EL JARDÍN SECRETO
Adeline
Hoy 02 de junio de 1995 fue el primer día de trabajo de mi padre, luego de 3 largos meses de desempleo, mi madre lavó y ordenó meticulosamente todas sus pertenecías el día anterior, era un gran día para todos.
Mi padre Peter, era un excelente jardinero, no tenía estudios formales, pero todo lo que sabía lo había adquirido mediante la práctica, era un hombre muy hábil y capaz, al menos eso era lo que oía decir a mi madre a diario cuando se refería con amor a él.
Mis padres, a pesar de tener poco económicamente, se amaban y respetaban. Mi padre llegaba cada día con alguna flor que había cortado tiernamente en el camino a casa y se la entregaba a mi madre antes de darle un beso. Teníamos poco, pero éramos inmensamente felices los 3.
Un día como todos, mi padre salió sobre las 07:30 de la mañana rumbo a su trabajo, todo transcurría con normalidad, pero bastó solo un error de mi madre para cambiar nuestras vidas para siempre. Me encontraba jugando en el patio trasero de la casa cuando sentí un enorme estallido en la cocina, me levanté y con todas mis fuerzas corrí hacia la casa en busca de mi madre, pero era demasiado tarde porque ella había dejado abierta sin querer la válvula de paso del gas, y cuando prendió un cerillo todo fue historia.
Mi padre sumido en la pena y el dolor no supo como lidiar con mis cuidados, toda la vida había dependido de mi madre y ahora él, no sabía hacer nada sin ella; así que en un acto desesperado y mientras averiguaba que haría finalmente conmigo, le imploró a su jefa si podía llevarme por un tiempo con él a trabajar. La jefa le dio solo 2 meses para arreglar “mi” situación si no, tendría que buscar otro jardinero que tuviese los sentidos puestos en su trabajo y no en su hija.
-Adeline Jensen, escucha bien: Irás por un tiempo conmigo al trabajo. Por favor no quiero que hagas nada inapropiado, debes estar siempre a mi lado y no incomodar a nadie- me repetía mientras caminábamos rumbo a sus labores, yo lo escuché con atención, pero debido a mis cortos 5 años me era imposible tomarles el peso a sus palabras y como era de esperarse todo lo que recitó durante el camino lo olvidé al llegar a la entrada de la mansión.
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Malek
Mi madre no se cansaba de decirme una y otra vez que debía estudiar, esforzarme y ser el mejor. ¿Acaso no le bastaba con lo bueno que era?
-Malek, recuerda que tu serás el heredero de todo este imperio- decía mi madre mientras se acomodaba su dorado cabello frente a su tocador
-Lo se madre, me lo has dicho mil veces- mi personalidad era retraída, pero no me callaba si algo me molestaba, con mis escasos 8 años yo ya tenía claro cuál sería mi destino.
- ¿Puedo retirarme a leer madre? - le dije en tono tierno para que me dejara ir de una vez por todas.
-Claro cariño ve, y recuerda: esfuérzate- me di media vuelta y puse en blanco mis ojos mientras bajaba las escaleras en forma de caracol.
Corría el mes de julio y en Canadá ese día hizo mucho calor, por tanto, preferí leer mi libro de turno en el jardín privado, escogí una banca dispuesta justo debajo de un gran arce, y comencé a leer.
Un ruido me distrajo, me voltee para comprobar que era lo que se aproximaba y grande fue mi sorpresa al encontrarme con una pequeña niña jugueteando con una mariposa.
-¿Quién eres tú?- le dije a la niña que vestía de forma humilde y que claramente no pertenecía a mi clase acomodada.
La niña miró para todos lados, como buscando a alguien más.
-A ti te hablo niña- le dije clavando mi mirada en sus hipnotizantes ojos almendrados, ella sonrío dulcemente y sin temor caminó hacia mí.
Quedé helado al detallar su rostro con más exactitud, era una pequeña y dulce niña, sus ojos eran hermosos y levemente rasgados. Sentí ganas de protegerla, porque sin quererlo me conmovió su inocencia.
-Hola soy Adeline- dijo rompiendo el hechizo que sin querer había provocado en mí - ¿y tu como te llamas?
Me sorprendí al notar que ella no tenía ni la más mínima idea de con quién estaba hablando, y eso me encantó, porque al fin podría tener una amiga que no se acercara a mí por la fortuna de mi familia si no porque realmente quería conocerme.
-Soy Malek
-¿Male…qué? Tu nombre es muy complicado, creo que te llamaré John- dijo renombrándome a su antojo.
Di una suave carcajada, me gustaba su actitud.
-Entonces tu serás Rose- le dije entrando en su juego.
-¡Genial!- dijo ella con sus ojos llenos de brillo- Mucho gusto John- estiró la mano para estrechar la mía.
-Mucho gusto Rose- le respondí el saludo con una sonrisa.
-Me tengo que ir- me dijo Rose separándose de mí
-¿Nos vemos mañana a la misma hora?….¿aquí?- me preguntó mientras se alejaba
-Si aquí mismo- le respondí agitando mi mano para despedirme.
No sabía de donde provenía aquella niña, pero su compañía me sentaba bien y sentí la necesidad de que el día pasara rápido para volver a verla.
Nos juntamos con mi nueva amiga Rose todos los siguientes días de verano, ella llegaba puntual a nuestro encuentro ya decir verdad no sabía como lo hacía si apenas sabía distinguir los números.
Ella se interesaba en todo lo que yo hacía, entonces encontré buena idea darle sus primeras lecciones, le enseñé el abecedario y a juntar pequeñas palabras, le mostré sobre historia universal y arte, Rose era hábil y muy empeñosa, si algo no le resultaba a la primera se esforzada el doble para conseguirlo.
Pasamos las tardes entre libros y tableros, porque si, ella también quiso aprender a jugar ajedrez, jamás me ganó, pero cada vez lo hacía mejor. En alguna medida sentía orgullo de ella, me alegraba cuando conseguía algo y tenía éxitos. En poco tiempo se había convertido en mi mejor amiga.
Su personalidad espontanea me sacaba una que otra risa, y sus extrañas preguntas sobre el mundo me hacían fantasear con ella. La tarde pasaba en un suspiro cuando estábamos juntos.
Jamás nadie nos vio juntarnos en el jardín secreto, como Rose lo había nombrado recientemente. No quería ni imaginar lo que diría mi madre si me viera jugando con ella, así que por eso mejor fuimos muy cautelosos.
Casi al finalizar el verano, esperé a mi amiga sentado en nuestra banca, extrañamente ella no llegó a la hora acordada, y tampoco lo hizo los siguientes días. Ella había desaparecido por completo y junto con ella se había ido mi mejor amiga.
Sentí desazón porque me hubiese gustado despedirme; e incluso en algunas ocasiones me pregunté si todo lo había soñado, y quizás Rose no había sido nada más que un invento de mi mente inquieta.
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Adeline
Como era ya costumbre cuando mi padre comenzaba con sus labores de jardinería post almuerzo, yo aprovechaba para escabullirme a nuestro jardín secreto.
Pasaba toda la mañana esperando ese momento, los juegos y conversaciones con John me parecía de lo más interesantes, nunca había tenido un mejor amigo puesto que mi escolarización debía comenzar ese año, y antes de eso solo estuvimos mamá y yo en casa.
Había olvidado por completo el verdadero nombre de mi amigo, para mi siempre fue más cómodo llamarlo John, y a mi tampoco me importaba que me llamara Rose, era parte de nuestra imaginación y a mi lo que más me gustaba era echar andar la mente.
Mi amigo me mostró cientos de libros que él ya había leído y estudiado, pero que a mi me llamaban enormemente la atención, y entonces le pedía que los lleyera para mi mientras yo me acostaba en el suave césped de nuestro jardín a mirar las nubes pasar.
En esas pocas horas solo éramos John y Rose cultivando nuestra amistad, sin nadie que nos pudiera separar, y junto a él yo me sentía invencible. Él era mi mejor amigo.
Esa tarde no fue igual a las demás, cuando yo estaba lista para desaparecer mi padre me toma de la mano.
-Ady- me dijo como me acostumbraba a llamar de cariño.
- Debemos irnos, hoy tu tía Mabel vendrá por ti-
-¿Por mi?, ¿quién es tía Mabel?- comencé a preguntar de forma apurona
-Mabel es hermana de tu difunta madre, no la conoces porque ella vive en los Estados Unidos- dijo agachandose a mi altura
-¿Porque vendrá por mi?... a mi me gusta estar aquí papi- le dije formando un puchero con mis pequeños labios
-Vivirás con ella un tiempo hija, será solo un tiempo mientras yo arreglo todo aquí- me respondió mientras me abrazaba, podía sentir sus lágrimas formarse en sus ojos, rodar por sus mejillas y luego caer suavemente sobre mi espalda.
-Papa, yo no quiero....- dije también tratando de contener el llanto.
No quería alejarme de mi padre y tampoco de mi mejor amigo, su compañía me hacía olvidar la ausencia de mi madre y gracias a él había dejado de extrañarla tanto.
-Lo siento Ady no hay otra forma- se levantó y me agarró de la mano para dirigirme a la salida de la mansión.
Agaché mi cabeza y caminé junto a él, derramando un centenar de lágrimas pero en silencio, esta vez no luché como solía hacerlo cuando algo no me gustaba, mi padre ya tenía suficientes problemas como para que yo le diera más, pensé.
Voltee varias veces mi cabeza e imaginé que aparecía John detrás de los inmensos arbustos que separaba el jardín común del nuestro. Pero no, eso no pasó, él no vino.
Me despedí de mi mejor amigo con la mente y desee con todas mis fuerzas volver a verlo, tomé mi petición y la guardé en mi corazón bajo llave, dentro de mi inocencia estaba segura que nos volveríamos a encontrar.
2 horas después
Tía Mabel me recogió en casa de mi padre, nunca la había visto en mi vida pero cuando apareció por la humilde puerta de nuestro hogar, fue como ver a mi madre otra vez, tenían un increíble parecido, ambas compartían cabellos lacios y oscuros, eran prácticamente del mismo tamaño y figura, la única diferencia es que mi madre tenía los ojos almendrados, los mismos que heredé yo, y mi tía los tenía redondos.
-Ady, ella es tu tía Mabel- me dijo mi padre mientras me acercaba a ella.
-Hola mi amor- dijo la tía mientras se agachaba a mi altura, su mirada era tierna y dulce y me inspiraba confianza.
Yo sin dudarlo dos veces solté a mi padre y me abalancé sobre ella, era tanto lo que me recordaba a ni madre que por un segundo sentí que ella había vuelto y todo lo malo había sido solo un horrible sueño.
La tía Mabel me recibió en sus brazos y me dio un apretado abrazo, y desde ese día no me soltó nunca más.
Viajamos con mi tía rumbo Connecticut, la ciudad donde ella había logrado establecerse, desde que era una jovencita.
Había migrado a los Estados Unidos desde Canadá en busca de mejores oportunidades, y fue así que logró titularse de contadora en un no tan prestigioso instituto, pero su profesión le ayudaba a ganarse la vida sin problemas.
Luego descubrí también, que ella le enviaba dinero a mis padres cuando el desempleo nos golpeó.
Tía Mabel nunca tuvo hijos y tampoco se casó, las relaciones amorosas no eran lo suyo como ella me contaba con gracia, pero lejos de ser una humorada yo sabía que ese era un tema que a ella le dolía.
Comenzamos una linda vida con mi tía, yo empecé a ir a la escuela de la ciudad y ella se preocupaba de mi como si fuese mi madre, y no pasó mucho tiempo para que yo la considerada mi mamá.
Luego de 3 meses de que yo llegara a vivir con mi tía Mabel, recibimos una llamada desde Canadá, el rostro de mi tía se desfiguró mientras escuchaba la voz al otro lado del auricular, y luego de cortar cayó inmóvil sobre su sofá.
Mi padre había muerto, sumido en una profunda depresión por la partida de mi madre y la nostalgia de haberme dejado ir, tomó una decisión, la más cruel; dejar de existir.
Mi padre terminó con su vida en el patio de nuestra casa un 25 de octubre de 1995.
Había quedado huérfana, mi tía me abrazó fuerte esa noche y se quedó junto a mí hasta que yo, cansada de tanto llorar, al fin me dormí. Al otro día ella me hizo una promesa, que mientras ella existiese yo nunca estaría sola. Éramos solo ella y yo, y nos cuidariamos para siempre.