Con la misma sonrisa flamante de siempre acato la dirección de mi coreógrafo. Cada orden, cada señal, cada regañada para que lo haga mejor, acato. No sé si se deba a la conversación que hoy tendré en algún momento con mis padres que ando muy nerviosa o es porque hoy el coreógrafo esta más exigente de lo normal. —¡Era a la derecha, Madeline! —me corrige en ese tono alto que desde hace rato ha estado usando, así que de inmediato me voy a la derecha, riéndome por mi equivocación, mostrándole un “lo siento” con mi cara—. ¡Son tres giros, no dos, Madeline! Mierda. —Lo siento... —canturreo y sigo con la letra orinal—. No lo haré más... —añado al coro y sigo. El coreógrafo se ríe, negando con la cabeza y sin dejar de mirarme en espera de otra equivocación. Ya esta es la tercera cometida