Las sabanas de seda blanca escondían a dos cuerpos desnudos debajo de ellas que parecían estar encontrando en medio de mil caricias, la forma del otro. Risitas traviesas se escuchaban y palabras entrecortadas no eran entendibles a simple oír. – Basta Ángelo, tenemos que ir a la empresa de esta necia a recoger tu cheque – decía Ciara Blagden saliendo de las sábanas. Ángelo, suspiro. Era verdad, debía recoger el cheque por sus ganancias mensuales, después de todo, era socio de varias de las empresas Adatto, Virginia había sido una mujer demasiado tonta e ingenua al cederle parte de aquellas acciones, las mismas que ahora buscaba desesperadamente el poder recuperar. – Bien, vamos, solo esperemos no encontrarla, o no será agradable – respondió el hombre con un deje de fastidio.