Cuando mi madre dedica una leve sonrisa, yo no se la devuelvo. Me mantengo inescrutable, porque no quiero sentir más emociones, ya tengo unas que me permiten encerrarme en mí mismo. El odio, el rencor, esas son las mejores, porque no me dejan martirizarme con lo que ya no tiene solución, no me dejan compadecerme de mí mismo. Mi madre se acerca con expresión llorosa, un intento de verse serena. —Hera y Apolo quieren verte, los voy a buscar —me informa y yo no puedo evitar la risa irónica que me sale al escuchar el nombre de mi hermana. No tengo ganas de ver a Hera, por ella fue que decidí hacer la locura que me trajo hasta aquí. Me metió tantas ideas en la cabeza, tantos reclamos por estar actuando mal, que me volví loco. Y este fue el resultado. Debí pensarlo mejor. Nada bueno sale