Mientras me despedía de mi madre por su viaje, me di cuenta que Fernanda había tomado un taxi y se había ido hasta la oficina.
No quería ser el típico hombre que le prohibiera las cosas a su esposa pero tengo que confesar que su actitud me tiene atarantado.
Al rededor de las ocho de la mañana llegó a la empresa y ya Fernanda está sentada en su escritorio, no puedo evitar acercarme para entender lo que quizás esta pasando.
—¿Puedes venir a mi oficina?— Pregunté con seriedad.
Fernanda se levantó de su silla y me siguió hasta la oficina. Necesitaba comprender porque sus cambios tan repentinos.
—Fernanda no entiendo qué pasa, ¿A caso hay algo que te moleste?— Pregunté.
—No hay nada que hayas hecho que me moleste, simplemente no quiero dormir a tu lado y no puedes obligarme— Respondió ind
