CAPÍTULO VII Priscilla extendió la mano, protestando. — ¡No, no puedo tomar una sola cuchara más! —Le hará entrar en calor, señorita Priscilla— le dijo Nanny con firmeza—, estaba helada cuando regresó. Priscilla río débilmente. —Con seguridad me habría congelado si hubiese permanecido allí toda la noche. Vio que Nanny temblaba y recordó que ella misma había sentido miedo terrible hasta que, como un milagro, había oído la voz del Conde. —¿Estás allí, Priscilla? — había gritado, en medio de los ladridos de Jason. —¡Estoy aquí!...— había respondido ella con un hilo de voz. —¿Estás herida? La voz del Conde expresaba verdadera preocupación y a ella le pareció el sonido más bello que había escuchado nunca. A él le importaba. Realmente le importaba que ella estuviera herida debido a la