregunta —digo y por fin me mira, se encoge de hombros—. Sé que dirás en nada, pero trata de encontrar algo —le digo sarcásticamente—. ¿En que eres pésimo? —En nada —me ve y pongo los ojos en blanco, suelta una pequeña carcajada—. La verdad es que soy pésimo en muchas cosas —dice honestamente encogiéndose de hombros—. Soy pésimo con las palabras, soy pésimo durmiendo (me muevo para todos lados), soy pésimo enojándome con las personas (no lo demuestro y nunca lo hago, aunque quiera) y soy muy pésimo en la cocina. —Creo que lo peor de lo que acabas de decir es el de que no puedes enojarte con las personas —digo—. Yo no podría estar sonriendo todo el tiempo como tú lo haces. Me dolería la cara. —Notaste mi sonrisa, eh —dice y sonríe para seguir de payaso. Le doy un empujón juguetón—. Nunca puedo enojarme con nadie, pero todos se molestan conmigo. Por eso me gustan las artes marciales, ahí saco todo lo que no puedo decir. — ¿Y por qué no lo puedes decir? ¿Arruina tu imagen de niño bueno? —Algo así. Mi padre... —se detiene y no lo incito para que continúe. Me levanto y él hace lo mismo. —Creo que es hora de irnos —digo y empiezo a caminar, pero me detiene. —Espera. No tienes zapatos, yo te cargo. Me río. —No, gracias. Sé caminar —aseguro. —Lo sé —contesta. Me levanta y me deja en la fuente, se agacha un poco y pone sus manos atrás indicando que agarrará mi pierna. Sé que no me puede ver y sonrío mostrando todos mis dientes, muevo la cabeza divertida, pero aun así me subo de caballito en su espalda. Creo que esto es lo más divertido de la noche y me molesta que sea con él. Avanza con pasos seguros hacia la entrada a la mansión. Le dijo al oído: — ¿Sabes? No creo que sea lo correcto, tomando en cuenta que uso un vestido con una abertura desde el muslo a los pies y si alguien me viera... Me pone en el piso sólo por un segundo para cargarme después en sus brazos, yo me agarro de su cuello. La abertura del vestido ahora sólo se ve un poco ya que la tengo medio agarrada con ayuda de la otra pierna. —Así sólo lo veo yo —dice y mi boca cae abierta. Comienza a reírse y lo amenazo con lo que le haré. Seguimos caminando y los guardias de la puerta sólo nos observan algo sorprendidos. Me avergüenzo y me quedo pensado qué estoy haciendo. Llegamos a donde dejamos nuestras cosas y me pone en el piso, quita su ropa de la silla y me ofrece el lugar. Antes de sentarme hago uso de todas mis fuerzas para golpearlo en el hombro. Abre la boca y se toma su brazo con su otra mano. —Pegas como niña —se burla. En lugar de enojarme sólo me hace reír, él se limita a lamerse los labios, sonreír y mirarme. Me apresuro a poner mis zapatos mientras Chris hace lo mismo con su ropa, mientras lo hacemos no aparta los ojos de mí mostrándome su hoyuelo derecho, pero yo me concentro en las correas de mis zapatillas. Termino de calzarme y me paro. —Te ves mejor sin la corbata y el saco —se me sale y cierro los ojos ante mi estupidez. Alza una ceja, pero lo deja así. Le agradezco internamente. —Vamos —dice señalando el camino. Caminamos juntos y me sorprende y me asusta que no me siento incomoda con él, me siento... bien. Chris se adelanta un poco y dobla por el pasillo a la derecha, pero una voz muy enojada lo detiene. — ¡Hamilton! Reconocería esa voz en cualquier lado. Me detengo un poco antes de doblar la esquina (evitando ser vista) y escucho como se va acercado el presidente Johnson. — ¡¿Pero dónde diablos...?! —doy un paso al frente y me dejo ver. Le cara del presidente cambia en cuanto me ve, de furioso a amigable y que quiere derramar miel. Sonrío, esta vez con determinación y coraje, una sonrisa llena de promesas que no son buenas—. Buenas noches, señorita... —Mitchell —termina Chris. Las ganas de gritarle en la cara al presidente y darle una buena bofetada son muy tentadoras, me contengo y doy la sonrisa más falsa del mundo. Muerdo mis mejillas internamente y el recuerdo de mi mamá no tarda en llegar, ella y otras decenas de personas frente a otras hablando de derechos y libertades, luego humo, gritos y fuego. Es la primera vez en mi vida que tengo frente a frente al presidente que tanto deseo derrotar, tengo la mano de su hijo rozando la mía y en la otra una amenaza de su futura derrota. Quisiera gritarle y golpearlo hasta que las manos me duelan, pero soy mucho más inteligente que eso. —Ah —sus ojos brillan de reconocimiento, pero no me agrada nada—. Hija del juez William Mitchell y hermana de William Mitchell hijo, el ahora jefe de nuestra seguridad, un joven sumamente emprendedor. —No me di cuenta que era tu hermano —dice Chris. Sólo me encojo de hombros como respuesta y sonrío tiernamente, Chris me observa y entrecierra los ojos. El presidente dirige su atención a su hijo. —Creo que deberías ir con... tus invitados —dice con rabia contenida. No me pasa desapercibido que quería decir el nombre de una persona. Christopher corrige su postura y tensa sus hombros, puedo sentir la tensión. —Justo estábamos por ir a bailar —contesta. Me extiende su brazo y dudo sólo un poco antes de tomarlo. Paso con la cabeza bien alta a lado del presidente y me despido con un educado "con permiso". Caminamos tomados del brazo, y hasta que estamos lo suficientemente lejos de su padre, Chris se relaja como yo y me dice: —Creí que no sabías bailar. Maldito tramposo. —Bueno, pensé que prefieres mi compañía en lugar de la de tu padre —le contesto. Sin dejar de caminar voltea en mi dirección y baja la mirada. —Gracias. No digo nada porque no sabría qué contestar a eso. Caminamos hasta que vemos la entrada del gran salón y me conduce dentro aún tomada de su brazo hasta el centro de la pista. Veo cómo las miradas de todos están puestas en nosotros. Hay algunas parejas bailando, pero al vernos se empiezan a apartar un poco. En el momento en que llegamos al centro de la pista la canción acaba y en seguida empieza otra melodía muy hermosa, la música es lenta y rápida a la vez, parece susurrar en mi oído. Chris pone su mano en mi cintura.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD