Capítulo I
Narra Catalina.
Salgo de la universidad y tomo un taxi.
—¿Donde la llevo?—preguntó el taxista.
Le doy la dirección del departamento de mi amiga, le había avisado que iría a verla, necesitaba hablar con ella sobre lo que mi abuelo me había contado.
—Gracias le dije al taxista cuando me dejó frente al edificio. Ingrese y subí por el ascensor. Cuando llegue toque la puerta y ella me abrió.
Le cuento a mi amiga Marcela los problemas financieros que tenemos con mi abuelo mientras ella se prepara un trago en la cocina. La conocí en sexto grado y hemos sido mejores amigas desde entonces.
—No puedo creer que tu abuelo no te lo haya dicho— grita desde la otra habitación, y escucho cubitos de hielo chocando contra el vidrio—.Eso no parece algo que él haría.
—Si lo se. Pareció tan distraído toda la tarde que ni siquiera le dije que me iba a comunicar personalmente con los Valencia, bueno con Elmer en especifico para pedirle una prórroga—mi abuelo me había ocultado que había sacado otro préstamo al señor David Valencia hace un año y que ahora estaba en apuros. Solo tenia treinta días para pagar la deuda, sino los Valencia se quedaría con el restaurante de mi abuelo donde yo trabajo en la cocina. Es un patrimonio que dejarón mis padres para nosotros. Sin embargo, no teníamos dinero para pagar, y para el colmo el señor David, se retiró y ahora su hijo Elmer se esta haciendo cargo de todo.
—Hablando del hijo de puta... ¿Finalmente te respondió?— Marcela aparece frente a mí con dos Coca-Cola y rones. Normalmente no lo bebo porque sabe a aceite de motor frío, pero después del día que he tenido, acepto felizmente el vaso. El primer sorbo me quema la lengua y la garganta, así que solo digo un —Mmmhmm—mientras se deja caer en el extremo opuesto del sofá y toma su computadora portátil de la mesa de café. Me golpeo la palma de la mano contra el pecho varias veces hasta que puedo jadear.
—Se reunirá conmigo en la mañana. Pasé la mayor parte de mi turno tratando de ponerme en contacto con Elmer Valencia. Después de la vigésima vez, su recepcionista de voz suave debe haberse hartado de enviarme al correo de voz solo para que yo le devolviera la llamada. Él había respondido entonces, presentándose con una voz seductoramente baja que envió una corriente de electricidad directamente a mis dedos de los pies. No se suponía que el enemigo sonara tan bien, pero maldita sea, si su voz no me hubiera tocado en lugares que estaban... bueno, intactos.
—Es persistente señorita Benet—se río él y la forma en que dijo mi nombre me dejó la garganta seca. Hizo una breve pausa, dándole a mi cerebro sin sexo el tiempo suficiente para imaginar sus labios envolviendo otras palabras, antes de gruñir: —Venga las nueve, pero desde ya puedo prometerle que no le va a gustar mi respuesta. Luego, sin otra palabra, me colgó. Le cuento la historia a Marcela, que pone los ojos en blanco y resopla.
—Qué completa mierda. Hazme un favor, y castra verbalmente a ese bastardo mañana por la mañana. Bebo mi bebida. Es más fácil que el anterior, pero todavía me estremezco.
—Lo juro, estoy a punto de vender mis bragas gastadas—digo bromeando. Marcela arruga su nariz perforada.
—Eso seria realmente asqueroso—se ríe.
—Tiempos desesperados—murmuro. Cerró su computadora. Nos sentamos en silencio durante unos minutos con solo el sonido de la televisión llenando la habitación, luego se tapa la boca con una mano. Arqueando una ceja, me encuentro con su expresión de asombro—.Oh, Dios, ¿qué?—digo. Ella se desliza en el sofá, enciende de nuevo su portatil y hace girar su computadora, puedo ver una foto de una rubia voluptuosa que usa nada más que un trozo de encaje n***o. Mi rostro se ilumina cuando observo su expresión insinuante: el labio tirado entre los dientes blancos perfectos y los párpados parcialmente cerrados—.¿Me va a prestar el dinero?—pregunto, riendo. Marcela golpea la pantalla con una uña larga y morada, atrayendo mi atención hacia el titular. "Vendo mi virginidad". Ella me ignora mientras me atraganto con un trago de Coca-Cola y ron, mi amiga sisea emocionada.
—Es el destino, Catalina—me dice. Y otro recordatorio de que, a los veintiún años, soy la virgen más vieja que conoce. Demonios, soy la virgen más vieja que conozco. El año pasado, planeé dárselo a mi novio de un año, incluso tomé la píldora. Todo iba a ser especial: luz de velas, habitación de hotel con jacuzzi, los nueve patios completos. Y luego, dos días antes de la gran noche, Josua dejó escapar que había embarazado a una chica. Después de eso le di un golpe con una rodilla en su polla. Me concentro en Marcela y justo a tiempo para escucharla señalar.
—Dijiste tiempos desesperados. Si todavía tuviera el mío, haría un perfil antes de que pudieras decir: Fóllame bien, duro y rudo.
—En realidad, nadie paga por este tipo de cosas—argumento. Los delicados rasgos de Marcela se juntan y mueve la cabeza de lado a lado.
—Tina Montreal vendió el suyo por cien de los grandes—dice gira la computadora portátil hacia ella con una risueña voz y lee: —.Estoy muy agradecida con Subastas Online porque me ayudaron a hacer un viaje a Europa y me dieron el p**o inicial de mi primera casa. Fue una experiencia increíble. ¡Gracias por hacer realidad todos mis sueños más salvajes!
—¿Subastas Online? ¿Llamaron a su sitio web así? Dios mío, lo he oído todo—pongo los ojos en blanco, me levanto del sofá—.¿Y realmente crees su historia? ¿Que un tipo rico pagó cien de los grandes para follarla? Definitivamente. Pero… —se estira para apretar mi trasero, ganándose un grito de mí. La aparto de un manotazo y ella mueve las cejas.
—Apuesto a que obtendrías más. Ella es un ocho, ¿pero tú? Eres un sólido diez, mujer. Grandes ojos verdes, cintura diminuta, un culo hecho para… —Marcela—gimo. Ella sonríe y junta sus pequeños pechos, inclinando la cabeza hacia mi pecho mucho más grande—.Traerias a todos los viejos bastardos ricos—dice.
—¿Hablas en serio con esta mierda? —digo, mientras me dirijo al baño.
—¡Oh, vamos!—la voz de mi amiga me sigue mientras camino por el pasillo hacia su baño—.Sabes, incluso si son solo mil dólares, al menos estás un poco más cerca de recolectar el dinero para tu abuelo— ella grita algo más un minuto después—. Solo tienes treinta días para pagar esa deuda. Piénsalo, vender tu virginidad seria la solución. Aunque no quería aceptarlo ella tenia razón. No tenia otra opción. Salgo del baño.
—De acuerdo. Hazme un perfil en ese sitio web. Ella emocionada comienza hacerlo. Solo espero no cometer un error con todo esto. Si mi plan de hablar con Elmer Valencia sobre darnos más tiempo para pagarle no resulta, entonces tendría mi plan B: vender mi virginidad.
Nota: Historia corta. +18 lenguaje vulgar.