La felicidad tiene un precio

2143 Words
Los días para Camila transcurrieron de manera monótona y repetitiva. Rupert había ordenado que le dejaran las tres comidas en su habitación, impidiendo así tener que verla como si su mera presencia le produjera repulsión. La joven se sintió invisible, ignorada y tratada como si fuera poco más que una molestia en la vida de Rupert. Sin embargo, en las noches, Camila encontró consuelo en su música. Se ponía a cantar suavemente en el balcón, interpretando notas alegres para un público de animales nocturnos que la escuchaban atentamente. En una de esas noches, mientras cantaba, Rupert volvió del trabajo y accidentalmente la escuchó. Su voz lo atrajo de inmediato, y se quedó a escucharla en silencio, asegurándose de que no lo viera. Aunque estaba prohibido conocer su apariencia, no se vería perjudicial permitirle un poco de diversión y disfrute, siempre y cuando Camila no se interpusiera en sus planes. Después de que Camila terminó de cantar, Rupert entró en la mansión y continuó con en su trabajo. Cada noche, a la medianoche puntual, Camila podía escuchar las notas del piano resonando en la mansión. Sentía una gran curiosidad por saber quién era el responsable de aquella magnífica música, pero por más que bajaba a escuchar detrás de la pared, no se arriesgaba a ser vista, además de que sus ojos no lo distinguían. Ella sólo podía escucharlo y soñar un poco. A pesar de su posición de sirvienta, Camila se esforzaba en mantener su habitación ordenada y la cama tendida antes de que Madelin entrara. Esto sorprendía a la muchacha, ya que Camila era parte de la familia y no debería preocuparse por tales tareas menores cuando tenía a alguien para hacerlo por ella. La anterior prometida de Rupert era exigente y hasta un tanto altiva, siempre buscando demostrar su superioridad y comportándose como si ya fuera la señora Romanov. Nadie del servicio entendía por qué Rupert decidió no casarse con ella, o si fue ella misma quien detuvo la boda. Sin embargo, una cosa era segura: Rupert necesitaba una esposa esa semana, y por alguna razón del destino, habían tomado a Camila, una joven de tan solo 16 años, como candidata para el matrimonio. - ¿Desea algo? – preguntó Madelin. Era sábado y el día estaba precioso como para salir a dar una caminata a fuera. Camila llegó a verla. Deseaba salir, pero no quería toparse a Rupert en el camino, aún no sabía realmente cuál de los dos hombres era su esposo. - Sólo deja la puerta abierta. – sonrió. Madelin obedeció, asintió y se alejó, dejando la puerta como se le había pedido. Camila se dirigió al balcón y contempló el jardín mientras comenzaba a cantar la misma canción de todas las mañanas. Era su pequeña consuelo, su escape. A los pocos minutos, aves llegaron a acompañarla, las mismas que siempre acudían en busca de pan y algo de agua. Con una sonrisa en los labios, Camila ofreció pan a las aves y continuó cantando. En ese momento, el pequeño Anton apareció en la puerta. - ¿Puedes cantar de nuevo? – preguntó el niño en el marco de la puerta que hizo que Camila volteara de inmediato. – por favor. – Sus ojitos de diferente color iluminaron el corazón de Camila. - Claro. – respondió ella con ternura. Con una voz suave y cálida, Camila cantó para el niño. Anton disfrutó de la melodía y la abrazó como si la música hubiera tocado su corazón. Fue el primer abrazo sincero y cálido que Anton recibió en años, y para ella fue un verdadero regalo. Anton con dulzura y temor preguntó. - ¿Por qué nunca sales? ¿Le temes a Viktor y a Pavel como yo? Camila lo miró, comprendiendo sus miedos y también sintiendo cierto temor en el pequeño. El solo menciona a sus hermanos lo ponía en alerta. - Yo creo que respeto la decisión tomada por el amo Rupert, sea quien sea. – respondió ella con sinceridad. El niño reflexionó sobre la palabra "amo". Todos en la mansión Romanov lo llamaban así, incluyendo a las antiguas niñeras que habían huido debido a Rupert, y también la prometida anterior. Anton se sintió intranquilo, pero también un poco feliz. Pensó que Camila podría quedarse si él la protegía de su hermano, Rupert, quien era peor que el otro. Sería su forma de agradecerle por ayudar a estudiar. Sus hermanos nunca lo felicitaban por los logros académicos, pero terminaron por morderse la lengua al ver los resultados del método de enseñanza de Camila. - Rupert no está. Salé todos los sábados. Vamos al jardín. – dijo Anton mientras tomaba la mano de Camila y no le daba oportunidad de responder. Sin darse cuenta, ambos bajaron las escaleras juntos. Sintió el sol en la piel al igual que el césped en los pies descalzos lo que le arrancó sonrisas, olvidando por completo las advertencias de no encontrarse con Rupert. - Si me quito los zapatos, ¿voy a tener la misma felicidad que tú? – preguntó Anton con curiosidad tras ver la sonrisa de Camila. Ella siempre estaba descalza, y tal vez esa era la razón de su alegría constante en comparación con el resto de la familia Romanov. - Inténtalo. – respondió Camila con una invitación en su voz. Anton miró los zapatos. El colegio y familia siempre le hablaron que un caballero debe de ir bien vestido a donde quiera que vaya. Los modales y educación se reflejan en eso, pero Anton no era feliz. Tenía muchas cosas, pero nunca en su vida a sonreído como lo hace Camila y quería hacerlo, quería liberarse. No lo pensó dos veces y retiró los zapatos como las medias. La sensació de la hierba fresca entre sus dedos era diferente y encantadora. Se quitó también la chaqueta, sintiendo que lo sofocaba, y dejó el inhalador en el bolsillo. Corrió por todo el jardín como lo hacía Camila, como dos niños que buscaban la felicidad. - Vamos, te llevaré a que conozcas a Novel. - dijo Anton emocionado mientras tomaba la mano de Camila y la llevaba corriendo hasta los establos. Camila sonrió aún más, maravillada al ver los hermosos caballos de pelajes brillantes. Había visto fotografías de ellos, pero verlos en persona aceleró su corazón de emoción. Anton acarició la frente de un caballo de color café con manchas blancas que se acercó a él a apenas lo vio y dijo. - Este es mío. - el caballo era manso y noble. Camila se acercó al corcel y con suavidad decidió acariciarlo. - ¿Camila, sabes montar? – preguntó el niño emocionado y Camila negó. – es sencillo, pero no podemos hacerlo ahora. Yo no tengo la edad para cuidarme solo y Rachel no está conmigo. Él es quien me cuida, mi guardaespaldas. ¿Sabías qué todos tenemos uno a nuestra disposición? La tuya es Madelin o al menos eso tengo entendido. Camila recordaba al hombre, él fue quien entregó el dinero a su padre, también recordaba a Madelin, era una mujer joven de al menos 25 años que le permitía que hacer o que no. - ¿Por qué tu mamá no te cuida? – llegó a preguntarle Camila con curiosidad. - Ella pasa ocupada y a veces tiene que dormir, y mis hermanos trabajan que los veo muy poco. Por eso tengo a Rachel conmigo, sólo que ahora él cree que estoy estudiando. No tardará en darse cuenta. – habló con voz sincera. Camila lo miró con ternura, Anton era un niño solitario que no conocía el calor familiar como ella. No eran muy diferentes y entendía el por qué de su mirada vacía y melancólica. - ¿Y tu papá? – preguntó. Anton se entristeció un poco tras la pregunta y mirando al cielo, apuntó con sus dedos hacia arriba. Camila se arrepintió de hacer esa pregunta y se disculpó de inmediato. Anton lo ignoró y prefirió dirigir su mirada hacia los caballos. Era el pasado y había quedado atrás enterrado y olvidado, puesto que todos los Romanov así lo decidieron. Señaló a un caballo en particular, un caballo de pelaje n***o, robusto y el más grande de todos. - Él es Domino, el caballo de Viktor. Es difícil de domar y siempre anda de mal humor. Entre animales se entienden. – Camila tiró unas pequeñas risitas tras escucharlo. – el de allá es de Pavel. – señaló a un corcel de color café oscuro e igual de robusto que el otro. Camila lo miró y se dio cuenta que los hermanos Romanov poseían y eran dueños de algo que los representaba en carácter y fuerza. – Rachel aún no se ha dado cuenta, vamos, tomemos a Novel y que nos dé un paseo. - Amo, Anton, estos nos meterá en problema. – advirtió ella preocupada. - En primer lugar, no me digas amo, llámame por mi nombre, yo no soy Rupert, Viktor o Pavel ni pretendo serlo. Y en segunda, será un corto paseo de tres minutos. Por favor, Cami. Ante la súplica de Anton, Camila accedió en montar. Tomaron a Novel del corral, ayudó al niño a subir y después lo hizo ella. - Novel, danos un paseo corto. – ordenó Anton. Camila sintió un poco de miedo cuando el noble corcel empezó a caminar, pero no era por ella, sino por el niño. Sostuvo a Anton con fuerza para asegurarse de que Anton no se lastimara ni se cayera al suelo, era lo menos que quería. Después de avanzar unos cuantos metros, una joven mujer apareció de la nada sorprendiendo a Anton y Camila. Con una voz melodiosa y tranquila, ella se dirigió a Anton. - Anton, ¿Qué haces montado en caballo y sin supervisión? – preguntó con calma. Anton sonrió al conocerla, era Andreina la anterior prometida de Rupert. - Hola Andreina, no estoy solo, estoy con Camila, la esposa de Rupert. – dijo feliz creyendo que era una buena idea presentarla. Camila intentó saludar, pero fue interrumpida por Andreina, cuya voz y mirada denotaban disgusto y molestia. - ¿Ella es su esposa? - preguntó Andreina con un resentimiento evidente en su voz y en sus ojos. Apretó los puños y se acercó a ellos. - Anton, ¿ya me olvidaste? Recuerda que somos amigos, y tú me quieres a mí como yo a ti. - No te he olvidado, aun te sigo apreciando. – estiró los labios sólo un poco. - Cami es diferente. Es buena y no es como me dijiste que iba hacer. Canta muy bien, me ayuda con las tareas y me hace reír un poco. Ella me abraza y me permite ir descalzo. - respondió Anton emocionado, moviendo los dedos de los pies con entusiasmo. - Cami es buena, Andreina. Andreina se acercó aún más, frunció los labios y dijo. - Si es tan buena, vamos a ver cómo soluciona esto. - de repente, sacó una rama y golpeó al caballo. El caballo se asustó y salió descontrolado por los terrenos. Camila, quien no sabía montar a caballo solo tenía en mente proteger a Anton con su propio cuerpo, sin importar lo que le sucediera a ella. Andreina comenzó a gritar histéricamente pidiendo ayuda, a pesar de que ella misma había provocado la situación. Mientras el caballo avanzaba sin control, se alzó sobre sus patas traseras de golpe cuando ya no tuvo más camino. Camila sujetó a Anton con fuerza, recibiendo todo el impacto contra las piedras planas que había en el suelo. Escuchó a Anton respirar con dificultad, como si estuviera ahogándose. Intentó reunir fuerzas, pero el golpe fue tan fuerte que terminó perdiendo el conocimiento poco a poco Cuando su vista se volvió borrosa, escuchó pasos acercándose. Tomaron a Anton de sus brazos y luego la amenazaron. - No te perdonaré si algo le pasa a mi hermano, Camila. Te lo juro como me llamo Rupert Romanov. – escuchó su voz con frialdad y cargada de rabia. Camila intentó ver quien era y explicarle, pero su cuerpo le era inútil. Lo poco que pudo visualizar entre su nebulosa eran a los dos hermanos mirarla con remordimiento y a Andriana narrar un historia contraria a lo sucedido. La dejaron ahí botada y fueron en busca de ayuda para Anton. Camila estuvo desmayada en aquel lugar hasta que, en plena noche, sintió que alguien la recogía. Entre abrir y cerrar los ojos, saltaba a una figura grande con una colonia exquisita. El aroma era idéntico al joven que la había llevado en los brazos cuando resbaló mientras iba a buscar leña hace tres años, el día que enfermó. - Será mejor que duermas. - dijo con voz calmada y profunda, con el mismo acento ruso de aquel día. Era la misma frase que le había dicho en ese entonces. Luego, Camila perdió por completo el conocimiento.
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