Capítulo 8

3775 Words
—No te vuelvas a acercar — ordenó Riko en un tono demasiado bajo y amenazante mientras clavaba la punta de su dedo en el pecho del morocho—. Nunca más — sentenció con completa determinación en sus ojos. Matías se tomó unos momentos para asimilar aquellas palabras y volvió la mirada hacia Ivonne que mantenía su cabeza gacha y las manos en la cadera. —Ivonne — susurró el morocho pidiendo, rogando, que ella le dijera al chabón que no hacía falta hacer aquella promesa. Su silencio fue la respuesta suficiente para terminar de sentirse una basura. "¿Y qué esperabas si fuiste un cabrón cobarde de mierda?" De a poco aflojó sus músculos, sin poder dejar de apreciar la figura de Ivonne, cubierta por una suave capa de transpiración y vaselina, con su mirada clavada en cualquier cosa menos en él. Se separó de Riko y salió de allí a paso lento, sintiéndose completamente derrotado. ------------------------- Ella caminaba despreocupada entre la gente hasta que esa enorme sonrisa tan conocida la hizo reír. —¡Alejo!— gritó al ver al morocho frente a ella. —Hermosa— devolvió el otro mientras la tomaba de la cintura para hacerla girar entre medio de aquella multitud—. Imagino que la mierda que hiciste allá arriba tiene que ver con algún plan de Riko — le susurró al oído haciéndola reír. —Ya sabés cómo es él— respondió observando esos ojos celestes de aquel hombre aún la tenía atrapada por la cintura, con su rostro muy cerca del de ella, tan cerca que su perfume, masculino y amaderado, le llegaba a sus fosas nasales, transportándola a sus inicios en las peleas. Luego desvió la mirada a esos tres hombres que acompañaban a su amigo, a aquel que había conocido hace tantos años en esos mismos circuitos de peleas, cuando se enfrentaba a René, forjando una extraña relación de amor/odio con su enorme primo. Los reconoció. Rodrigo, su mejor amigo con cara de poca felicidad, Tomás, el niño con constante mal humor y lengua venenosa. Cristian, el hermanito de Alejo, tan fiestero y mujeriego que ella había aprendido a mantenerlo alejado. Ivonne nunca imaginó aquellos dos pares de ojos que la custodiaban desde diferentes posiciones de aquel espacio, sin prestar atención a la última pelea de la noche que se desarrollaba en medio del ring. Matías se insultó por lo bajo, él hubiese dado lo que fuera porque ella le volviera a regalar una de sus amplias sonrisas, una como la que le entregaba a aquel idiota y que él había visto hace muchos años atrás, cuando recién estaban en primer año de la secundaria y les tocó ser compañeros en un trabajo para la escuela, en aquellos tiempos cuando Mateo no tenía esa extraña fijación contra ella y él se podía acercar a hablar con la morocha, recibiendo, en muchas ocasiones, esa hermosa sonrisa que lo cautivó a sus inocentes trece años. ¡Dios, daría lo que fuera porque ella volviera a reír de sus chistes! "Seguí soñando, Matías", se regañó y volvió a beber de aquella cerveza que le sabía a muy poco. —Terminó — susurró Iván a su lado y Maty cambió sus oscuros ojos de aquella pareja al centro del escenario en donde Lorenzo explicaba cómo se desarrollarían las siguientes dos noches. Mateo, por su lado, se tragaba los insultos que querían escapar uno tras otro de sus labios. Hace más de veinte minutos no prestaba atención a lo que aquella rubia le decía, su mente no podía hacer nada más que maldecir al idiota que no le sacaba las manos de encima a Ivonne, a su Ivonne, gruñó dentro de su mente. —Me tengo que ir — le dijo a la rubia y salió de allí antes de que no pudiera controlar sus impulsos, antes de que ese ser primitivo lo gobernara una vez más, llevándolo a hacer estupideces de las que luego se arrepentía, por las que luego se castigaría de manera demasiado dolorosa. ------------------- Ivonne llegó agotada a su hogar, se tiró sobre su cómoda cama y contempló el techo en silencio. No podía, no debía, dejar que esa chispa se volviera a encender. Lo de Matías seguro fue alguna estupidez que se le pasó en el momento por la cabeza al morocho y no tenía nada que ver con posibles sentimientos de nada. "¿Y si…?". Ni siquiera quiso terminar de formular la pregunta en su cabeza, no iba a volver a caer en aquello. A la mañana siguiente su teléfono sonó y pudo comprobar que era el señor Tempton, ese doctor demasiado serio pero increíblemente amable. Atendió un tanto curiosa, aunque con el corazón atravesado en medio de su garganta. Inhaló profundo e intentó controlar su voz. —Hola — dijo en apenas un susurro. "Dios, que no sea nada malo". —¿Ivonne? — indagó el hombre al otro lado de la línea. —Sí— respondió con el cuerpo temblando. —Ivonne, quería saber si hoy por la noche podrás cuidar a Luz— dijo el hombre y ella sintió todos sus músculos aflojarse. No era por su padre, gracias a Dios no era por su padre. —S-sí — respondió intentando controlar el terror que casi la reclama por completo. —Perfecto. Necesito si podés estar en casa a las nueve de la noche. —Sí, por supuesto— respondió. Al terminar de arreglar los detalles con el hombre cortó la llamada y se dispuso a repasar, de nuevo, aquellos apuntes de Estructuras que aún no terminaba de comprender, mejor adelantar un poco de estudio antes que sus complicados horarios terminaran por reclamar su rendimiento académico. Sonrió un tanto embobada, divertida por el pánico que había sentido en cada fibra de su ser y el posterior alivio al saber que la llamada en nada tenía que ver con una mala noticia, con un fatal desenlace, con un triste cierre. ------------------- Los oscuros ojos de Matías observaban con evidente furia al hombre sentado a su lado. René hablaba animadamente con Mora que trabajaba diligentemente al otro lado de la barra y eludía, con mucha destreza, los continuos coqueteos del morocho. —Dale, Mora, una mina tan linda como vos no puede estar sola — volvió a insistir René. Mora sonrió y siguió trabajando en la preparación de aquella bebida de colores. —Idiota — murmuró Maty con rabia. —¿Y cuál es tu maldito problema?— dijo René girando su cuerpo hacia el hombre a su lado. Es que llevaba casi media hora clavándole esa mirada furiosa y mascullando insultos por lo bajo. —¿Cómo está Ivonne?— preguntó desafiante, enfrentando sus oscuros ojos con los azules de René. El mayor intentó no sonreír, pero la mueca igual se abrió paso por su rostro. ¿Asique el imbécil pensaba que él estaba en alguna relación romántica con Ivy? Vaya, eso era algo nuevo. —Bien, gracias por preguntar — respondió sonriendo de lado. —Imagino que sabe que estás acá— No era una pregunta, pero René igual respondería con toda la chulería que podía. —Ella sabe, y conoce, muchas cosas de mí— respondió sin dejar de sonreír—, entre ellas, sí, sabe que estoy acá. —Imbécil— masculló con odio Maty y se giró sobre el asiento para volver a mirar hacia la barra. No quería partirle la cara al idiota, asique mejor centrar su atención en otra cosa. —Si esta escena fue un penoso intento de preocupación por Ivy — Sí, mierda, que él pudiera llamarla por un apodo lo ponía de un humor del demonio —, lamento decirte que sos el menos indicado para hacerlo. Por ella me preocupo yo, pero gracias de todas formas — le dijo palmeando su espalda antes de ponerse de pie y dejarlo enfadado en aquella silla de la barra, enfado que le duró las siguientes dos horas hasta el cierre del evento. Cuando llegó a su casa pudo ver la moto de Ivonne estacionada en la entrada. Apretó la mandíbula al recordar aquella noche en la que, saliendo de uno de los lugares de moda, Candela y Martina se acercaron a una moto y le desinflaron ambas ruedas. Él frunció el ceño porque no tenía idea de quién era el dueño de aquel vehículo, pero tampoco preguntó demasiado, simplemente continuó caminando a su auto y esperó por las muchachas. Al lunes siguiente Ivonne llegó en el micro a la escuela, su labio partido y la mejilla magullada eran una muy buena señal de que la morocha no había tenido uno de sus mejores fines de semana. Cuando él preguntó, disimuladamente, a un par de estudiantes, lo supo. Aquella moto le pertenecía a la morocha. Al parecer al salir y encontrar sus ruedas desinfladas, debió caminar varios kilómetros hasta encontrar una estación donde pudiera volver a inflarlas. Le explicaron que mientras hacía aquello se distrajo lo suficiente como para no notar que dos sujetos la abordarían, golpearían y le robarían su vehículo. Tardó media hora en reaccionar y poder pedir ayuda, cuando lo hizo los sujetos ya estaban demasiado lejos. Matías no lo podía comprender, ¿cuánto más daño le podían causar a una muchacha que no hacía nada por defenderse, por salir de ese lugar de abuso? Peor se sintió cuando supo la cantidad de horas de trabajo que le había llevado poder comprar aquel pequeño vehículo, cuánto esfuerzo había puesto para terminar de completar el dinero que le faltaba para alcanzar a ahorrar lo suficiente que le permitiera acceder a un medio de transporte propio. Menos iba a saber él, en aquel entonces, que aquella moto la usaba, principalmente, para trabajar repartiendo comida luego de la escuela, logrando llevar algo más de dinero a su casa. Recordó que en ese momento le llamó la atención la reacción desmedida de Mateo, quien amenazó a dos de las chicas más populares de la escuela con divulgar ciertas cosas de ellas si se volvían a meter "sin su permiso" con la imbécil de Ivonne (palabras del rubio, no suyas). Ahora, dos años después de aquel evento, ella volvía a tener aquel medio de transporte. Eso, no sabía por qué, lo hizo sentir orgulloso. Tampoco supo jamás que aquel evento fue lo que llevó a Ivy a acercarse al mundo de las peleas. Había comenzado con clases de defensa y luego su primo, quien vivía a dos horas de distancia en aquel momento, insistió en entrenarla para dar una buena pelea en caso de tener que recurrir a aquello para salir de ciertos problemas. Una cosa llevó a la otra, la llama de la pasión por los deportes de contacto apareció, y terminó metida en los circuitos de peleas clandestinas, en las cuales era muy buena por lo que obtenía excelentes ganancias. Entró a la sala intentando no hacer ruido, dejando las luces apagadas para no molestar. Observó el bulto sobre el enorme sillón y sonrió un tanto embobado, es que estaba adorable con sus piernas acurrucadas contra el pecho y aquellas manos debajo de su linda carita. A paso lento se aproximó y se tomó unos instantes para contemplar el bello perfil de la morocha. Con sumo cuidado se arrodilló delante de ella y, suavemente, colocó su enorme mano sobre el hombro de la mujer que respiraba de forma pausada, indicando que estaba profundamente dormida. —Ivonne — susurró meciéndola con cuidado—. Ivy — insistió en igual tono. Los bonitos ojos de la mujer se abrieron y lo contemplaron unos segundos que le parecieron eternos. Antes que él pudiese reaccionar sintió los brazos de la morocha envolver su cuello y sus dulces labios presionar sobre los de él. Tardó unos segundos hasta que comprendió lo que sucedía y simplemente, simplemente se dejó llevar. Con sumo cuidado subió su mano hasta la nuca de la mujer y apretó el delicioso beso, introduciendo su lengua dentro de la dulce boca de Ivonne, a la vez que se tragaba los gemidos suaves que le correspondían con igual necesidad. Pero él no estaba satisfecho, necesitaba más, necesitaba sentirla pegada a su cuerpo. Por aquella razón fue que decidió levantarse un poco y usar su mano libre para presionar suavemente en la espalda baja de ella y atraerla hasta su fuerte cuerpo. En ese momento, en ese preciso momento, Ivonne pareció reaccionar, separándose repentinamente de él para ponerse de pie en un ágil movimiento. Con la respiración agitada Ivy contempló esa figura que estaba igual de afectada que ella. ¿Acaso no estaba soñando con aquello?¿Acaso no era una situación creada por su mente aquel tierno susurro grave que la llamó, primero por su nombre y luego por aquel apodo que siempre quiso escuchar salir de sus hermosos labios? Al parecer no y eso la tenía terriblemente confundida. —Ivonne — susurró Maty al notar que ella escaparía. La morocha no respondió y se giró sobre sus talones para salir de allí. En el camino tomó su mochila y justo antes de llegar a la puerta, exactamente cuando le faltaban cinco pasos, unas fuertes manos la detuvieron. —Ivonne, esperá — pidió casi desesperado. —Está bien. Perdoname, fue… Estaba dormida, perdón — dijo sin mirarlo. “¡Despertá Ivonne! ¡Él jamás te miró de otra forma que no fuera como si tu existencia formará parte de una patética broma!”¿Cómo carajos dejaba a su corazón enamorarse otra vez de uno de los que le hicieron la vida miserable durante tanto tiempo? No, ya no se podía permitir avanzar más allá de esto. —No, no pasa nada — respondió intentando detenerla pero ella igual pudo zafarse del agarre y escapar hacia la calle, montándose en su moto y olvidando la paga por su trabajo —. Mierda — murmuró Maty sin poder evitar esa sonrisa que le atravesó el rostro. -------------------- Al día siguiente tuvo que ir a la Universidad, no podía perder el cursado solo por ser una cobarde y no atreverse a mirar a Matías de frente. Tragó saliva e ingresó al curso donde tendría su siguiente materia. Bueno, ver a Matías sentado sobre una de las sillas, con una despampanante pelirroja sobre él comiéndole la boca de aquella manera, fue lo último que esperaba encontrar. Intentó salir de allí sin hacer ruido, pero el jodido tirante de su mochila se enganchó con aquella silla e hizo un insoportable ruido al ser arrastrada sobre el rojo piso del salón. Automáticamente la oscura mirada de Maty cayó sobre ella, pero sin dar tiempo a nada, Ivonne decidió escapar de allí, volviendo a ser la misma cobarde de siempre cuando de estas cosas se trataba. Había sido una idiota, había estado todo la noche rememorando aquel adictivo beso, aquellos suaves labios que la devoraban con hambre, sintiéndose estúpida por el delicioso revoltijo en el estómago que sentía cada vez que recordaba el evento. También dedicó buena parte de la noche a odiarse, porque no podía, no debía enamorarse de uno de los idiotas que tanto daño le causó. Se sentía imbécil, estúpida y patética. Ella debía odiarlo, no desear que la volviera a besar. Bueno, la imagen que acababa de ver le había dejado bien en claro que Matías siempre sería… Matías. —Papá— dijo con la mano temblando y haciendo que el teléfono casi se le cayera. Dios, esperaba que su padre no notara la alteración en la voz. —Ivy, linda — respondió el hombre. —¿Hoy no trabajás? —No, linda, me quedo en casa. —Bien, voy a quedarme a estudiar con unos amigos y después me voy a lo de Riko — dijo rogando que se tragara la mentira —,¿podés cuidar a Dany esta noche? La risa suave de su padre le acarició el espíritu, siempre le aliviaba un poco el corazón . —Es mi hijo, amor, no el tuyo. Claro que lo puedo cuidar — afirmó con cariño. —Sí, lo sé— respondió nerviosa y avergonzada. Sabía que a veces llevaba muy lejos el hacerse cargo de Dany. —Me llamás cualquier cosa — pidió con ternura su padre. —Sí. Te amo — dijo y finalizó la llamada. --------------- Iván recorría aquel oscuro bar con la esperanza de encontrar alguien con quien descargar un poco de su tensión s****l. Mierda, ya se odiaba a sí mismo. A lo lejos la vio, casi cae encima de una mesa en donde dos enormes sujetos la trataron de ayudar a colocarse de pie. Caminó a paso rápido y la sujetó con suavidad. —¡Ivy, Dios! — exclamó al ver que no se podía mantener sobre sus dos pies. —Iván — trató de decir pero las letras se le enredaron dentro de la boca. —Vamos a casa — indicó sacándola de aquel lugar. Llegaron a su auto y como pudo la subió en el asiento del copiloto. Tomó el teléfono de la morocha y rebuscó en el registro de llamadas. No iba a llamar al bueno de Esteban para molestarlo y preocuparle por esto, asique miró la llamada anterior. Bien, tal vez ese Riko le daría una mano. Marcó y esperó hasta que una voz que lo estremeció de manera placentera, atendió al otro lado. Volviendo de su estupidez momentánea explicó quién era y el estado de Ivy, escuchó las indicaciones del hombre al otro lado y se montó en su vehículo, siguiendo a la mujer del GPS que le indicaba a dónde ir. —Mierda— susurró cuando vio a ese hombre cubierto de tatuajes esperando por ellos en la puerta de aquella pequeña casa. —¿Estaba con alguien? — La voz gruesa y baja de aquel hombre era aún más encantadora en directo. Debió hacer uso de toda su fuerza de voluntad para concentrarse en la situación actual y no en lo que le pedía su pene. —No, estaba sola — dijo bajando del auto y dando la vuelta para ayudar a Riko a sacarla del auto. —¿Podés abrir la puerta? — pidió el dueño de casa mientras sacaba a su amiga del interior del vehículo. Iván asintió con un gesto adorable y corrió a la entrada, dejando que el entrenador pudiera apreciar esos perfectos glúteos que se ajustaban deliciosamente dentro de aquel jean. Riko entró cargando a Ivonne y la recostó con cuidado sobre el sillón. Era muy raro verla tan ebria, nunca se pasaba de alegre, nunca salvo cuando la situación la abrumaba, se descontrolaba y ella sentía que perdía el control, por lo tanto supo que algo terriblemente malo había sucedido para tenerla ahora así, desmayada en su sillón. —Gracias — le dijo al castaño que estaba a su lado, claramente preocupado—.¿Querés café? — invitó. Iván tragó pesado y asintió. Ese hombre lo estaba volviendo loco con aquel aspecto rudo y el perfume delicioso que desprendía cada vez que se movía, podía sentir cómo su cuerpo reaccionaba a la cercanía de Riko, cómo su mente dejaba de funcionar por unos instantes, cómo el mundo parecía temblar bajo sus pies y su sangre se comenzaba a calentar lentamente. —¿Tú nombre? — preguntó Riko pasándole la taza cargada de café. —Iván — dijo y la cara del hombre lo atemorizó un instante. —¿Sos parte del grupo de idiotas que la molestaron toda la secundaria? — preguntó con rabia. —Lamentablemente — respondió en un susurro antes de beber el café. Mierda, Riko debía dejar de mirar los labios de aquel sujeto o lo terminaría llevando a la habitación para degustarlo por completo, importándole un carajo su amiga desmayada en el sillón y que aquel idiota hubiese sido parte del grupo de mierda que tanto detestaba. —¿Por qué dejaste que Mateo se aprovechara de ella? — indagó luego de unos minutos en silencio. Mejor hablaba o se volvería completamente loco —.¿Acaso no te resultó repulsivo lo que hizo? El ceño de Iván se frunció dando a entender que había algo de la pregunta que él no terminaba de comprender. —Lo golpeé con ganas en cuanto vi las fotos en los grupos, pero ya era tarde, no podía hacer nada para detener su propagación. Estuvimos meses sin hablar — explicó. —No hablo de las fotos — afirmó—. Bueno, no solo de eso. —¿Qué? —La violó, ¿cómo podés ser amigo de un violador? — indagó Riko. La taza se resbaló de la mano de Iván estrellándose contra el limpio suelo, destrozándose en miles de fragmentos como lo estaba haciendo la imagen de Mateo. Ahora, recién ahora, comprendía todo. Él conocía a Ivonne de antes, sabía que jamás bebía de más, bueno, casi nunca bebía, y que mucho menos se habría ido con Mateo, alguien con quien prácticamente no hablaba, pero él, él creyó en las palabras de su amigo. La ira comenzó a subir a medida que su mandíbula se apretaba. Ese imbécil les había dicho que ella aceptó, que él no quería seguir adelante pero ella había insistido. —No lo golpeé lo suficiente— masculló con ira al mismo tiempo que se encaminaba hacia la salida de ese lindo departamento que olía a ese hombre tan perfecto. Sintió la fuerte mano de Riko sujetarlo justo antes de que pudiera salir de la casa, sosteniéndolo con una suavidad que lo mareaba, quemándole la piel solo con tocarlo, empujándolo al borde de su propia determinación por no dejarse llevar, por no acceder a lo que su cuerpo le gritaba. —Si vas en caliente te va a terminar ganando, y no queremos que esa bonita cara se lastime — afirmó con suavidad. Iván se quedó congelado en su lugar, completamente extasiado, sintiendo ese calor expandirse con fuerza en su pecho. ¿Le había coqueteado? Mierda que si era así estaría más que encantado de aceptar. —Perdón — dijo repentinamente Riko soltando lentamente su brazo, como si no quisiera hacerlo pero sabiendo que era lo correcto —. No quería hacerte sentir incómodo — agregó sintiéndose estúpido. —Está bien, no… no hay problema — respondió en un susurro —. Te ayudo a limpiar el desastre— indicó señalando la taza destruida en el piso y el café desparramado manchando la alfombra que se ubicaba debajo de aquella mesita. Riko asintió y fue en busca de la mopa. "Mierda, Riko, dejá de ser tan impulsivo", se regañó mientras sacaba con innecesaria fuerza los elementos de limpieza de aquel pequeñísimo armario.
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