Sobre las suabe sábanas blancas, Camila se encontraba escribiendo en su diario acerca de su día. No fue hasta que un sonido proceden de la sala hizo que su escritura se interrumpiera. Estiró los labios con dulzura, decidió dejar el cuaderno debajo de la almohada y fue como cada noche a escuchar al magnifico pianista y su sonata. La sala como siempre estaba oscura y sólo la escasa luz de una linterna se visibilizaba, Camila caminó en silencio y tomó asiento detrás de la pared para escucharlo entonar. Cerraba los ojos y sonreía, pero de forma brusca la melodía dejó de escucharse y en su lugar escuchó unos pasos que se acercaban a ella. - Cada noche que toque el piano, ¿Siempre te quedaras ahí sólo a escuchar? – preguntó Rupert. Camila aguantó las respiración. La voz de su esposo al habí