Capítulo 14

1072 Words
Soraya Presenciar a mis hijos llorando, y no tener el valor de mirarles a la cara, fue terrible. Quería correr hacia ellos, abrazarlos muy fuerte, y decirles cuánto quería conocerlos. Aunque he cometido muchos pecados, y sé que no fueron los más leves, todavía confío en que debería estar en contacto con ellos. No es justo separar a un hijo de una madre. Sé que fui yo quien huyó, y quise librarme de los niños, a cambio de una vida lujosa, ¡pero me arrepentí! ¿La gente no puede arrepentirse? Todo lo que quiero es darles una vida digna. Que conozcan a la verdadera madre, y conmigo construyan buenos recuerdos. No tengo mucho dinero que ofrecer. Hice una mala administración de lo que gané, así que no puedo dar más de lo que Sebastián les ofrece, pero una cosa tengo que dar, en la cual ninguno de ellos podría ofrecer: mi amor de madre. Vuelvo a casa de Ingrid. A pesar del reciente entierro de mi madre, ya tengo que pensar en estrategias futuras para conseguir la custodia de mis hijos. Sé que mi exmarido me odia, y ni siquiera dejaría que los niños me conocieran. Así que voy a tener que hacer algo. — Ya te dije que no sería fácil. No tienes ingresos fijos, ni una casa a tu nombre, y mucho menos una buena reputación. Suspiro pesado. La última parte es más difícil. Mi reputación realmente está de las peores, y no puedo recurrir ayuda a nadie, sino la de mi amiga. — Sobre la casa, tengo la de mis padres. Por ley ahora es mía. — Tal vez, sí, tal vez no. - Ella reprime los labios. — ¿Qué quieres decir con eso? Terminando de secarse el cabello, ella los enrolla en la toalla y se sienta frente a mí. — ¿Cómo voy a hablarte de esto? Bueno... antes, esa casa era de tus padres. Ellos trabajaban para Leandro de Agar, posteriormente, pasaron a trabajar para Sebastián. Podría ser tu casa, si tu padre no hubiera firmado un contrato hipotecario por su adicción al alcohol. Él no pagó el acuerdo. La casa ya no es tuya. Agotada, pongo las manos en la cabeza. Dejo que mis dedos entren en el pelo, y los dejen desordenados. No sabía que mi padre era un alcohólico. No puedo creer que ni siquiera la casa que pensé que era de mi madre, es suya. Sería genial, porque así tendría un lugar para mis hijos. — Lamento darte esta noticia Soraya. Sabes que soy tu amiga y puedes quedarte aquí el tiempo que quieras. — Yo no acepto eso. Aquella casa tiene que ser mía. Mis padres vivieron toda la vida allí. ¿Ahora que mi madre murió, la casa está a nombre de quién? — Sebástian. Cerré los ojos por un segundo. Obviamente, él no me permitiría quedarme en ese lugar. Cuando sepa que estoy negociando una posible entrada con solicitud de custodia, querrá echarme de la granja de nuevo. — ¿Qué me propones entonces? - Pregunté con la desanimación paseando por mi cuerpo. — Para ser sincera amiga, lo que yo te aconsejaría en este momento es buscar una renta fija. Un trabajo que pueda dar fe al juez de que puede, sí, dar el mínimo confort a sus hijos. — ¿Y después qué? — Bueno, usted alquila una casa. Comprueba que tiene vivienda, y entramos con el pedido de guardia. — ¿Crees que puedo ganar aunque haya abandonado a los niños? - Otra vez se reprime los labios. — Por favor, Ingrid, ni siquiera sé qué hacer si la respuesta es no. Vine dispuesta a conquistar a mis hijos, y no quiero irme sin eso. — Yo le hablo con franqueza. Todo indica que usted no gana la custodia de sus hijos. Pero, lo que podemos hacer, es un chantaje emocional con el juez. - arqueo una ceja. — Usted crea un papel de madre arrepentida, que por una depresión posparto, estalló y abandonó a los niños. — Eso no está bien. La idea es genial, pero no está bien. No tuve ninguna depresión, me fui porque quise. — Cuéntalo para el juicio, y perderás. - Se levanta, y altera un poco la voz. — ¿Crees que te dará la custodia, contigo, diciendo eso? Si dices esas tonterías, perderás la custodia de ellos, e incluso el derecho de visitas. Ningún juez permitirá que una madre que abandonó a dos niños recién nacidos pueda convivir con ellos. Piénsalo. // Pasaron unos días. Mis pensamientos volaron, reflejando todo lo que Ingrid me dijo. No quiero crear ningún personaje engañando al juez. Quiero decir mi verdad. Sí, hui con un hombre, y dejé a mis hijos atrás. Lo hice, pero me arrepiento amargamente. Con duras penas, la vida me enseñó que lo más importante es la familia. Fue solo en el sufrimiento, mientras sentía los golpes que Leandro me lo dio, que me di cuenta de lo injusta y equivocada que había sido con los niños. No solo con ellas, sino también con Sebastián. Aparentemente, él no quiere verme de ninguna manera. Está enamorado de esa mujer y al principio, no hay nada que yo puedo hacer. Limpiando las gotitas de sudor que insistieron aterrizar en mis ojos, saco el exceso que me irrita. Hace un calor insoportable, y yo con un traje formal buscando trabajo. He buscado en varios lugares, pero solo aceptan con experiencia. No he trabajado en toda mi vida, así que creo que hoy no conseguiré nada. Veo una cafetería al otro lado de la calle. Mi última apuesta. Si no hay trabajo allí, me iré a casa. Miré de un lado a otro, esperando que la señal se cerrara. Cuando se me permitió, comencé a caminar al otro lado. Todo sucedió muy rápido. Vi un ruido de bocina muy fuerte, afectando mi oído. Alguien gritó "cuidado, mujer". Miré hacia atrás y el coche me golpeó. Abrí los ojos rodando al capó del automóvil. La imagen de la persona que estaba dentro de él permeó mi mente. El auto se puso en marcha a gran velocidad, dejándome caer al suelo. Gracias a Dios, logré poner mi brazo derecho en el suelo, amortiguando mi caída, causando solamente arañazos. No sentía nada, simplemente no podía pensar en otra cosa, sino la imagen de la persona en mi mente. Estoy segura de que fue Leandro.
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