Capítulo 5
Estoy que quemo. Parte 2
Raúl estaba ahora arrodillado en la cama justo en frente de ella, quien continuaba tocándose entre las piernas suavemente, casi como el toque de una pluma, incitándolo tanto a tocarla que ya estaba a punto de estallar y saltarle encima. Ya parecía un completo depredador a punto de comerse entera a su pequeña y sensual presa, la boca se le hacía agua de solo imaginarse en esa situación.
Había algunas ocasiones en las que sonó con que Ana se entregaba a él de esta forma, pero siempre pensó que eso jamás pasaría, pues el hecho que eran hermanos sería un punto clave para que ella se mantenga alejada de él. Sin embargo, aquí estaban los dos, es este momento, a punto de saltarse todas las vayas de contención que los mantenían alejados el uno del otro.
Ana podía notar como Raúl casi contenía la respiración por todo lo que estaba pasando, cosa que la hizo morderse el labio con deseo y dar un paso más para cumplir su objetivo y que él terminara de quebrarse de una buena vez y así, se sumergiera al mundo del placer con ella. Quería quebrarlo tanto como lo necesitaba, por lo que colocó uno de sus pies sobre el regazo de Raúl y empezó a refregarlo con él, tratando de darle algunos mimos a su duro pene que estaba más que deseoso de salir a jugar con ella.
—¡Ana, por dios! ¡Me estás matando! ¿Estás segura de que quieres continuar con esto? Si lo quieres, podemos detenernos. No pasará nada.
Le dijo él después de dejar salir un gemido bajo y casi insonoro del fondo de su garganta, pero que en la quietud de la habitación ella pudo oír muy bien.
—Estoy muy segura, Raúl. Me estoy quemando y tú, ¿solo te quedarás mirando? Ayúdame…
No terminó de hablar con su suave voz provocadora, cuando Raúl ya había puesto su cara entre las piernas más que abiertas de ella, donde con mucho cuidado sopló sutilmente, creando un contraste de sensaciones en su carne caliente, el cual fue demasiado placentero de experimentar.
—¡Ah…! ¡Raúl!
Exclamó ella mientras trataba de taparse la boca, por el grito qué dejo salir, al estar demasiado sorprendida de lo que él le hizo. La sensación había sido extraordinaria y no dudaba de que en próximas oportunidades le pediría que lo repitiera cuantas veces él quisiera hacerlo.
—Dijiste que te ardía, por eso te soplé un poco. Igualmente, ahora voy a mojarte muy bien para poder apagar este incendio.
Sus palabras demasiado sexis e instigadoras tuvieron el efecto deseado, ella anhelaba que él pasara su lengua sobre sus húmedos y calientes pliegues, llevándola así a un paraíso orgásmico. No podía imaginar otra cosa en su mente, incluso solo de pensarlo, sintió como más humedad salía de ella, dejando a la vista un pequeño rastro de humedad.
Sin mucha demora, al ver semejante espectáculo, Raúl sacó la lengua y empezó a lamerla como si fuera la paleta más dulce que alguna vez saboreo. Lo primero, por lo que fue, era esa gota que había escapado de ella, la cual con su lengua levantó e introdujo dentro de su boca para saborearla. Su humedad, tenía ligeros toques de salado con dulzura, algo que hasta ahora él jamás había probado, pero que sin duda era fabuloso de experimentar porque Raúl no se detenía.
Se notaba que su sabor y la tarea que ella le encomendó, le encantaban, puesto que mientras lo hacía dejaba salir pequeños gruñidos de placer que a ella, al sentir las vibraciones contra su piel, la hacían poner los ojos en blanco.
Poco le importaba a Raúl, lo mal que estaba lo que estaban haciendo, puesto que él pensaba que eran hermanos y en realidad no lo eran. Solo necesitaba darle lo que ella le pedía y así lo hizo. Atrás quedó ese joven que se arrepentía de solo haber tocado un poco los senos de su hermana y de haberla besado en la boca en un momento difícil para los dos, ahora su mente solo le decía que siguiera, que no importaban las consecuencias de este acto.
Por otra parte, a ella tampoco parecía importarle un bledo las consecuencias de lo que estaban por hacer. Ana lo había buscado y provocado para hacer esto y ahora ella gritaba y gemía dando muestras de lo mucho que lo estaba disfrutando.
—Ah… Ah… Sí, así… Sigue así… ¡¡Ahí!!
Los gemidos y suspiros que salen de ella no pudieron más ser amortiguados por su mano, pues estaba sintiendo tanto placer que simplemente no podía guardar silencio, incluso sus palabras ya rebotaban por toda la habitación, llenándola de un morboso sentimiento, imaginando también que sus padres adoptivos los podrían llegar a oír. O incluso que estaban afuera, en la puerta, viéndolos a ellos como hace unos días ella y Raúl los vieron.
—Mmm… Sabes deliciosa Ana, podría lamerte así siempre.
Le dijo Raúl a su hermana, mientras esta movía las caderas de forma desvergonzada, haciendo que la boca de él tocara sin decoro alguno los pliegues de ella. Posteriormente, ya no era sola su lengua lo que la tocaba, sino que toda la boca y el rostro de él estaban invadiéndola.
—Prometo que te dejaré hacerlo cuanto quieras… Solo sigue… Mmm…
Con los ojos en blanco, Ana se levantó la remera dejando sus senos a la vista y como las manos de él estaban ocupadas en este momento, sujetando sus muslos bien abiertos, los tomó ella entre sus manos para apretarlos firmemente. Los amasó con fuerza, mientras seguía sintiendo la boca de Raúl en su intimidad, saboreándola.
En el momento en que se dio cuenta de que la lengua de él estaba entrando en ella, empezó a sentir lo que para ella eran ligeras convulsiones en el vientre y en el interior de su v****a.
—Ahh... Ahh.. Sí...
Soltó Ana un fuerte grito, mientras temblaba y se corría en toda la boca de Raúl, quien más que gustoso se tragó hasta la última gota de su dulce néctar.
Un poco más tarde, cuando su cuerpo dejó de temblar, Ana tomó el rostro de su hermano entre sus suaves manos, haciendo que este sacara la cabeza de entre sus piernas, donde seguí más que gustoso, lamiéndola, para que la mirara a los ojos. Cuando Raúl alzó la mirada, ella pudo notar que él parecía como si estuviera hipnotizado, y es que Raúl estaba sin poder creer que después de todo él le acababa de dar un orgasmo a ella, su propia hermana.
Ana pudo distinguir la gran mancha de humedad en los alrededores de la boca de él, cosa que no le desagradó en lo más mínimo, al contrario, le encantó. Era como si ella lo estuviera marcado con eso. Además, le parecía que Raúl estaba muy sexi con su humedad esparcida por toda la mandíbula. No dudo ni un segundo antes de que lo atrajera hacia ella para besarlo en la boca.
No fue un beso suave ni por asomo, ella invadió completamente su boca con la lengua, tomando todo de él. Todo lo que podía, al menos. Cuando pareció tener suficiente se alejó un poco mientras también empujaba su cara hacia atrás y se permitía volver a verlo a los ojos.
—¿Te arrepientes?
Le preguntó deseando saber la verdad de lo que él pensaba, sobre lo que habían hecho. Por suerte, para ella, él no estaba para nada arrepentido de todo lo que hicieron entre estas cuatro paredes.
—Por supuesto que no, Ana.
Le dijo él con mucha sinceridad en la voz.
—Me alegro. Porque desde ahora no quiero que nos contengamos más. Ya lo hemos hecho lo suficiente.
Sus palabras eran dichas mientras dejaba ver una pequeña sonrisa, como si fuera muy feliz con la respuesta de él. Y lo era en verdad. Ella lo había venido a buscar en medio de la noche porque lo necesitaba tanto que no se pudo contener, le alegraba que él no la rechazara por sus lazos familiares.
—Déjame apagar tu fuego ahora.
Volvió a hablar Ana, mientras le lamía los labios a Raúl excitándolo mucho más de lo que este ya estaba, incluso él dejó salir un pequeño gemido necesitado por haberla oído decir eso. Sus labios se movían en una casi perfecta sincronización, una hermosa danza que hacía que sus lenguas lucharan, queriendo desarmar totalmente al otro.
Al separarse por fin, Ana empujó a Raúl hacia atrás, tirándolo en la cama, cosa que ella aprovechó totalmente para incorporarse un poco, quedando arrodillada en la cama nuevamente y así poder abrirle los pantalones, dejando su erección a la vista. Él se sorprendió enormemente por lo intrépida que ella estaba siendo, pero no le disgustó en lo más mínimo, ya que ella parecía una completa diosa del sexo, en ese instante.
—Oh, eres muy grande. Solo de verte me estoy humedeciendo otra vez. Esto es totalmente tu culpa.
Las palabras de Ana eran dichas, mientras ella se pasaba la lengua por los labios, como si ya estuviera saboreando su m*****o. Luego, tragando un poco de saliva, sujetó el pene de él entre los dedos de su mano con mucha firmeza. De pronto, Ana levantó una ceja, conmocionada de ver que la circunferencia de su m*****o era tan grande que no la podía abarcar con su mano.
—Con esto podrías destrozarme.
Dijo mientras empezaba a mover su mano de arriba hacia abajo, masturbándolo con mucho cuidado. Fue más que claro a lo que ella se refería, por lo que pronto escuchó a Raúl contestándole:
—Te tomaría con mucho cuidado, lo juro. No quiero lastimarte, solo quiero darte placer. Quiero vivir para eso.
Le dijo Raúl con una voz cargada de sexo mientras le sonreía a Ana como todo un seductor.
—¡Ah…! Raúl, basta, déjame concentrarme.
Le dijo como si fuera nena chiquita, haciendo una pataleta y un pequeño puchero al sentir como uno de sus pezones era apretado entre dos de los dedos de él. Ella quería darle placer y él se ponía en ese plan, haciéndola desconcentrarse de su tarea.