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En todo el camino, Ángel no dijo ni una palabra. Solo respiraba y me observaba de reojo. Creía que no me daba cuenta, pero si lo hacía, apretaba el volante. Si no lo conociera diría que estaba lidiando con su yo interior. Al llegar al club nos recibe un joven muy amable. —Buenas noches. —Buenas noches — respondemos. —Nombres, por favor. —Leffmans —, responde Ángel. —No aparece, lo siento — Ambos nos extrañamos. —Vuelva a revisar — le dice Ángel con un tono poco amable. —Ángel cálmate — le susurro —si no aparece Leffmans busca Andios Leffmans. Así lo hizo, nos dejó pasar. —Tu tía no me puso en la lista. —Ángel, no estés enojado, saben que nos estamos separando, así que cuando me invitaron dije que no ibas a venir — me mira de mal humor. —Ya veo, no les costó nada. —Ángel — l