El cabello rojo parecía danzar entre el viento que lo elevaba con gracia, sus ojos con iris de oro y pupilas de plata, miraban aquellos mechones rojizos brillando intensamente como una llamarada bajo la luz del sol. Por un momento, pudo ver el miedo reflejarse en los ojos verdes de selva salvaje de esa joven humana, sus facciones delicadas se habían contraído en una mueca de desconcierto que le decía que ni ella misma entendía la razón de su temor, ese temor ancestral que esa nueva alma habría de tenerle, era, algo normal. Una existencia guarda memorias, que si bien, la mente humana por si sola nunca podría desbloquear, quedan allí, grabadas como las letras de tinta en las paginas de un libro. Una sonrisa que se forzó a ser agradable, se dibujo en el rostro de aquella pelirroja y luego, si