Narra Catalina. Me he venido antes. Con mi propio dedo y el diminuto vibrador de clítoris que Marcela me regaló hace unas Navidades. Sin embargo, la sensación de la boca de Elmer devorándome me había llevado al límite. Y no he terminado de levantarme. Nunca antes me había soltado como lo hice con él. En la privacidad de mi dormitorio y debajo de la ducha, mis orgasmos siempre han sido dóciles, acompañados de diminutos jadeos de placer. Venir por Elmer fue... diferente. Con él, había gritado hasta que mi garganta estaba en carne viva. Había pulsado contra él y agarrado cualquier parte de su cuerpo que mis dedos pudieran encontrar solo para acercarlo a mí para que no se detuviera. Después de mi clímax, había llamado al servicio de habitaciones, su voz sensualmente baja era tan profesional