Estaba Rose mirando el techo blanco de su habitación, y con ambas manos sobre su abdomen jugueteaba con sus dedos. Eran las 07 de la mañana y ella ya no pudo seguir durmiendo ni una pizca más. Por dentro estaba muerta de nervios, y es que en la noche tampoco pudo descansar por que soñó todo el tiempo con su profesor. Su voz ronca, su cabello frondoso, sus pectorales, su bulto apretado bajo sus pantalones… Rose se levantó de golpe y decidió que necesitaba urgente una ducha helada, sólo así quizás podría calmar su cuerpo acalorado. Mientras estaba bajo el chorro tibio de la ducha, sus pensamientos continuaron divagando por un mundo perdido lleno de decoro junto a su profesor, y es que Petrova le evocaba todos esos deseos ocultos y fogosos que alguna vez pensó que ella no poseía. Petro