La noche cayó como un manto oscuro por toda la ciudad, envolviéndola en su abrazo gélido. Camila se encontraba en el balcón, con los brazos abrazándose a sí mismo mientras esperaba la llegada de algún automóvil. Sin embargo, todo parecía un desierto desolado y los minutos pasaban en medio de un tormentoso silencio. Rupert no llegó, ni siquiera a la cena donde solo estuvieron ella y Anton. El resto de la familia decidió no bajar por alguna razón desconocida. Camila se sintió preocupada y abrumada por la culpa. Rupert había entregado su cuerpo para que lo castigaran a él en lugar de ella. Decidió quedarse en el balcón, soportando los vientos helados mientras esperaba con la esperanza de volver a verlo. Camila despertó cuando un pajarito llegó a jugar entre sus cabellos. El sol estaba medio