─El señor Argento no está en casa, pero pidió que se le prepare una gran cena. Misma que puede tomar en su habitación o en la mesa, como usted desee. ─dice rompiendo el silencio dentro del auto.
─acabo de comer, y aún así me parece bien lo de la cena, esperando que se pueda hacer en mi habitación. No quiero ver al anciano, y que me moleste...
─Eso tampoco será un problema. ─advierte. ─El padre tampoco está, ya que ambos está, fuera de la ciudad por asuntos legales. ─dice al detenerse.
─Ya le dije algo de mí, en un lapso de locura por problemas, ¿usted, puede hacer lo mismo? ─pregunta mirándolo por el retrovisor.
─¿que hable de mí? ─pregunta con asombro.
─Sí. ─dice con entusiasmo. ─no es como que fuese algo tan malo, ¿o sí? ─pregunta acercándose a su asiento.
─Señora Argento, lamento si mi desempeño como su asistente no llena su expectativa, pero tengo prohibido hablar de mi vida personal. ─dice con tal formalidad, que la hace sentir incómoda, y regresa a su asiento, en silencio y con la mirada fija fuera.
─Señora Argento...
─Quiero la cena en mi habitación, y respecto a la reunión, hablaré con mi esposo cuando regrese. Es todo. Gracias. ─dice cortante, aunque se siente mal por él.
Ella observa un par de veces a Charles por el retrovisor, pero este mantiene su mirada fija en el camino, el silencio es callado por música instrumental de violín el resto del camino.
Antes de que Charles pueda abrir su puerta, Angel sale disparada del auto haciendo que Charles deba acelerar el paso para entrar en la casa, pero para su sorpresa el lugar está iluminado, todo el camino se puede distinguir con claridad, solo basta que ella siga por el área iluminada para llegar a su habitación misma en la que se encierra al llegar.
¡Dios, ya basta! ─suelta un suspiro dejándose caer sobre la cama. El cabestrillo molesta un poco, pero se olvida que lo lleva en cuanto puede hablar con su hijo. La llamada es tan larga como el crédito de su teléfono, y la diferencia de hora se lo permite, pero las horas pasan y el cansancio hace lo suyo después de la cena, quedándose dormida.
Las luces se apagan, toda la mansión queda a oscuras, y las puertas se abren.
─Bienvenido señor. ─lo recibe Charles a media noche a Edward.
─Gracias. ¿Dónde está mi esposa? ─pregunta al estar su padre tras él.
─Lo espera en su habitación, señor. ─dice y este asiente.
Más que una genuina actuación, este aceleró el paso porque realmente quería verla. Al llegar a la habitacion, abrio la puerta, y ahí estaba ella, acostada con ropa deportiva, con la cama aun tendida, apenas y se había movido mientras dormía. Cerró la puerta muy despacio y colocó el seguro. Ya la había visto dormir, y después de lo que pasó la noche anterior, decidió quedarse sentado la noche entera viéndola dormir, leyendo sus libros. No cometería dos veces el mismo error, no se quitaría la máscara frente a ella, pero tampoco le daría oportunidad a su padre de más preguntas. Tan pronto el reloj local dio las cinco de la mañana, él se dispone a levantarse para salir de la habitación, creyendo es una hora prudente para salir de allí, pero ella se levanta aun algo adormilada. Da un par de traspiés ignorando por completo la presencia de Edward, dejando escapar una flatulencia.
La carcajada de Edward la hace dar un brinco, al notar que casi se golpea el brazo se detiene por un instante sus risas, pero lo evade después de causarle un micro infarto a él y se encierra en el baño.
─No puede ser!! ─suelta un grito ahogado al cerrar la puerta, pero esto solo hace que la carcajada de Edward sea aún más fuerte.
Charles, quien lleva despierto apenas un par de minutos antes de salir a correr, puede escuchar la carcajada de su jefe, por lo que supone estará bien.
Su padre, al igual que el resto del personal no pueden creer lo que escuchan, pese a que al principio es aterrador escuchar esa carcajada por toda la mansión, después de un par de minutos más de uno ha despertado y están tan sorprendidos que no dan fe de lo que escuchan, reuniéndose en la cocina.
─¿Alguien más escuchó eso? ─pregunta una de las mujeres que se ocupan de la casa.
─No hay nada que temer, es el señor. Está feliz. ─dice Charles al notar el alboroto en la cocina.
─Debe estar muy enamorado para reír a carcajadas a esta hora. ─dice una con algo de enojo por ser asustada a esa hora.
─El dia para el señor empezará temprano, dejen el cotilleo y vayan a cambiarse. Si el señor pide algo y no esta, esa carcajada no durará. ─advierte dejándolo en la cocina.
Mientras tanto...
─Los gases son muy naturales en el cuerpo humano. ─dice Ángel al salir, él apenas consigue respirar sin reír, pero al verla, las risas se desatan de nuevo. ─Basta. ─se cubre la cara con su mano. ─no creo que usted no se eche gases. ─reniega con pucheros.
─No con tan ímpetu como los suyo. ─rie sin parar.
Su risa es tan contagiosa, que lejos de ofenderse, ella también empieza a reír, era extraño para él verla reír, sus mejillas rosadas hacían cerrar sus ojos al reír, y unos hoyuelos aparecen a mitad de ellos.
─Es bueno que esté de buen humor. ¿Cómo le fue?, a donde sea que se haya ido con su papá? ─pregunta sentándose sobre la cama.
─Lamento lo que pasó antes de irme. ─toma tanto aire como sus pulmones se lo permiten. ─me comporté como un idiota. Me disculpo, porque sé que no soy asi, pero hace mucho tiempo que no sé cómo mantener una conversación, o lo que sea con alguien además de Charles, mi asistente. ─recalca.
Además de estar aún con sueño, y tener un día pesado, Ángel ya había dado por olvidado el enojo que le hizo pasar él, por lo que le tomó un par de minutos entender lo que decía.
─Sé que nada de lo que ha pasado desde que usted llegó aquí ha sido como lo ha pedido, pero debe entender que yo mantengo muchas cosas para mí, porque después de una semana, usted se irá, y seguramente no sabré más de usted, el tiempo pasará y con el tiempo me olvidará, y será como si jamás hubiese estado en su vida...
─Pero es por esa misma razón, que hablar sería sano, a mi me funciona. ─musita moviendo lentamente su brazo, ciertamente dejarlo quieto ha servido.
─¿Cómo está su herida? ─pregunta amable.
─mejor. ─sonríe. ─duele, pero no tanto, la medicación empieza a hacer efecto.
─Eso es bueno. Charles me ha dicho sobre la reunión de ayer. ─se cruza de brazos.
─Tiene un lindo rostro, es muy atractivo. No se porque lo hace, y supongo que tiene cosas que guarda para usted, pero no debería ocultar ese hermoso rostro perfecto bajo esa máscara. ─dice sabiendo que esto lo hará enojar, pero no soporta más verlo con eso. ─además la máscara lo hace ver aterrador. ─se levanta para salir huyendo de la habitación, pero él se adelanta y la toma del brazo, la voltea a él y le rodea la cintura con ambos brazos haciéndole imposible moverse.