Sentir sus anchas manos apretando mis nalgas mientras me carga para llevarme al jacuzzi es una sensación demasiado placentera para mí. Le he dado una orden, aunque dentro de mí es más como una súplica, porque es delicioso lo que me hizo, demasiado exquisito, pero yo quiero también el lado romántico de mi doctor. Ese lado que me hace sentir mariposas en el estómago, aunque si se lo digo, me dirá que mariposas no son. Ya me lo imagino dándome una explicación del porqué mi estómago se retuerce ante sus toques, su cercanía, su cálido aliento que me eriza la piel. Quiero al Zeus desatado, al oscuro, al perverso que le cuesta ahora mantener sus manos quietas, pero también quiero al Zeus romántico que vuelva una vez más a poseerme el alma como la última vez. Soy una picarona, pero tambié