Hasta que llegaste tú, capítulo 2

1012 Words
Todo lo que resta de la tarde, Bruno piensa en esa mujer y se pregunta si estará hospedada en este mismo hotel o viene a visitar a alguien. Le gustaría poder hablar con ella, tiene algo que lo cautiva. Eso le da una idea. Llama a recepción y tras unas cuantas mentirillas, consigue sacar el nombre de ella, aunque no quisieron darle el número de habitación. Aturdido, luego de darse una ducha, baja al lobby. Justo en el momento que toma asiento en uno de los sofás, Chloe entra por la puerta. «¡Dios, está bellísima!». Ella lleva puesto un pantalón blanco, corto, de jean y una blusa verde flúor que marca su estrecha cintura. Por un momento se la imagina en su habitación en lencería. Chloe también lo mira y se ruboriza al verlo. Esa mirada café hipnotiza a Bruno, quien se pierde en el tono de su iris por unos segundos. No sabe por qué se imagina desabrochando los botones de su blusa y dejando sus voluminosos pechos al descubierto para él. ―Buenos tardes ―dice ella al pasar por su lado, sacándolo de su fantasía. ―Buenas tardes, Chloe ―responde Bruno con una sonrisa, sin dimensionar que se le ha escapado su nombre, que le sacó a la recepcionista. Ella frunce el ceño, aunque no pone mala cara. Chloe sigue su camino y Bruno quiere girarse para ver dónde se sienta, pero no puede hacer eso. Tampoco quiere comportarse como un quinceañero cachondo todo el tiempo. A él no le va ese tipo de ligues. Él va al grano y ella no tiene pinta de ser de las que quedan solo para follar, pero quizá cuando pueda entablar una conversación con ella la invite a pasar una noche con él, así sale de dudas. Respira hondo y al exhalar, trata de expulsar la imagen de ella de su mente, pero no lo consigue. Poco antes de las ocho sube a su habitación a esperar a Cindy. Al llegar, recibe un mensaje. Al ver quién lo envía, le hierve la sangre. Le molesta de sobremanera recibir sus mensajes. No quiere volver a saber nada de ella. E: Cariño, ¿cómo estás? Te echo mucho de menos. Necesito que me hagas un favor. Debes pedir al banco que me quiten la censura. No puedo vivir sin dinero. Todas mis tarjetas están canceladas. «¿Acaso se volvió loca?». No da crédito a lo que lee, a su descaro. Ahora resulta que lo llama cariño y lo echa de menos. Y para colmo, después de todo, quiere seguir usando su dinero para gastarlo en su amante. B: Erika, lo siento mucho, pero yo ahí no puedo hacer nada. Se limita con su respuesta, porque solo desea maldecirla en todos los idiomas posibles. E: Claro que puedes. De hecho, estoy segura de que fuiste tú quién ha hablado para que me cancelen. B: Por supuesto que fui yo. No pretenderás que yo te siga manteniendo luego de lo que me hiciste. Bruno está furioso, no puede creer lo que pensó que tenían por tanto tiempo. B: No vuelvas a escribirme más, con esto me demuestras la clase de escoria que eres. No sé cómo pude estar tan ciego. Bruno tira su celular a un lado, con rabia. No volverá a caer en las redes de una mujer. Son todas iguales, embaucan con su belleza y cuando lo consiguen, lo utilizan para aprovecharse. No se volverá a repetir. Su relación con las mujeres será únicamente s****l, como fue antes de ella y como debería haber sido siempre. La noche se vuelve algo pesada para Bruno luego de ese chat, ni siquiera pudo disfrutar del todo el encuentro con Cindy. Se levanta en la mañana casi a rastras, pero con la extraña esperanza de volver a cruzarse con Chloe. Sin embargo, no la vuelve a ver. Los días siguientes, tampoco, y así, casi cinco días. Tiene la mirada de esa mujer clavada en su cerebro y no consigue sacarla de la cabeza. «Solo es una jovencita guapa, solo eso», se repite una y otra vez, pero los pensamientos no cesan. Por las noches siempre consigue a alguien que venga a distraerlo. Un buen polvo es todo lo que necesita, pero no logra sacarla de su mente, la quiere a ella, quiere follarla a ella. Tiene que encontrar la forma de volver a verla. Esa misma mañana recibe una llamada de su hermana. —¿Sabes que Erika te ha denunciado? —dice ella, apenas Bruno contesta el teléfono. ―¿Qué? ―Se le hace un nudo en la garganta—. ¿Cómo que me ha denunciado? No entiendo. ―Metió una denuncia de maltrato en tu contra, hermano. El oficial acaba de irse. ―¡Pero eso es mentira! Sabes que no la veo desde que pasó lo de ese hombre. Ya pasaron seis meses. ―Mentira o no, ahora estás en la obligación de solucionarlo, solo espero que el escándalo no salte a la prensa. Deberías hablar con ella y gestionar esto antes de que la situación empeore. ―¿Empeorar? ¿Qué puede ser peor que esto? ―Se levanta del sillón y camina desesperado por la habitación. ―Bruno, creo que no estás entendiendo la gravedad del asunto. Si esto llega a los tribunales y ella gana el juicio, puedes llegar a perder mucho más que dinero. ―Pero eso es mentira, Carla, yo jamás le he puesto una mano encima. ―Y yo te creo, hermano, pero estos temas son muy delicados y siempre se le cree más a la mujer que al hombre, hasta que él pueda demostrar lo contrario. Esa noticia lo derrumba por completo. Sale de su habitación y va directo al restaurante del hotel. Pide un café descafeinado. La camarera le sonríe y a Bruno le cuesta devolverle la sonrisa. En estos momentos se encuentra totalmente desconcertado. No puede creer que Erika haya sido capaz de hacerle esto. ¿Cómo se atreve luego de que lo encontró follando con ese infeliz?
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