Boris Falckov no era un chico fácil, mucho menos amable, en realidad gustaba muy poco de las personas en general, y eso podía verse a través de su ceño fruncido la mayor parte del tiempo.
La razón principal por la que era así, se debía sobre todo a que era consciente de las carencias de su hogar, empezando por la calidez, no porque su madre no le quisiera, pero porque desde que su padre murió, nada era igual.
Recordar la situación lo hacía odiarse cada vez mas, en serio detestaba tener que ser el sostén de una familia que se desmoronaba día con día. Aunque su madre significaba el mundo para él, no siempre podía contar con ella, ya que se sentía muy enferma como para siquiera hablar con fluidez, y ese era un gran problema.
Desde los diez años le tocó vivir en carne propia lo que era hacerse cargo de las cuentas y demás responsabilidades de un hogar, cosa que no era sencilla en ningún aspecto, pero no temía llevarlo a cabo si de esa manera podía por lo menos darles una vida decente, no tan similar a la que su padre solía brindarles.
Sus pensamientos rondaban en ello al esperar por una mujer a la que siempre le entregaba el mismo pedido, se trataba de pasta a la carbonara con un batido de fresa sin azúcar. La mujer se veía refinada, pero también muy cansada de la soledad, quizá por eso siempre pedía el servicio a domicilio, aunque perfectamente pudiera conducir en su vehículo hasta el local.
No parecía disfrutar mucho el tiempo en casa, y es que en el tiempo que llevaba observando a las personas a las cuales les hacía delivery, podía deducir cómo eran sus vidas, quizá unas más alegres que otras, pero ninguna en la situación en la que él se hallaba.
Respiró profundo hasta que vio el rostro de la pelinegra, quien poseía una piel pálida como vampiro, y esa ya era una clara señal de que no salía de su hogar si no era estrictamente necesario, pero no le diría nada, pues ya debería saberlo.
Una vez que le entregó la caja, la mujer se regodeó un poco en entregarle el dinero en efectivo, como si no quisiera que Boris se fuera, así que al final tomó valor y le habló.
─Disculpa... ¿Podrías revisar algo por mí en la cocina? Es que creo que tengo una fuga de gas y no sabría cómo arreglarla en caso de que fuera así...─ quiso saber ella, con el verdadero miedo en sus ojos, y aunque al más joven se le hizo extraño, no pudo evitar ser gentil con la clienta.
─La verdad es que como trabajadores de entregas, no tenemos permitido hacer nada más con los clientes que no tenga que ver con el pedido─ dijo él, pero al ver en los ojos de la contraria algo más que miedo, no pudo decirle que no ─Pero al ser usted una cliente fija, pudiera hacer una excepción─.
El rostro se le iluminó a la mujer, y como si se tratara de alguien muy especial, dejó pasar al chico primero hacia la puerta de su casa, la cual era muy bonita, una diseñada por arquitecto, sin duda alguna.
Cada rincón de la construcción tenía algo especial, de modo que era imposible no mirar en todas direcciones una vez que se adentraba en ella. Aunque no era como si jamás hubiera visto algo parecido, sí se quedó sorprendido de algunos detalles de la modernidad en una casa que incluso hablaba, ya que tenía un asistente virtual encargado de todo lo que poseía algún tipo de tecnología.
En un primer momento, no quiso ser grosero y pasar hacia la cocina, sin embargo, no hizo falta aquello, ya que la mujer lo guio hasta allí, pero no dejaba de temblar, eso lo notó desde que entraron a la construcción, solo que lo asoció al aire acondicionado tan helado que tenía dentro.
Al momento de revisar la supuesta fuga de gas en la conexión de la cocina a la tubería principal de la residencia, se dio cuenta de un ruido extraño y constante que provenía de lo que parecía ser la sala, cosa que le pareció aún más extraña, pero siguió con su trabajo, solo hasta que se le hizo imposible al hacerse cada vez más intenso aquel ruido, como si alguien golpeara y rasgara una puerta.
─¿Tiene mascotas?─ fue lo que preguntó Boris, sin saber en lo que se estaba metiendo, ya que esta negó con la cabeza, casi tan lento que él no pudo descifrar si fue un gesto verdadero.
Tragó saliva, y antes de que cualquier cosa ocurriera, le sonrió a la mujer, diciendo que ya estaba arreglado todo, y que la fuga no era muy grande, solo un error de conexión.
La mujer insistió en que se quedara a tomar el té aunque sea para agradecerle, pero lo que respondió fue un rotundo no, ya que se había extralimitado con las acciones que debía tener con los clientes, por muy fieles que fueran.
Pidió disculpas y entonces salió de la casa sin decir mayor palabra, casi asustado, sin saber muy bien el motivo, pero había algo en el aura de la mujer que le decía que no era bueno.
Su noche no iba para nada bien, y es que desde que estaba en el club nocturno supo que todo iría de mal en peor. Giulia, la niña de papi y mami popular decidió hablarle justo a él, como si necesitara en realidad un gran favor, y él no estaba dispuesto a ser humillado por ningún estudiante que se creyera superior en una escuela secundaria, cosa que no tenía sentido.
No era que despreciara a las personas con dinero, sino a sus actitudes, ya que la mayoría solo pensaba que los demás eran súbditos y servicios.
Incluso se había arrodillado ante una mujer con una casa bonita, haciéndole un trabajo por el cual otra persona cobraría al hacerlo, pero él tenía esa condición de ser buena gente, una que a veces odiaba.
Esperaba no arrepentirse de haberle dicho a la de cabellos largos y castaños que podía hablarle cuando se decidiera.