Cruzo la carretera corriendo y me subo al camión. Brad, con su gorra de camionero, saca bíceps y dice: —No me digas tú que no parezco un puto mafioso con el camión. Me echo a reír mientras me pongo el cinturón. —Qué tonto eres. Brad se ríe entre dientes y se incorpora al tráfico. —Vamos a por nuestras cosas. * —Vengo a por las pertenencias del almacén 405, por favor —le digo a la recepcionista con una sonrisa. —Estupendo. Te estábamos esperando. —Se vuelve y saca del armarito de las llaves un manojo con una etiquetita amarilla—. Cruza el pasillo cinco y al llegar al final, dobla a la derecha. Tu almacén es el último de la izquierda. —Vale, gracias. Salgo por donde he venido y Brad enlaza el brazo con el mío. Es un día duro, uno al que pensé que no tendría que enfrentarme ni en un
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