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Amelia y yo fuimos al club a almorzar para ver si se me quitaba el mal humor que Ángel me ha hecho pasar en los últimos días. Nos sentamos en nuestra mesa habitual, pedimos lo de siempre y nos pusimos a conversar sobre el nuevo desfile de la empresa, el nuevo catálogo y todo sobre los negocios. —¿No me vas a decir por qué finalmente estás evitando a los propietarios de la empresa Autos-Let? —No los estoy evitando, pero recuerda que soy la dueña de una empresa de autos y ellos son competencia. Tampoco quiero ponerme la soga al cuello. —Tienes razón, pero si no saben que eres la dueña, ¿cómo te van a dejar tranquila? —Por el momento no va a ser posible, apenas estamos empezando y no quiero arriesgarme. —Sofía, con esa inteligencia que tú gastas, es imposible que algo te salga mal — la