El viento soplaba tan frío que golpeaba directamente su hermoso rostro y las lagrimas que se derramaban como una cascada desde esos ojos verdes como esmeraldas, parecían congelarse en su sitio. El velo blanco se voló desde su cabello que aun estaba un poco acomodado en ese elegante tocado, danzando ante ella en el aire como una bailarina de ballet. El hipeo de su respiración entrecortada resonaba en el silencio de ese sitio en las alturas; el vértigo que sentía la mareaba mientras su vista se clavaba en la caída de no menos de 150 metros que se apreciaba hacia el fondo. La cola de su vestido de novia, demasiado pesada, era quizás la única razón por la cual la fuerza del viento aun no la había tirado desde aquella orilla del alto edificio donde se encontraba parada aun debatiéndose sobre arrojarse al abismo y olvidarlo todo o intentar levantarse junto a los pedazos que quedaban de su vida; y es que, ¿Cómo iba a recuperarse de aquello? Durante los últimos diez años había amado a ese hombre con toda su alma, entregándose de manera verdaderamente incondicional a él, confiándole todo, absolutamente todo, incluida la mitad de sus empresas, después de todo. Iban a casarse, a formar el hogar de ensueño que durante tantos años imaginaron juntos; ahora, se enfrentaba de cara a la realidad y nada mas y nada menos que en el día que se suponía, debía ser el mas feliz de su vida. Ángelo Hassan, su prometido, a quien siempre considero la otra mitad de su alma, la había traicionado, dejándola sola en el altar y huyendo con la mitad de sus bienes junto a su amante, aquella a la que una vez considero su mejor amiga, su casi hermana: Ciara Blagden.
Los rostros de los invitados, algunos de angustia, muchos más de burla, la miraron con ojos juiciosos, ella, la única hija de los Adatto, la única sobreviviente de ellos, y de quien dependía el resurgir de su casta, había quedado humillada, ridiculizada frente a una multitud que solo se burló o le tuvo lastima de su dolor; su llanto se volvía más profundo y amargo al recordar aquello. Estaba decidida, iba a hacerlo, al momento de estrellarse contra el frío y cruel pavimento, todo habría terminado; ella ya no sufriría más, se sumergeria en el helado olvido de la muerte para nunca más tener que sufrir, sus ojos verdes se cerrarían para siempre, dejando atrás aquel cruel mundo que la vio nacer. Si tan solo pudiese vengarse, hacerle pagar de la manera mas atroz a aquel hombre su traición, quizás, aun le quedaría algún motivo para seguir en ese mundo.
Abriendo sus brazos, y decidida a dar su último suspiro, Virginia Adatto decidió morir, hasta que una casi imperceptible risa la distrajo de sus pensamientos.
– ¿Quién anda allí? – exigió saber la joven mujer en sus veinticinco años de hermosa piel blanca como la nieve, cabello rojo como el fuego y ojos tan verdes como la madre selva.
No hubo respuesta alguna; aquella risa de burla tan solo se acentuaba mas en el frío y el silencio de aquella noche. No era posible que fuese alguno de sus empleados, el edificio estaba solo, y solo ella tenia acceso a esa parte del rascacielos de donde estaba a punto de tirarse.
– Te exijo que me digas quien demonios eres – exigió saber hacia la aparente nada aquella joven y despechada mujer.
– Es curioso, muy curioso, decides acabar con tu vida por la traición de ese hombre al que juraste amar por siempre una tarde de otoño frente a la iglesia de la que acabas de huir, deseas vengarte, verlo sufrir a el y a su amante por lo que te han hecho, dime Virginia ¿Dónde quedo todo aquel amor que por el jurabas? ¿Por qué tan repentinamente fue reemplazado por el mas ardiente odio? ¿No es costumbre de los humanos decir que por amor soportarían todo? ¿Es culpa suya? ¿O es la tuya por haber confiado en un hombre que ya te había traicionado una vez? No te engañes, sabes muy bien que no podías confiar en el después de esa primera traición que cometió contra ti cuando apenas se volvieron una pareja, sabias que esperar de él, y, aun así, decidiste amarle…dime Virginia ¿Por qué? –
El viento, ya de por si bastante frío, se torno completamente helado. Sus pulmones se apretaron al sentir aquel terrible y aterrador peso sobre ella, casi logrando asfixiarla e impidiéndole respirar con normalidad; aquella voz que salía de las penumbras no parecía provenir de ningún lado y al mismo tiempo, lo llenaba todo, tan poderosa, tan varonil y tan espectral, que parecía sacada de sus peores pesadillas.
– ¿Q…Quien eres tú? – pregunto aquella joven suicida con voz trémula hacia la mas terrible oscuridad, donde un par de ojos que ardían como brasas, la miraban con un deje de soberbia, crueldad y burla.
– Yo soy quien soy, tengo muchos nombres, todos causales de terror, impronunciables y temidos por todos los hombres y las bestias, yo conozco el tuyo, Virginia Adatto, la única hija de tu padre, la última de tu estirpe, la sangre en tus venas, tan especial, morirá contigo, dime, tonta mujer, ¿Ya vas a tirarte? –
Aquella voz aterradora parecía acercarse a ella. Asustada, y dando un paso atrás, Virginia resbalo del filo de aquel enorme edificio. Iba a caer, iba a morir, lo sabía; sus ojos verdes se llenaron de lagrimas al recordar los rostros de sus amados;y también, aborrecidos padres que hacía tantos años habían partido al mas allá. Iba a morir por un hombre que nunca valió la pena, iba a morir por un despecho que pudo haber superado. Entonces lo deseo, deseo con toda su fuerza no morir, se aferro a la vida que estaba por terminarse. Quería venganza, quería desquitar su dolor contra aquellos que le hicieron tanto daño, quería honrar la memoria de sus padres, pero ya era tarde, ella iba a morir y lo que dijo aquella voz terminaba siendo cierto…su legado moriría con ella, la última Adatto.
– Entonces lo deseas, deseas venganza, deseas dolor, yo puedo dártelo, puedo ayudarte a obtener la venganza que grita tu alma, puedo ayudarte a continuar tu legado, darte una segunda oportunidad de seguir viviendo en este mundo podrido que tu y yo conocemos. Solo pido un precio, el mas valioso que una existencia puede dar, todo lo que añoras te lo daré a cambio de tu alma. La tuya que vale por cuatro, la deseo para mí, entrégame tu alma y lo tendrás todo, dime dulce y pura Virginia ¿Me aceptas? –
Aquella vos resonó en sus oídos, en su mente y en todo su ser. Sus ojos cerrados pudieron ver aquellos ojos llameantes de fulgor infernal. Un demonio, aquella presencia, aquello que le ofrecía, aquellos seres que su madre temía, una suplica al dios en el que nunca creyó, fue lanzada como una plegaria al cielo; no quería morir, ella quería venganza.
– ¿Le oras a ese dios en el que nunca creíste? ¿El mismo al que culpaste de la muerte de tus padres de carne? –
Lagrimas escapaban de sus ojos, aquellas palabras eran ciertas, son embargo, no estaba cayendo, ¿Por qué no estaba cayendo? Abriendo sus hermosos ojos de selva salvaje, pudo verlo; aquel rostro hermoso con una mueca de burla, ojos rojos, del mismo color de la sangre que llameaban como fuego de infierno, piel pálida y hermosa como el alabastro pulido, cabello n***o como la noche misma, una belleza sin igual, imposible en un ser humano. Un demonio tan bello que despertó por un instante su lujuria y que la sostenía con firmeza por la cintura evitando que cayese al vacío.
– Quien… ¿Quién eres? ¿Por qué quieres mi alma? – cuestiono la bella pelirroja sin dejar de mirar a los ojos flameantes de aquel imponente ser.
– Ya te lo dije Virginia, soy quien soy, pero si deseas un nombre, puedes llamarme Eros, como ese nefasto dios de los antiguos griegos, y deseo tu alma, porque soy aquello que estas pensando, entre mas dolor, entre mas sufrimiento…entre mas odio…un alma es mas deliciosa, y yo pueril Virginia, deseo la tuya con demencial desesperación. Acepta mi pacto y te daré todo lo que más deseas –
Apretando los labios, sin dejar de mirar a aquel hermoso demonio que no revelo su verdadero nombre, Virginia miro hacia su costado mientras era sostenida al borde de su elegante edificio. ¿Morir o hacer un pacto con ese hermoso ser que le prometía su venganza contra Ángelo y Ciara? Sus ojos verdes esmeralda llamearon en un fulgor similar a los de aquel demonio hermoso. No, no moriría, no los dejaría vivir felices a costa de su dolor, se vengaría, les haría pagar cada lagrima, cada traición, cada uno de sus sufrimientos y si el precio era su alma, entonces, lo pagaría sin importar que.
– Acepto, tendrás mi alma siempre y cuando cumplas todo lo que deseo, Eros – respondió la bella pelirroja sin titubear, con el odio creciendo en su corazón.
Aquel ser le había sonreído, y entonces…la beso, un beso ardiente, demandante, uno que sintió que le estremeció el alma y su ser entero.
– Nuestro pacto se ha sellado, tu alma se ha unido a mi existencia, desde este instante marcado en la eternidad, tu, Virginia Adatto, me perteneces, yo, Belial, el rey de los nueve círculos del infierno, soy tu dueño –
Virginia sintió como caía en el abismo mas oscuro, junto a aquel hermoso demonio que la besaba una vez mas en los labios.