Prólogo.
Adelaine Fletcher...
Sentí el golpe en mi mejilla, retrocedí sin saber que hacer.
Pensé que la noticia del embarazo lo iba a hacer feliz, está no era la reacción que esperaba de él.
Toqué mi mejilla, me ardía, miré a todos lados como si la respuesta estuviera a mi alrededor, debe ser un error, tal vez solo está molesto por algo.
–Estoy embarazada –titubeé.
–Te escuché la primera vez.
Sus ojos eran llenos de furia, su gesto se endureció, nunca antes lo había visto así, él siempre era amable y bueno conmigo, sus abrazos, sus caricias, sus besos, ¿por qué ahora estaba actuando de está manera? No estoy entendiendo nada.
–No puedes tener a esa cosa.
–¿Qué?
–Soy un hombre importante, tengo una reputación que mantener y una niñita no va a venir a joderme la vida.
Retrocedí y levanté las manos para cubrir mi rostro cuando ví que movió sus manos, creí que me golpearía de nuevo, en estos meses que estuvimos juntos no lo había hecho, jamás me había tratado de está forma, hoy le preparé está sorpresa, creí que nos casaríamos, que tendríamos una vida juntos, pensé que era el amor de mi vida.
–Toma. –me lanzó unos billetes y yo cerré los ojos al sentirlos en mi cara, no sostuve ninguno todos cayeron al suelo, eran varios de cien –. Para que abortes.
–¿Abortar?
–Ya me oíste, no puedes tener ningún hijo mío –se acercó y me sujetó de la boca –. Y espero que me hagas caso, porque voy a volver y no quiero ver a ningún niño aquí o no vas a vivir para contarlo.
¿Me estaba amenazando?
–¡¿Entendiste?!
Apenas pude aceptar con un movimiento de cabeza, cuando me soltó caí al suelo, él se dio la vuelta y se fue, yo me quedé ahí en el suelo con el dinero alrededor, ¿Qué debo hacer ahora? ¿Por qué tengo tanta mala suerte? ¿Por qué siempre me pasan estás cosas a mí?
***
Siete años después...
–¡Tenga cuidado!
Le grité a la mujer que chocó conmigo en la calle, ella siguió corriendo en el sentido contrario, pasé la mano por mi hombro y volví la mirada al frente, mi camino, me detuve de golpe cuando ví el humo entre los edificios.
¡VENÍA DE MI EDIFICIO!
–Oliver –dije el nombre de mi hijo y empecé a correr hacía el lugar, se estaba incendiando, habían varios vecinos afuera y los bomberos llegaron a controlar el fuego, empecé a buscar a mi hijo y a mi madre por todos lados, pero no los encontré en ninguna parte, el corazón me latía fuerte, las manos me temblaban y sentía el humo entrar por mis fosas nasales.
–No puede pasar –me advirtió un bombero que me detuvo.
–Mi madre y mi hijo están allá adentro.
–Por favor –me detuvo –. Espere con los demás.
¡¿Cómo podía pedirme que esperará?!
No podía esperar nada, estaba desesperada y no pensaba con claridad, lo deje de escuchar, un zumbido resonaba en mis oídos, me había ido a mi último día de trabajo en ese horrible supermercado donde pasaba doce horas del día, porque ahora tenía un nuevo trabajo que con mucho esfuerzo y con milagro del cielo había conseguido.
Asistente de una prestigiosa firma de abogados, cuando recibí la llamada del jefe de Recursos Humanos no me lo podía creer, al fin iba a tener un horario decente, se supone que lo celebraríamos está noche, pero nada me podía salir bien en esta vida, ahora el edificio donde vivía se estaba incendiando.
–¡Oliver! ¡Mamá! –grité entre los brazos del hombre.
Las personas seguían saliendo con ayuda de algunos bomberos que los llevaban con los paramédicos cercanos, habían muchos intentando controlar el fuego, el edificio cada vez sacaba más humo estaba incendiando todo y yo no veía a mi familia, el hombre que me detenía casi que estaba luchando conmigo.
–Mamá.
El mundo se detuvo a mi alrededor cuando escuché la vocecita de mi pequeño, dejé de luchar en ese instante con el hombre y me di la vuelta, ahí estaba mi pequeño de seis años con una toalla alrededor del cuerpo, el cabello castaño alborotado y su rostro pálido y sucio.
–Oli –me acerqué a abrazarlo –. ¡Oh Dios mío! ¡Aquí estás! ¿Y tu abuela?
–Está en la ambulancia –señaló –. Te escuché y me escapé del paramédico.
Demasiado inteligente y escurridizo para mi gusto, pero ahora no podía reclamarle, yo hubiera conseguido entrar a ese edificio y ellos ya estaban afuera.
Le tomé de la mano y me llevó con mi madre.
–Della, llegaste –tosió.
Ella tenía una máscara de oxígeno, mi madre tenía problemas con el azúcar, tomaba medicamentos, esos que seguramente se quedaron en el edificio, pero lo importante es que estaban bien, la abracé y senté a Oliver a un lado porque la chica le llamó la atención por haber desaparecido.
–¿Qué ha pasado?
–Parece que ha sido un corto circuito –mencionó mi madre –. Nos dimos cuenta hasta que el humo llenó el apartamento.
Esto era de esperarse, el edificio era muy viejo, así que los circuitos debieron estar igual y las alarmas de incendios no servían, pero qué podía hacer, era el único lugar que podía pagar.
–Llevaremos a su madre al hospital para que le hagan unos estudios –comentó la paramédico –. Su hijo está muy bien y es muy astuto.
Oliver sonrió orgulloso.
–Muchas gracias, señorita.
–Terminaré de atender a dos personas más y nos vamos –señaló.
Ella se alejó y tomé a Oliver para sentarlo en mis piernas, él estaba muy tranquilo como para haber tenido que salir del edificio, creo que no comprendía la gravedad de la situación.
–Debí estar aquí –suspiré –. Tuve que haber sabido que algo ocurriría, no todo podía ser tan bueno.
–El edificio no se incendió por tu culpa –rodó los ojos mamá –. Son cosas que pasa Della, déjalo así.
–Es que todo me tiene que pasar a mí.
Fue cuando el bombero que me había detenido de entrar al edificio se acercó.
–Veo que encontró a su familia –mencionó.
–Sí, disculpe que lo haya molestado –comenté avergonzada.
–Mi deber es mantener a salvo a todos –sonrió –. Y me alegra que ustedes se encuentren bien.
–Llevarán a mi madre al hospital para unos exámenes, pero estamos bien, muchas gracias.
–Es lo mejor –comentó, se nos quedó viendo un instante y luego continúo –. El incendio ha sido controlado, algunos compañeros han entrado para verificar la situación.
–Muchas gracias.
No sabía muy bien qué decirle, él nos vio otra vez antes de despedirse y continuar su camino, eso había sido muy extraño.
–Le hubieras pedido su número –murmuró mi madre.
–¿Qué?
–Que no ves que le has gustado.
–Por favor, mamá –bufé –. Solo a ti se te ocurren esas cosas en este tipo de situaciones.
–No son cosas, ha venido a ver como estabas, seguro lo has flechado.
–Vaya de la que se ha salvado –rodé los ojos –. Una mamá pobre y desastrosa llena de mala suerte.
–Deja de decir que tienes mala suerte –empezó a toser otra vez y se colocó la máscara que le dieron.
–Ya no hagas esfuerzo, mamá.
La paramédico llegó con otra señora mayor y las subieron a la ambulancia, me dejaron acompañarlos junto con Oliver, eso fue un alivio porque conseguir un taxi con este desorden no iba a ser fácil, solo espero que mamá esté bien y que esto no salga demasiado costoso, no quiero deber mi primer sueldo cuando ni siquiera lo he obtenido.