Lucas, aunque no amaba a Cleo no podía abandonarla, ya no era por el dinero o porque ella haría lo que fuera por él. Era algo más enfermo que eso, aquel hombre no podía dejarla porque no soportaría verla con otro hombre que no fuera él. Cleo era hermosa, su palidez, su personalidad y su cuerpo que lo volvía completamente loco. Le encantaba tener sexo con ella todas las noches, claro que se levantaba en la madrugada para despertarla, haciendo que la resistencia que tenía en su trabajo fuera poca. Pero a Lucas no le importaba nada de eso, más bien…
No le importaba como se sentía Cleo…
Quizás su infancia tenía algo que ver con su comportamiento, desde muy niño le enseñaron que debía de resolver todo a los golpes, pero que a una mujer no se le podía llegar a pegar. Pero, aun así, podía gritarle, podía herir sus sentimientos, manipularla y nuevamente tenerla a su lado. Para él Cloe era como un pequeño pájaro el cual no dejaba salir de su jaula, solo la observa con atención para mover su trampa y tenerla entre sus manos. El padre de Lucas tampoco había sido el mejor ejemplo del mundo, se metía en muchas peleas, engañaba a su esposa y cuando el pobre niño cumplió 16 años este se fue con otra mujer mucho más joven que su esposa.
En ese momento Lucas sintió como un pedazo de su corazón se derrumbaba por completo, adoraba a su padre, lo amaba más que a sí mismo. Pero con ese abandono entendió que nadie lo amaba, porque si alguien en verdad lo amara no lo abandonaría, claro que en ese momento Lucas no podía pensar con claridad, tenía a su madre, pero este la ignoraba. No importaba si su madre le compraba miles de cosas que le pedía o le daba dinero, este únicamente le daba cierto afecto lleno de hipocresía e interés. Pero a causa de que su madre lo tratara como un niño pequeño, hizo que debían de darle todo lo que quisiera, podía llegar un día y pedirle a su madre una gran suma de dinero y está se lo daría porque era su hijo.
El amor de una madre a su hijo es incondicional, pero puede llegar a cegar tanto que no encuentras la verdad de eso. En el fondo, Lucas decía que su madre tenía la culpa de todo lo que había pasado con el abandono de su padre. Veía a su madre como una persona débil, sin ninguna belleza superficial, no se arreglaba y siempre mantenía un rostro sereno ante cualquier cosa. Ella había sido la causante del porqué su padre los había abandonado, o eso pensaba el idiota de Lucas. Pero Cloe era diferente a su madre, ella era amable, siempre se arreglaba, pero no demasiado, poseía una belleza a simple vista y sobre todo una timidez haciendo que le fuera fácil de manipularla.
Una sonrisa de cinismo se posa en su rostro al recordar cómo había golpeado al jefe de su novia hace un par de años atrás, aquel acto tan bárbaro había ocasionado que ellos dos no encontrarán empleo durante meses porque el sujeto le había hecho la vida imposible cerrando varias puertas para ellos. Aunque los trabajos que conseguía Lucas en ese tiempo eran en restaurantes famosos, muchos los contrataban por su forma de expresarse y porque muchas mujeres con dinero se divertían ante sus halagos tan sacados de películas.
Entre la tarde de Noruega Lucas encontró con pequeño puesto de flores y su sonrisa se hizo más grande, había miles de flores de distintos colores y diferentes formas, entre ellas estaba las flores favoritas de Cleo, pero ni eso podía recordar Lucas.
― Quiero un ramo de flores, por favor… — La empleada asiente con su cabeza tomando unas rosas rojas, pero Lucas la detiene. — No, no, esas, no las quiero. Quiero las más baratas que tengas. — La mujer no dice nada y toma un ramo de solidago, unas flores muy pequeñas, pero abundantes. Eran todas amarillas, un color que a Cleo no le disgustaba, pero no era su favorito. Lucas no quería comprar otras porque eran muy caras y sabía que con solo regarle una flor de un parque ella caería ante su teatro. La mujer al tener listo el ramo se lo entrega y Lucas le da el dinero, sabía dónde estaba trabajando su novia, iría a la empresa del señor Martin. Lucas haría lo mejor que le salía hacer…
Hacerse la víctima a más no poder…
(…)
La empresa del señor Rossell era observada por Lucas, quien le había pedido permiso al guardia y este le dejo entrar. El hombre de ojos oscuros fácilmente podía esperarla en su apartamento, pero quería hacerlo en su trabajo para marcar territorio y que todos vieran que ella ya tenía a alguien a su lado, esa era una de los miles de maneras de marcar territorio para él. Al entrar al piso donde se suponía que estaba Cleo vio a muchas personas trabajando y otras moviéndose de un lado a otro, pero no a ella.
― Disculpe, ¿Puedo ayudarlo en algo? — Un hombre se le acerca haciendo que Lucas frunciera su ceño.
― Estoy buscando a Cleo, no la veo por ningún lado. Me dijo que viniera. — Miente en lo último al notar como el hombre que estaba al frente de él había fruncido su ceño.
― ¿Qué vinieras?… — Hace una pregunta sabiendo que era mentira, Martin les había dicho a todos sobre dónde se encontraba Cleo y le parecía raro que le hubiera dicho a alguien que fuera a la empresa donde no estaba trabajando. — Te voy a pedir amablemente que te retires. — Lucas relame su labio inferior al escuchar al sujeto, lo estaba viendo como una amenaza y le parecía una ofensa lo que le estaba diciendo.
― ¿Disculpa?... Vine a ver a mi novia a su trabajo, ¿Cuál es el maldito problema? — Su voz se había alzado haciendo que varios empleados lo mirarán extraño, se podía apreciar por su tono de voz que estaba molesto y porque su ceño se mantenía fruncido junto con su mandíbula que la marcaba.
― ¡Te estoy diciendo que…! — Una mano en su hombro lo detiene haciendo que se callara al voltear su rostro encontrándose a su jefe, Martin, quien mantenía una mirada seria.
― ¿Qué pasa aquí?… ¿En qué podemos ayudarlo? — El empleado de Martin suelta un bufido molesto, Lucas sonríe de lado sabiendo que ese era el jefe y que podía decir cualquier mentira para que el sujeto que aún está presente saliera perjudicado, pero no lo haría, estaba allí por otra cosa.
― Le he dicho a su empleado que estoy buscando a Cloe Lombardi, pero lo único me ha dicho es que me fuera de aquí. Es mi novia y vine a verla. — Martin asiente con la cabeza y muestra una sonrisa un poco forzada, sabía que su empleada Cleo tenía una pareja.
― Entiendo, ella ya no se encuentra aquí. Está trabajando por un mes en la empresa Ragnhild Teknologi, ¿Acaso no lo sabías? — Al jefe de Cleo se le hizo un poco extraño que no supiera nada, pero Lucas al escuchar aquello siente como un peso se le quita en sus hombros.
― No, no lo sabía. Me había ido a visitar a mi madre hace un par de días atrás y quería venir a darle una sorpresa. — Nuevamente, Lucas deja fluir mentiras por su boca, y Martin asiente. — No les quitó más tiempo, muchas gracias. Permiso… — Mientras Lucas salía del edificio no podía dejar sentirse un poco relajado al saber que no tenía que enfrentarse a otro hombre para tener a Cleo, lo único que tenía que hacer era pedirle disculpas por lo que hizo la última vez…
(…)
Cleo salió junto con Vigga del enorme edificio donde ambas trabajaban, hoy había salido relativamente temprano y eso por dentro las alegraba porque no tenían más cosas que hacer, excepto revisar algunos correos y organizar las citas para Ragnhild. La de cabello rizado mantenía una sonrisa mientras hablaba con su superiora cuando su paso se detuvo bruscamente, su rostro feliz ahora era de cierto pánico, ella era pálida, pero su rostro se volvió mucho más pálido al ver a Lucas al final de las escaleras con unas flores mirándola con una sonrisa.
Ella juraba que lo habían olvidado por completo, con todo lo que había pasado había dejado de pensar en él. Excepto cuando su nombre llegaba a pasar por su mente, pero aun así no esperaba verlo.
Lo amaba, lo extrañaba…
Pero no sabía si lo perdonaría, Cleo recuerda con claridad las fotografías donde su pareja salía festejando con sus amigos sin interesarle el cómo estaba ella. Estaba más que segura que no había llegado a llorar en ningún momento o siquiera pensar en ella, ¿Ahora por qué estaba allí?…
Vigga la miraba con el ceño fruncido, estaba confundida por la actitud que tenía su aprendiz. Dirigió por curiosidad su mirada hacia donde ella estaba viendo y miro al hombre con flores, nuevamente mira a Cleo esperando alguna reacción por parte de ella, pero solo traga saliva.
― Cleo, ¿Está todo bien?… — La voz de Vigga sonaba un poco preocupada haciendo que saliera de su trance, Cleo asiente ante la pregunta. Lo que menos quería era causar problemas en su nuevo trabajo, sabía cómo podía llegar a comportarse Lucas.
― Sí, todo es también… Nos vemos mañana, Vigga… — La rubia tomo eso como un claro ejemplo de que quería que la dejarán sola, así que siguió bajando las escaleras. Por las puertas sale Ivar con un maletín, esté nota como Cleo se encontraba parada en las escaleras, le parecía extraño. Pero en el momento en que pasa por su lado nota como estaba tenía su mirada llena de pánico, le parecía extraño, sigue mirando al frente y al estar abajo nota a un hombre que tenía unas flores mirándolo con rabia.
Ragnhild no le toma importancia, sabía que mucha gente lo amaba y lo odiaba, espera con paciencia a qué llegara su chófer, sabía que tomaría un par de minutos porque le había pedido que fuera a buscar a su mascota que en la veterinaria. Cleo baja las escaleras con rapidez, quería que Lucas se fuera de allí lo antes posible.
Sabía que podía llegar hacer un escándalo allí y era lo que menos quería, al tenerlo a medio metro este sonríe para robarle un beso el cual ella se separa con rapidez, ella tenía unas ganas de darle una cachetada, pero a cinco metros de distancia estaba su jefe, aunque Ivar “no los viera” no quería darle inicio al escándalo.
― ¿¡Qué coño haces aquí, Lucas!? — Le grita en un susurro haciendo que este muestre una sonrisa más abierta. — ¿¡Ahora es que te dignas a venir a verme o saber de mí!?… ¡Lárgate de aquí!
― Cariño, por favor… Lo que pasó fue un error, te traje flores para que sepas que me equivoqué. Es mi manera de discúlpame. — Lucas en ningún momento le decía “Perdón… Lo siento… Disculpa…” trataba todo lo posible por decirle cualquier cosa excepto esas tres palabras solas. Cleo mira las flores y solamente niega, no quería hablar de lo que había pasado al frente de donde trabajaba.
― Ahora no, Lucas… Nada más vete. — Su corazón latía con rapidez, su cuerpo se encontraba tenso y su rostro se podía ver la incomodidad que tenía. El chófer de Ragnhild había llegado y le abrió la puerta de su camioneta para que pudiera entrar, pero este solo dejo en el asiento su maletín para girar su rostro hacia donde estaba Cleo con el sujeto que no conocía. Ivar podía solo subir a su camioneta e ignorar lo que estaba viendo, pero no podía. El rostro de su empleada era de incomodidad y se notaba que estaba disgustada con la presencia del sujeto.
― Vamos, cariño, no seas así… Te invito a comer algo. — Lucas toma la mano de su novia jalándola para que comenzara a caminar, pero está la quita bruscamente para que la dejara en paz, no quería irse con él. Lucas al notar ese acto de Cleo frunce su ceño y muestra su gran enojo, en ese momento ella sabía que ahora todo se armaría en un escándalo. Ivar que había visto todo decide meterse en la situación, mientras que se iba acercando nota como el ambiente estaba tenso, Cleo lo mira con pánico al tenerlo justo a un lado de ella. Lucas lo mira con rabia en sus ojos, sus puños se cierran con fuerza y eso lo había notado Cleo que sabía que significaba.
― ¿Está todo bien, Cleo? ¿Te está molestando? — Ella no sabía que decir, tenía dos opciones en ese momento. Podía decirle que no y huir de allí rápidamente, la otra opción era decirle que sí, pero eso conllevaría que Lucas atacará a Ragnhild… sabía cómo era su novio y las cosas terminarían muy mal. En ese momento no pudo evitar el accidente que había pasado con su anterior jefe, el cual Lucas lo había golpeado. No quería tener problemas con él… Un nudo en su garganta se formó y se tuvo que aguantar las ganas de llorar en ese lugar.
― Está todo bien, señor Ragnhild… Disculpen las molestias, hasta luego. — Cleo con rapidez toma del brazo a Lucas para caminar con el de manera rápida, Ivar no les quitaba la mirada de encima, sentía un mal presentimiento dentro de él. Suelta un bufido sintiéndose algo molesto y se monta en la camioneta aún sin dejar de pensar en la escena que observo hace solo pocos minutos.