Mis manos no dejan de temblar cuando cuelgo la llamada. En realidad, todo mi cuerpo está temblando y lo hace de manera tan descontrolada que debo sentarme en el sofá para poder procesar lo que aquí acaba de pasar. Siento que el aire me falta, siento una enorme opresión en mi pecho que me impide respirar con normalidad. Él se fue, se fue para calmarse, pero se fue. Yo le dije que no, lo hice porque estoy conmocionada por lo que ha hecho, o lo que pretendía hacer. Yo creí que me pediría la mano, que se arrodillaría después de esa cena romántica y me pediría ser su esposa. ¡Y yo le diría que sí! ¡Maldita sea, le diría que sí sin dudarlo! ¿Pero esto? ¡Dios, esto...! Paso mis manos temblorosas por mi cabello, mientras que mi mente es bombardeada por los recuerdos de lo que hace unos pocos