CAPITULO 6
AMELIA
Agradezco al cielo, estar en este atuendo, ya que me quedan 20 minutos para que pasen a recogerme, la lencería roja que llevo puesta debajo del vestido no tendrá el uso que pensaba. Tomo del nochero la Sig Sauer 9mm, alzo mi vestido, acomodándola en mi liguero, de manera que no se nota.
Cuando llega la hora indicada, salgo del hotel, donde el vehículo indicado me espera, abro la puerta de él.
-Buenas noches! -me saluda el chofer, apenas ingreso ubicándome en la silla delantera de pasajero.
-Hola, ¡¡son muy buenas!!-le digo con una sonrisa, que me saca la emoción de entrar en acción, hace dos años que no lo hago, mi trabajo con Brian ha sido sobre el manejo de las empresas Wagner, algo muy alejado de lo que realmente me gusta, pero que también me desempeñe muy bien.
-Intendente, esto es para usted-dice serio el agente que maneja, entregándome una cartera negra.
El recibo, la abro, encontrándome con una identificación italiana donde está mi foto, con la identidad de victoria de Salvatore.
Meto la cartera a mi bolso, con cierto pensamiento vago que me llega al recordar el nombre que voy a usurpar. Como puede ser que, en la alta clase social, las mujeres llevan el apellido del esposo, como título de propiedad, creyéndose con tal acto “grandes”” superiores". ¿Como aceptan eso?, Son oficialmente tan pisoteadas ya que no resuenan por su propia identidad o talentos, ¡maldito machismo!
-llegamos! -me avisa mi compañero
Es una gran mansión lujosa, tiene un gran y hermoso jardín iluminado por tonos de luces esplendidas, una llamativa fuente en la entrada con una estatua de la Diosa afrodita.
Su fachada es colonial, con toques modernos.
Avanzo por una alfombra purpura que dirige a la entrada principal.
Hay un joven de unos 25 años, vestido de etiqueta en el marco de la puerta principal.
-Buenas noches, caballero-lo saludo con clase
-Buenas noches señora...?-contesta, con tono de que le recuerde quien soy
-Victoria de Salvatore- contesto con seguridad pronunciando muy bien el acento italiano en mi apellido actual, acento que utilizo en mis palabras desde que lo salude y debo mantener todo el tiempo que este en el papel de la italiana. Le enseño mi identificación, acompañada de una sonrisa amable de mi parte.
Asiente con la cabeza
-Sígame señora Salvatore, su esposo la espera –me dice con mucha cortesía, avanza mientras yo le sigo a medida que voy observando el entorno de manera muy disimulada. Es una velada donde todos los presentes destilan con sus apariencias: ¡poder! El lugar internamente es una un desborde de lujo, mesas con grandes banquetes, accesorios en plata y oro, los arreglos florales son en toda clase de orquídeas naturales, una orquesta sinfónica tocando, llenando el aire con todo lo que hay de mucha clase.
Rodeada de la alta clase social, que, como persona, no me agrada, ya que está en su gran mayoría se carga de apariencias, hipocresía y avaricia. Debo meterme en el papel de serlo cuando mi labor lo exige, lo cual me sale muy bien. Conocer bien lo que tanto desprecias es un punto a favor en ocasiones como esta.
-Espere aquí un momento! -me dice el joven deteniéndose, a la vez que yo me detengo.
El joven se dirige a unos tres metros de donde me ha dejado esperando, llegando a donde se encuentran reunidos varios hombres. Por mi ubicación solo tengo una vista de sus espaldas.
El joven se acerca a uno de ellos, hablándole discretamente cerca de su hombro. Cuando el sujeto al que se ha dirigido va a girar en sus talones, facilitándome verlo, ¡es cuando…no lo logro reparar!, ya que mi campo visual en esa dirección es interrumpido por un mesero que pasa, deteniéndose frente a mí, ofreciéndome un Martini, el cual recibo con elegancia.
Siento la mirada de alguien puesta en mí, incluso diría que la siento desde que llegue. Ese sexto sentido que se nos da a veces, cuando volteo en dirección de donde me siento observada, mi mirada choca con la de un hombre rubio, muy guapo, de smoking azul oscuro, el cual se pega muy bien a su relevante figura.
El sujeto se encuentra al otro costado del salón, sentado en una silla que parece un trono, levanta su copa ofreciéndome un brindis desde la pequeña distancia que nos separa, guiñándome el ojo de manera muy sexi. Emana poder, belleza y sensualidad.
En un momento donde me siento intimidada por el poder, belleza que destila, sobre todo en cómo me escanea de pies a cabeza, alzo mi copa con el Martini correspondiendo a su brindis de lejos, llevo la copa a mi boca, bebiendo un poco, la separo de mis labios pasando el trago y ofreciéndola una sonrisa de lado. En este tipo de eventos no es favorable ser poco empático.
-Gracias por avisarme! -escucho detrás de mí. Aun con un acento italiano perfecto, logro identificar aquella voz que solo con escuchar me estremece sin pedir permiso a la razón. ¿Qué hace aquí?, sospecho que no solo va ser una noche sino una situación laboral difícil! ¡Mierda! Esta tan cerca a mi espalda que su aroma de colonia varonil fina me embriaga.
-Con gusto señor! - responde la voz del joven que me ha recibido trayéndome hasta aquí, a la vez que escucho sus pasos retirándose.
Todo lo siguiente para mi pasa en cámara lenta, pero realmente se dio en segundos.
Doy vuelta, quedando frente a él, aunque sería más específica decir atrapada por él, tanto que mis pechos rosan con su pecho, nuestras miradas se encuentran fundiéndose, detallo su boca, sus ojos, por un maldito instante disfruto su fragancia, y no sé por qué? Odio lo que produce en mí, algo que no se controla por más que trato, cada vez que lo he tenido cerca. A la vez que se activa en todo mi sistema sensorial un placer que se siente bien. ¡Todo lo que el desprende no solo me avisa que lo debo prohibir, también que es un peligro! que no debo tocar.
Posa su mano en mi mejilla, acariciándola con delicadeza. Su solo toque causa una sensación que me estremece, algo que no había experimentado nunca, es como si él fuera fuego, y yo una carga de dinamita.
Me quedo paralizada, mi mente no reacciona ante tanta dopamina que género, me encuentro envuelta en su mirada devoradora, aquellos ojos verdes que me reparan con lujuria, y paran detallando mis labios, acerca su rostro al mío. Con la mano libre me toma de la cintura pegándome tanto a él, que no se si estoy alucinando, pero siento un gran paquete cerca de mi ombligo ya que él es más alto que yo.
¿Acaso causo el mismo efecto en él?
Nuestros rostros siguen tan cerca que podemos sentir nuestras respiraciones un poco agitadas, más bien controladas al máximo nivel. Rosa sus labios sobre los míos, pasa el rose de sus labios sobre mi mejilla llegando luego a mi cuello, donde inhala y exhala suavemente sobre él. Deja en mi cuello un beso delicado, pero que hace que mi cuerpo entre en rebelión poniéndose todo hormonas al asecho.
Vuelve a posar su rostro pegándolo al mío, la mano que había posado en mi mejilla pasa a tomarme del cuello de una manera delicada pero firme.
Me fulmina con una mirada cargada de deseo, y a la vez como si buscara algo en la mía
-Señora Salvatore, mi esposa por hoy-susurra suavemente sobre mis labios con una sonrisa malévola, un tono sexi, pero a la vez burlón.
¡¡Entiendo!!ubícate!!todo está pasando por que aun sin saber de qué trata la misión, te está dejando claro que el, él mismísimo ministro se está haciendo pasar por el señor Salvatore.
¡Se ha dado cuenta de mi reacción, ante su toque! ¡¡Hijo de puta!!y más gilipollas yo!!que su solo toque hace que pierda la noción bajando la guardia ante este desgraciado. ¡¡Me tengo que tragar la rabia y el reclamo por el momento, debo ser profesional!!
-ministro...ya puede soltarme, no es necesario que estemos así...-susurro sobre sus labios, con voz temblorosa, ofreciéndole una sonrisa para que los que nos vean crean que somos pareja.
-Es necesario que seamos convincentes-susurra sobre mis labios, deja un pequeño beso en la comisura de los mismos. El cosquilleo que se da en mi boca con ansias de que la bese lo debo controlar mordiéndome el labio inferior, el repara mi acción lamiéndose los labios. -Muy convincentes! -susurra de nuevo sobre mis labios suavemente. Su acción me toma por sorpresa.
Se apodera de mis labios, besándome suavemente mientras nos miramos fijamente
Mi boca corresponde a su beso de manera suave y torturadora, obligándola a no dejar pasar nada de lo que pueda hacerme sentir el beso.
¡Es una misión! ¡Es una misión! ¡es mi cuñado! ¡Es mi jefe! Repito en mi consciente como si estuviese en una especie de terapia mental. ¡Terapia que se va a la mierda! cuando su beso es más intenso nuestras lenguas se envuelven, me pega más a él, sintiendo más su erección. Cierro los ojos al igual que el, correspondiéndole.
Por la misión o por lo que sea, simplemente dejas de pensar mientras pruebas la deliciosa boca de Albert Wagner, nuestro beso sabe a wiski con Martini.
¡Cuando pruebas su beso no piensas!, ¡Sientes!, más cuando el beso lo disfrutas cargado de deseo, atracción, pasión, peligro, pero que en este momento se disfraza de una tortura profesional del oficio. El motorcito entre mis piernas no distingue entre lo laboral, lo prohibido, en lo correcto…simplemente comienza a mojarse deseoso empapándome las bragas. Al igual que el motorsote prendido del ministro se hace sentir deseoso por mí.