—¿Vas a liberar a Igor? No lo lastimarás, ¿Verdad?
Stephen escuchó sus palabras que le parecieron dos dardos envenenados a su corazón, odiaba que siguiera pensando en ese malnacido
—En realidad, nunca lo he tenido a mi merced, ese hombre miserable se fue en cuanto pudo, en el mismo prado, sin importarle tu destino, ¿Ahora entiendes que no te ama? —sentenció con voz dura
Ella le miró de reojo con duda
—¿Qué dices? —exclamó irresoluta—. ¡Mientes!
—No lo hago, jamás dañaría a nadie, Venecia, y aunque a ese tipo lo odie con todas mis fuerzas, tampoco lo dañaría.
—¿Por qué me mentiste? —dijo con indignación
—Porque te he deseado con la fuerza de mi corazón desde hace años, y solo he tenido esta oportunidad para demostrarte todo mi amor.
—¡Me das asco! Mira lo que has tenido que hacer, e
