Virginia preparaba un vasto desayuno después de su apasionada noche junto a su Eros. Sus mejillas se coloreaban de rojo al recordar todas las cosas que el “le había hecho”. Sus sueños húmedos habían saltado a la realidad y aun cuando todavía se sentía ligeramente adolorida en su intimidad, se sentía plena. Nunca se hubiese imaginado que algo tan simple como el sexo, podía resultar ser tan placentero.
– Buenos días niña Virginia, no debía molestarse usted en preparar su desayuno y el de sus peculiares invitados, debió esperar a que la cocinera hiciera lo propio – dijo Jaime que entraba a la cocina extrañado.
Virginia sonrió. – No te preocupes Jaime, no es necesario que Caro haga nada mas que la limpieza, además, Belfegor se quejo de que la cena de ayer fue picante y parece no gustar de
