La noche recibía a un par de cuerpos desnudos que se acariciaban con pasión bajo las sábanas de seda oscura. Murmullos y pequeñas risas que intentaban acallarse sin demasiado éxito, volvían de aquel momento algo demasiado íntimo y especial que lograba regocijar las almas de los involucrados. Virginia besaba nuevamente los labios de Belial, mientras lo miraba profundamente a los ojos zafiro a los que se había acostumbrado irremediablemente, así como Belial se sentía perdido en los ojos de ella. – Dime algo, ¿Cómo es posible que un demonio pueda amar?, desde que era pequeña y en cada religión, los muestran a ustedes como seres infernales y despiadados que viven en pecado, incapaces de amar o sentir empatía por otro – cuestiono la hermosa pelirroja sin dejar de mirar a los ojos de su demoni