La conduzco lentamente hasta el ascensor y pulso el botón. Megan pierde el equilibrio y la rodeo con el brazo para sujetarla. —Sujétate de mi. Me mira y yo sonrío con suficiencia. —No —tartamudea mientras se balancea hacia un lado. La acerco a mí y le pregunto: —¿No qué? —No... —dice mientras parpadea varias veces— me moleste. Me río y digo: —Imposible. Las puertas se abren, la meto en el ascensor y las puertas se cierran. Megan apoya su cabeza en mi hombro y cierra los ojos. Nos veo en el reflejo de las puertas: esto nunca lo habría dicho. Megan Foster duerme plácidamente bajo mi brazo. Llegamos al vestíbulo y saco a Megan lentamente. Ella no opone resistencia. —¿Está todo bien, señor? —pregunta el guardia de seguridad tras acercarse a toda prisa. —Ha tomado unas pastillas ma