Capítulo 1

1223 Words
Una de las ventajas de vivir en una ciudad donde tenés las mejores universidades del país o, por lo menos una enorme oferta académica, es que no debés mudarte para acceder a una educación de excelencia, esa es, justamente, una de las virtudes de Mendoza. Una desventaja, o por lo menos desde el punto de vista de Ivonne Mayer, es que te seguirás encontrando con los mismos idiotas que tuviste de compañeros en la secundaria. Así es, ella, con la vista fija en aquellos tres imbéciles que reían como si fuesen los únicos malditos en el curso, se tragaba el orgullo y el temor que volvía a paralizarla. Mateo Costa era el jodido rey de la secundaria, con su estúpido séquito de idiotas que lo seguían a sol y sombra, jodiéndole la vida a cada persona que se atravesaba en su camino. "Pelotudos de mierda", masculló con rabia en su mente. Analizó a los otros dos cabrones que lo acompañaron hasta la exigente carrera en la que cursaba: Matías Tempton e Iván Silessi, dos de los idiotas más faltos de personalidad que jamás conoció, bueno a Iván tal vez lo podía respetar un poco más que al otro, solo un poco. El plan había sido sencillo, ella tenía excelente desempeño en la secundaria por lo que ingresaría sin problemas a una de las Universidades más exigentes para cursar la carrera de Arquitectura. Suponía que nadie de los que le jodieron la existencia estaría allí, pero la mierda de destino se los puso en la cara, y no, no podrían haber sido otros de los idiotas o las huecas que formaban parte de aquel grupito de "elite", no, debía ser justamente su líder y sus dos mejores amigos de mierda. Tratando de no llamar la atención caminó por el fondo del lugar hasta ubicarse en los últimos asientos, los más alejados de aquellos tres idiotas, pero su mala suerte iba a hacer un espectacular acto de presencia cuando el profesor de Análisis Matemático decidió ingresar por la puerta ubicada en el fondo del salón. En el momento que todas las miradas giraron hacia atrás lo supo, el trío de idiotas la había visto. Sí, claro que vio la estúpida sonrisa de Mateo, pero decidió que no bajaría la mirada, ya no podía acosarla como lo había hecho cada maldito día de la secundaria. ¿Y ella por qué había aguantado en silencio? Sencillo, su padre, enfermo de cáncer, quien trabajaba todas las noches de guardia en distintos edificios de la ciudad, no debía preocuparse por su hija con problemas en la secundaria, afectando de esa manera su delicada salud, asique él pensaba que en la escuela todo transcurría con normalidad, que nadie molestaba a su preciosa primogénita y que la vida era sencilla para la morocha. Además si llamaba demasiado la atención de sus estúpidos compañeros terminarían descubriendo la existencia de Dany, haciéndolo un posible objetivo de sus estúpidos acosos y eso, claramente, no lo iba a permitir. No, no se avergonzaba de Dany, pero su autismo lo convertía en un niño muy sensible a ciertas situaciones y ella no lo expondría por nada del mundo a la atención de aquellos imbéciles con los que se rodeaba cada día. ¿Y su madre?, se preguntarán. Bueno, la mujer decidió que tener un niño con autismo en su casa era demasiado para ella y se largó, así, de un día para el otro sin mirar hacia atrás. Hace cuatro años no sabían absolutamente nada de ella. Volviendo a la realidad se concentró en las palabras del profesor y las indicaciones generales respecto a sus clases. Bueno, esta iba a ser una de las materias difíciles de pasar. "Mierda, la sonrisa de Mateo ya no me gusta", pensó observando cómo el idiota se giraba en su silla solo para dedicarle aquel gesto ladino. —Creo que ya sé quién nos ayudará a pasar— susurró Mateo volviendo sus ojos azules hacia sus dos amigos. —Dejala en paz — bufó Iván —, le hicimos esto toda la secundaria y ya me aburrió. Además hay minas realmente lindas en esta clase, mucho más interesantes que la insulsa de Mayer, por lo que no pienso perder mi tiempo en seguir con aquella estupidez que hicimos durante cinco años — agregó evaluando a su alrededor sin darle espacio a su amigo para rebatir. Matías, mientras tanto, se mantuvo al margen de la conversación, él había llegado allí con esfuerzo y quemándose las pestañas tarde tras tarde solo para poder aprobar aquel examen de ingreso y no tiraría todo por la borda debido a una extraña fijación de su amigo contra esa muchacha de cabello alborotado y ojos verdes. —Dicen que se hace una fiesta de bienvenida a todos los estudiantes de Ingeniería— susurró Mateo. —Espero que inviten a las de Arquitectura, están realmente buenas — respondió Iván mirando en dirección a un grupo de cuatro chicas que trataban de resolver uno de los ejercicios propuestos por el profesor. — ¿Creen que la cerebrito está por Ingeniería o por Arquitectura? — cuestionó Mateo. —Hermano, parecés enamorado de la flaca — devolvió con fastidio Matías, él solo quería escuchar lo que decía el profesor—. ¿Qué importa qué estudia? Ahora dejame escuchar lo que dicen para poder tratar de resolver esta mierda de ejercicio — regañó con mal humor, pasando por alto el gesto de su amigo, mirando fugazmente en dirección de la mujer que acaparaba la atención de Mateo. Un hecho que nadie podía negar es que Ivonne era una muchacha realmente atractiva, sus curvas eran suaves y redondeadas, sus pechos pequeños que siempre estaban correctamente ajustados dentro de alguna prenda dejando solo apreciar el nacimiento de los mismos, sus ojos verdes como el pasto parecían encenderse cada vez que aguantaba estoicamente una agresión tras otras, todo eso la convertían, en conjunto, sumamente atractiva. Pero lo que más atraía de ella era esa voz grave y sedosa, suave cuando conversaba con los profesores y segura cuando exponía enfrente de toda una clase que solo se dedicaba a humillarla o ignorarla. Jamás le conocieron un solo amigo, jamás habló con nadie más que lo estrictamente necesario, pero el rumor de que fuera de la escuela era una chica realmente salvaje, se esparcía cada día, cada año, con más fuerza. — ¿Creen que podamos terminar de organizar las fechas de las peleas para empezar el mes que viene? — preguntó Iván sentándose en aquella banca del buffet de la Universidad. Enfrente tenía a sus dos amigos degustando un suculento almuerzo, mostrándose bastante interesados en sus palabras. —Ya casi está arreglado — dijo Matías antes de darle una buena mordida a su sanguche. —Envié esta mañana el link de las inscripciones así sabemos cuántas participantes tendremos — explicó Mateo para luego engullir una buena parte de la hamburguesa que sostenía entre sus manos. En el patio de aquella bonita Universidad, ubicada en la periferia del Parque San Martin, Ivonne se sentaba sobre el refrescante pasto, debajo de la sombra de un árbol, en busca de un poco de aire fresco. ¡Vaya que las clases eran largas! Su teléfono sonó y sonrió al ver el mensaje de su primo Rene. Otra vez le había conseguido un buen evento en el que anotarse.
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